​Una iglesia de origen calvinista, todavía reconocible por su confesión calvinista, que no tiene la valentía ni siente el impulso de defender esta confesión contra todo el mundo... una iglesia tal no deshonra al calvinismo, sino se deshonra a sí misma.

​¿Qué entendemos por el regreso al calvinismo? ¿Estoy diciendo que todos los protestantes creyentes deben firmar tan pronto como sea posible las confesiones reformadas, y que toda la multiformidad eclesiástica sea absorbida en la unidad de la organización de la iglesia Reformada? Estoy muy lejos de tener un deseo tan crudo, tan ignorante, tan en contra de la historia. (…) Ante todo, ningún estándar reformado, ni aun el más puro, es infalible como la Palabra de Dios. Y después, la confesión calvinista es tan profundamente religiosa, tan altamente espiritual que excepto en períodos de conmoción religiosa profunda, las grandes masas nunca la entenderán, sino solo un círculo relativamente pequeño. Además, nuestra parcialidad innata siempre llevará necesariamente a la manifestación de la Iglesia de Cristo en muchas formas. Y por fin, la absorción a gran escala de miembros de iglesias por una iglesia diferente puede suceder solamente en momentos críticos de la historia. Normalmente un ochenta por ciento de la población cristiana muere en la iglesia en la cual nacieron y fueron bautizados. Además, una identificación tal de mi programa con la absorción de una iglesia por otra estaría en contra de la tendencia de mi argumento. Les encomendé el calvinismo histórico, no eclesiásticamente limitado a un círculo estrecho, sino como un fenómeno de significado universal. Por tanto, lo que pido puede reducirse a los siguientes cuatro puntos:


(1) que el calvinismo ya no sea ignorado donde sigue existiendo
, sino que sea fortalecido donde su existencia continúa.

(2) que el calvinismo sea nuevamente una materia de estudio
, para que el mundo exterior llegue a conocerlo.

(3) que sus principios sean nuevamente desarrollados de acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo, y que sean aplicados de manera consistente a diversas áreas de la vida
, y

(4)
que las iglesias que siguen confesando el calvinismo, que ya no se avergüencen de su propia confesión.

Primero, entonces, que el calvinismo ya no sea ignorado donde sigue existiendo, sino que sea fortalecido donde sus influencias históricas siguen siendo manifiestas. Señalar en detalle las huellas que el calvinismo dejó tras de sí en la vida social y política, científica y estética, demandaría un estudio más amplio de lo que se puede hacer en una exposición rápida. Permítanme, entonces, al hablar a una audiencia americana, señalar un solo rasgo de vuestra propia vida política.

 Ya observé en mi tercera exposición como en el preámbulo de más de una de vuestras Constituciones, mientras asume una posición decididamente democrática, sin embargo no se tomó el punto de vista ateísta de la Revolución Francesa, sino la confesión calvinista de la soberanía suprema de Dios, como fundamento; a veces incluso repitiendo literalmente las palabras de Calvino. No se encuentra entre Uds. ni una huella de este anti-clericalismo cínico que fue identificado como la misma esencia de la democracia revolucionaria en Francia y en otros lugares. Y cuando vuestro presidente proclama un día nacional de acción de gracias, o cuando las cámaras del Congreso reunidas en Washington se abren con una oración, esta es una evidencia de que por la democracia americana sigue corriendo una vena que se originó con los Padres Peregrinos y sigue ejerciendo su poder hasta la actualidad. Aun vuestro sistema escolar común, en cuanto es bendecido con la lectura de las Escrituras y la oración de apertura, señala, aunque con una distinción disminuyente, hacia el mismo origen calvinista. De manera similar, en vuestra educación universitaria que surge en su mayoría desde la iniciativa privada; en el carácter descentralizado y autónomo de vuestros gobiernos locales; en vuestra observancia estricta pero no nomista del Día de Reposo; en la estima que tiene la mujer entre ustedes, sin caer en la deificación parisiense de su sexo; en vuestro sentido del hogar; en la cercanía de vuestros lazos familiares; en vuestro liderazgo en la oratoria libre, y en vuestra consideración ilimitada por la libertad de conciencia; en todo esto, vuestra democracia cristiana está en oposición directa contra la democracia de la Revolución Francesa.


[(N.d.Tr.): Notese como los Estados Unidos han pasado por unos cambios enormes durante el siglo XX: Hace cien años, Kuyper todavía encontró un Congreso y un sistema escolar que se ponían bajo la bendición de Dios y la lectura de las Escrituras. Hoy en día, ¡la oración y la lectura Bíblica están prohibidos en las escuelas públicas de los Estados Unidos!]

