​​Si preguntamos a un creyente cuál es el criterio que debemos usar a la hora de seleccionar nuestra vestimenta, el criterio del mundo o el de Dios, seguramente el cristiano dirá sin titubeos: el criterio de Dios.
Pero si preguntamos a ese mismo creyente ¿cuál es ese criterio? Es muy probable que no sepa qué responder o que su respuesta descanse a final de cuentas en sus gustos, preferencias y opiniones personales antes que en la Escritura.

¿Ha dejado Dios alguna indicación que nos sirva de guía para determinar Su criterio en este asunto? Por supuesto que sí. Dios no solo ha dado principios generales y particulares acerca de la vestimenta, sino que ha través de la historia de la redención ha provisto modelos claros que debemos usar como patrón en esta área de nuestras vidas.

Ahora, debo aclarar que no estoy diciendo con esto que los creyentes deben usar las modas de los tiempos bíblicos; lo que estoy diciendo es que Dios ha provisto un patrón piadoso que todo creyente debe seguir a la hora de evaluar cualquier moda o estilo de ropa. Algunas encajarán dentro de ese modelo de piedad establecido por Dios, mientras que otras tendrán que ser desechadas.

El primer modelo divino de vestimenta lo encontramos en el huerto del Edén, en el principio mismo de la historia del hombre. Las Escrituras nos enseñan que nuestros primeros padres estaban desnudos antes de la entrada del pecado; el hombre en su estado de inocencia no tenía necesidad de usar ropa alguna (Gn. 2:25).

No era vergonzoso para ellos andar así en el huerto. Dice en Gn. 1:31 que Dios vio todo lo que había hecho, incluyendo al hombre y a la mujer en su desnudez, y he aquí que todo era bueno en gran manera. ¿Qué fue, entonces, lo que hizo necesario que el cuerpo humano fuese cubierto? La entrada del pecado en el mundo.

Gn. 3:7, 10, 21. El hombre había perdido su inocencia original, y ahora no era apropiado que siguiera desnudo. Adán y Eva como esposo y esposa podían contemplar la desnudez de uno y otro. En el resto de la Escritura se nos enseña claramente que el cuerpo del esposo le pertenece a la esposa y viceversa.

No hay nada pecaminoso ni vergonzoso en la desnudez en sí misma. Fue Dios quien creó el cuerpo humano, y quien lo hizo hermoso. Pero esa desnudez debe ser limitada a la intimidad matrimonial; fuera de ese contexto la desnudez pública es vergonzosa.

Y eso fue algo que Adán y Eva comprendieron en el mismo momento en que pecaron (vers. 7). Ahora, noten algo interesante en este relato del Génesis. Adán y Eva se aperciben de su desnudez y se cubren sus partes privadas con delantales. Pero esta cubierta no fue aceptada por Dios (vers. 21).

Lo que el hombre hizo para cubrirse no era suficiente, y esto básicamente por dos razones: en primer lugar, porque era la obra del hombre y no la obra de Dios.

Adán y Eva debían entender desde el principio que la solución del problema del pecado está en manos de Dios y no del hombre, y eso quedaría ampliamente probado en la obra redentora de Cristo en la cruz del Calvario. El hombre no puede salvarse a sí mismo del pecado y sus consecuencias.

Pero ese delantal tampoco fue aceptado porque no cubría lo suficiente dada la situación que se produjo en el mundo por causa del pecado. El delantal que el hombre hizo para cubrirse sus partes privadas fue reemplazado por Dios por una túnica.

La palabra hebrea que se usa en el texto es kuttonet que proviene de una raíz que significa “cubrir”. Así que el hombre cubrió sus partes privadas, pero Dios le cubrió el cuerpo. Esa palabra es usada en el AT para referirse a una túnica que cubre desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.

Esa fue la vestimenta que nuestro Dios escogió para el hombre y la mujer en el huerto del Edén, la misma que escogió para los sacerdotes en Ex. 28:3-4, la misma que nuestro Señor Jesucristo usó mientras estuvo en la tierra. Una ropa que cubre el cuerpo.

Y en el libro de Apocalipsis los santos que Juan ve en su visión disfrutando de la gloria celestial también están vestidos con una ropa similar (Ap. 6:11; 7:9, 13-14). Esta clase de ropa era la que usaban en aquellos días los reyes, los sacerdotes o personas de alto rango, y era una especie de túnica que se extendía hasta los pies.

Así que el testimonio de la Escritura es consistente de principio a fin. Desde el huerto del Edén hasta los santos en gloria el diseño de Dios ha sido siempre uno que cubre el cuerpo desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.

De acuerdo con la clara enseñanza de las Escrituras, la desnudez es apropiada únicamente en el contexto de la intimidad matrimonial. Fuera de ahí es una vergüenza mostrar el cuerpo desnudo en público.

