​Las personas tienen el conocimiento suficiente para volverse de su forma de vida hacia Dios y así, por lo menos, comenzar a buscarle. Pero este conocimiento, como si fuera un enorme resorte, ha sido sujetado.

​Cuando Calvino habla de la bajeza y la ingratitud nos trae al segundo punto en el argumento de Pablo a los Romanos: el hecho de que todos han rechazado a Dios a pesar de la revelación que Dios hace de sí mismo en la naturaleza. Sin embargo, cuando Pablo desarrolla este punto en Romanos (vers. 18), también nos muestra la naturaleza de nuestro rechazo y por qué éste tiene lugar.

La clave a este rechazo universal a Dios se encuentra en la frase «que detienen con injusticia la verdad». En griego, la palabra traducida «detienen» es “katechein”, que significa «sostener», «sujetar», «mantener», «coger», «contener», «restringir», «reprimir». En un sentido positivo, el término se utiliza para querer decir: estar sujetos a algo que es bueno. Pablo nos habla de «estar asidos a la palabra de vida» (Fil. 2:16). En un sentido negativo, se utiliza cuando equivocadamente se restringe o impide algo. Es así como las nuevas traducciones de la Biblia en Romanos 1:18 hablan de los que «detienen la verdad con su maldad» (NIV), «detienen la verdad con injusticia» (NASB), y «mantienen la verdad encarcelada en su maldad» (JB). La New English Bible dice que esas personas están «sofocando» la verdad. Esta es, entonces, la naturaleza del problema. La ira de Dios se revela desde los cielos contra los seres humanos, no porque por despiste o por descuido no se han percatado de la verdad, sino más bien porque en lo profundo de sus corazones, con maldad y deliberadamente, han reprimido lo que sabían sobre Dios.

R. C. Sproul ha llamado a este argumento «el corazón de la psicología paulina del ateísmo», señalando que es aquí donde radica la culpa humana. Las personas tienen el conocimiento suficiente para volverse de su forma de vida hacia Dios y así, por lo menos, comenzar a buscarle. Pero este conocimiento, como si fuera un enorme resorte, ha sido sujetado. Ahora el resorte amenaza con soltarse y demoler el punto de vista y el estilo de vida del que lo está sujetando. Entonces esa persona lo oprime aún más, deteniendo la verdad.

¿Por qué hacemos esto? Si es cierto que el conocimiento de Dios obra siempre en nuestro beneficio y si, como acabamos de decir, el principio de dicho conocimiento ya se halla presente en nosotros, entonces, ¿por qué lo reprimimos? ¿No tendríamos que recibir esa verdad con los brazos abiertos e intentar tomar más de ella? ¿Acaso las personas son simplemente irracionales en este asunto? ¿O será que el argumento de Pablo es erróneo?

Pablo no está equivocado. Los hombres y las mujeres detienen la verdad. Pero el motivo por el cual lo hacen es que no les gusta la verdad sobre Dios. No les gusta el Dios a quien esa verdad los conduce. Notemos que Pablo comienza estos versículos de Romanos diciendo que la ira de Dios se revela desde el cielo contra «toda impiedad e injusticia de los hombres». La impiedad tiene varios significados. En esta ocasión no significa que los seres humanos no son como Dios (si bien esto es cierto), sino que además están en un estado de oposición a la naturaleza divina de Dios. Dios es Soberano, pero a las personas no les gusta su soberanía. No desean reconocer que hay Uno que con rectitud los gobierna. Dios es santo, pero a los hombres y las mujeres no les gusta su santidad. Su santidad pone nuestra propia pecaminosidad sobre el tapete. No nos gusta un Dios que ve hasta en lo más recóndito de nuestros corazones y que nos conoce íntimamente. Casi todo lo que puede ser conocido sobre Dios le resulta al hombre natural, de algún modo u otro, repulsivo. Como consecuencia de todo esto, el ser humano reprime la evidencia que lo podría conducir en la dirección del verdadero conocimiento de Dios.

La segunda palabra es «injusticia». Para el hombre natural todo lo que sea de Dios le resulta repugnante, pero el motivo sustancial de esta repugnancia es la justicia divina. Dios es santo, pero las personas no son santas. Las personas no son rectas, y a pesar de eso están conformes con su falta de rectitud. En consecuencia, no desean conocer a un Dios que les demandaría imposiciones morales. Conocer a Dios requeriría un cambio. En otras palabras, el rechazo a conocer para Dios se basa en causas morales y no intelectuales.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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