Históricamente también se puede demostrar que Uds. deben esto al calvinismo y solo al calvinismo. Pero, he aquí, mientras Uds. están así gozando de los frutos del calvinismo, y mientras incluso más allá de vuestras fronteras el sistema constitucional de gobierno, un resultado de la lucha calvinista, levanta el honor nacional, se dice en el extranjero que todo esto ha de ser considerado como una bendición del humanismo, y apenas uno piensa todavía en honrar en ello los efectos posteriores del calvinismo, del cual se considera que lleva una vida secreta solo en algunos círculos dogmáticamente petrificados.

Lo que exijo, entonces, y lo exijo con derecho histórico, es que termine esta ignorancia malagradecida del calvinismo; que la influencia que ejerció reciba nuevamente nuestra atención mientras sigue siendo inscrita sobre la vida real de nuestros días; y que allá donde hombres de un espíritu muy diferente quieren a escondidas desviar la corriente de la vida hacia un lecho revolucionario francés o panteísta alemán, que Uds. por este lado de las aguas y nosotros por nuestro lado nos opongamos con todas nuestras fuerzas a tales falsificaciones de los principios históricos de nuestra vida.

Para que podamos hacer esto, yo defiendo, en segundo lugar, un estudio histórico de los principios del calvinismo. No hay amor sin conocimiento; y el calvinismo perdió su lugar en los corazones de la gente. Se le defiende solamente desde un punto de vista teológico, y aun esto de manera muy unilateral. La causa de ello la señalé en una exposición anterior. Desde que surgió el calvinismo, no desde un sistema abstracto sino de la misma vida, en el siglo de su florecimiento, nunca fue presentado entero y sistemáticamente. El árbol floreció y dio su fruto, pero sin que alguien hubiera hecho un estudio botánico de su naturaleza y crecimiento. El calvinismo, al levantarse, actuó más de lo que argumentó. Pero ahora ya no debemos postergar más este estudio. Tanto la biografía como la biología del calvinismo tienen que ser investigadas a fondo y elaboradas. Si no, por falta de conocimiento de nosotros mismos, seremos desviados a un mundo de ideas más ajenas que cercanas de la vida de nuestra democracia cristiana, y seremos cortados de la raíz sobre la cual florecíamos una vez tan vigorosamente.

Solo por medio de un estudio tal será posible lo que mencioné en tercer lugar: el desarrollo de los principios del calvinismo según las necesidades de nuestra conciencia moderna, y su aplicación a cada área de la vida. No estoy excluyendo la teología de ello; pues la teología también ejerce su influencia sobre la vida en todas sus ramificaciones; y por tanto es triste ver como aun la teología de las iglesias reformadas cayó en tantos países bajo el señorío de sistemas totalmente ajenos. Pero, de toda manera, la teología es solo una de las muchas ciencias que exigen un tratamiento calvinista. La filosofía, la psicología, la estética, el derecho, las ciencias sociales, la literatura, y aun las ciencias médicas y naturales, cada una de ellas, cuando son comprendidas filosóficamente, se remontan a principios; y necesariamente tenemos que hacer la pregunta con mucho más seriedad, si los principios ontológicos y antropológicos que dominan en el método presente de estas ciencias, están de acuerdo con los principios del calvinismo o lo contradicen.

Finalmente, añadiré a estas tres exigencias – históricamente justificadas como me parece – una cuarta, que aquellas iglesias que dicen profesar la fe reformada, dejen de avergonzarse de esta confesión. Uds. han escuchado cuan ancho es mi concepto y cuan amplio mi punto de vista, aun en cuanto a la vida eclesiástica. Solo en un desarrollo libre veo la salvación de esta vida eclesiástica. Yo exalto la multiformidad y la considero una etapa superior del desarrollo. Aun para la iglesia con la confesión más pura, no renunciaría a la ayuda de las otras iglesias, para que su parcialidad inevitable sea complementada. Pero siempre me indignó ver una iglesia o encontrarme con el ministro de una iglesia, que tiene su bandera enrollada o escondida debajo de la vestimenta oficial, en vez de desplegar audazmente sus colores gloriosos. Lo que uno confiesa que es la verdad, también tiene que practicarlo en la palabra, en los hechos, y en toda la manera de vivir. Una iglesia de origen calvinista, todavía reconocible por su confesión calvinista, que no tiene la valentía ni siente el impulso de defender esta confesión contra todo el mundo, una iglesia tal no deshonra al calvinismo sino se deshonra a sí misma. Aunque la iglesia verdaderamente reformada sea pequeña en número, como las iglesias siempre serán indispensables para el calvinismo; aquí también la pequeñez de la semilla no debe sorprendernos si esta semilla es sana e íntegra, llena de vida generativa e irreprensible.

Este documento fue expuesto en la Universidad de Princeton en el año 1898 por Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam.

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