De hecho, es interesante notar cómo se usa en la Escritura la idea de mostrar la desnudez en público como sinónimo de algo vergonzoso. En Nah. 3:5 dice el Señor a Nínive: “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu vergüenza”.

Y hablando a la iglesia de Laodicea en Ap. 3:18 el Señor los reprende con estas palabras: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez…”. La desnudez mostrada en público es una vergüenza.

Ahora, es importante señalar que el concepto de desnudez en la Escritura es un tanto distinto al que tenemos hoy. Cuando la Biblia dice que es vergonzoso para el hombre y la mujer mostrar en público su desnudez, no se está refiriendo únicamente al hecho de que una persona se muestre públicamente sin nada de ropa.

Como bien ha señalado un autor: “Tanto en el griego como en el hebreo (las palabras que se usan para desnudez) significan ‘estar sin ropa’, pero en ambos lenguajes se usan frecuentemente en el sentido de ‘vestimenta ligera’, ‘sin el vestido exterior’.” Cuando un hombre se quitaba el kuttonet, la túnica, y se quedaba en ropa interior se decía que ese hombre este desnudo.

Eso fue lo que ocurrió con el apóstol Pedro en Jn. 21:7. Él estaba pescando con los discípulos, y se había quitado su túnica para poder maniobrar mejor, quedándose solo con su ropa interior. En ese contexto, de noche y lejos de la playa, era perfectamente lícito. Pero de repente comienza a amanecer y aparece el Señor en la playa, y el apóstol Juan lo identifica.

Dice en Jn. 21:7: “Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella – lit. porque estaba desnudo), y se echó al mar”.

Comentando este texto dice alguien: “Pedro no estaba pecaminosamente desnudo en el contexto de su trabajo: como pescador él estaba trabajando entre hombres lejos de la costa, no públicamente socializando en un reunión mixta. Sin embargo, obviamente él vio la diferencia entra trabajar en su bote y estar en la costa en la presencia de su Señor” (J. Pollard; Christian Modesty; pg. 15).

Pedro comprendió que no era apropiado presentarse delante de Cristo de ese modo. Eso implicaría irrespetar a su Señor y Maestro.

Ese mismo concepto de desnudez lo vemos en Is. 47:2-3. Hablando de Babilonia como si fuera una joven virgen que sería castigada por su pecado, le dice Dios: “descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista”. En la versión de las Américas dice: “Será descubierta tu desnudez, también será expuesta tu vergüenza”.

Esa joven virgen de la que se habla aquí figuradamente no estaba completamente desnuda; el simple hecho de tener que subirse tanto la falda para cruzar los ríos al punto de dejar la pierna completamente descubierta era una desnudez vergonzosa.

Alguien puede decir que así pensaba la gente en aquellos tiempos y que el pueblo de Israel acató esa misma forma de pensar. Pero lo cierto es que no todos los pueblos que rodeaban a Israel pensaban así. La experta en modas Alison Lurie, dice lo siguiente en su libro “El lenguaje de la ropa”:

“Históricamente… la vergüenza parece haber jugado un papel muy pequeño en el desarrollo de las costumbres. En el antiguo Egipto, en Creta y en Grecia, el cuerpo desnudo no era considerado una inmodestia; los esclavos y los atletas solían aparecer sin ropa, mientras que las personas de alto rango llevaban vestidos lo suficientemente cortos como para mostrar bastante mientras se movían”.

Eso no lo dice una creyente evangélica, lo dice una experta en el desarrollo histórico de la moda. Eran los paganos los que usaban ropa corta y reveladora. El pueblo de Dios se guiaba por patrones muy distintos, porque la moda divina fue diseñada para cubrir no para revelar.

Concluyo este punto con una cita de Jeff Pollard, autor de un tratado muy interesante acerca de la modestia cristiana. Él cita el caso del endemoniado gadareno, que mientras estaba poseído por los demonios la Biblia dice que no vestía ropa alguna (Lc. 8:26).

El Señor lo libera de su esclavitud, y cuando los hombres del pueblo llegan a la escena del milagro, dice Lucas que “hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio” (vers. 35).

Pollard comenta acerca de esto: “Mientras era llevado por los demonios, el endemoniado estaba desnudo; cuando estaba en su cabal juicio por el poder y la gracia de Jesucristo, él estaba cubierto. Como hemos visto ya, Dios cubrió al hombre en el jardín (del Edén); tal parece que Satanás y los demonios han estado tratando desde entonces de desnudarlo. Y con bastante éxito”, añade él (pg. 16).

He aquí, entonces, el diseño de Dios para el vestido; la ropa confeccionada por Dios cubría el cuerpo, porque un cuerpo descubierto, mostrado así en público, es una desnudez vergonzosa..

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.

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