​Los evangelistas suelen poner el énfasis sobre la gracia de Dios y su plan para nuestras vidas. Poco escuchamos hablar sobre la ira de Dios o el juicio de Dios. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

En determinado lugar de su libro ‘The nature and destiny of man’, Reinhold Niebuhr habla de tres elementos en la confrontación entre Dios y el hombre. El primer elemento es «el sentido de reverencia hacia una majestad y de una dependencia en una fuente de existencia original». En segundo lugar, «el sentido de una obligación moral impuesta por un Ser que trasciende a uno y de una indignidad moral frente a un juez». Y, en tercer lugar, «las ansias del perdón». Estos tres elementos corresponden a nuestro conocimiento de Dios como el Creador, el Juez y el Redentor. Pero lo más importante de los tres es el orden en que aparecen. Están en este orden porque no es posible conocer adecuadamente a Dios como juez hasta que sepamos algo con respecto a nuestra obligación hacia Él como el Creador. Y tampoco podemos conocerlo como Redentor hasta que no hayamos tomado conciencia sobre cuan terriblemente hemos pecado contra él y cómo estamos, por lo tanto, bajo la sombra de su ira.

Esto significa, por supuesto, que debemos estudiar la ira de Dios antes de poder apreciar las doctrinas de la redención. Pero es aquí donde se nos plantea un problema. Muchos de nuestros contemporáneos, e incluso muchos cristianos, consideran que la ira de Dios es algo vergonzoso, algo que básicamente no es digno de Dios. Por ende, se trata de algo de lo que no se habla con demasiada frecuencia, al menos públicamente. Escuchamos muchos sermones sobre el Amor de Dios. Existen miles de libros publicados que nos hablan sobre el poder de Dios para libramos de la tentación, la depresión, la tristeza, y muchas otras cosas. Los evangelistas suelen poner el énfasis sobre la gracia de Dios y su plan para nuestras vidas. Pero poco escuchamos hablar sobre la ira de Dios o el juicio de Dios. ¿Qué es lo que está ocurriendo? Los autores bíblicos no mostraban tal reticencia. Hablaban de la ira de Dios, obviamente considerándola como una de las «perfecciones» de Dios. Esto los conducía a presentar el evangelio de Dios como un «mandato» al arrepentimiento (Hch. 17:30). ¿Acaso los cristianos modernos no se han percatado de algo que los escritores bíblicos conocían y apreciaban? ¿Han desestimado una doctrina sin la cual las demás doctrinas inevitablemente se distorsionan? ¿O acaso el punto de vista moderno es más correcto?

Un problema es que las palabras en inglés, o en cualquier otro idioma, no son capaces de incorporar la esencia de la ira de Dios. La ira suele entenderse como «enojo», y el enojo (al menos el enojo humano) no se asemeja a lo que queremos decir cuando hablamos de la ira de Dios al juzgar el pecado. Pero el lenguaje no constituye el mayor escollo. El problema principal radica en la relación que existe entre toda la raza y Dios, una relación que por causa del pecado se ha quebrado. El pecado ha producido un estado en el cual nos encontramos condenados como pecadores, pero en el cual, por este mismo pecado, somos incapaces de admitir nuestra culpabilidad; por lo tanto, consideramos que la ira de Dios hacia nosotros es injusta y no es digna de Él. ¿Por qué los cristianos tienen esta tendencia a aceptar este juicio contemporáneo, pero no bíblico? La idea de la ira de Dios nunca ha sido popular, pero, sin embargo, los profetas, los apóstoles, los teólogos y los maestros del pasado no cesaban de hablar de ella. Es bíblica. En realidad, «una de las características más sobresalientes de la Biblia es el vigor con el cual ambos Testamentos resaltan la realidad y el terror de la ira de Dios». La manera de sobreponernos a nuestra reticencia es redescubrir la importancia de la ira de Dios por medio de un estudio detallado de toda la enseñanza Biblica sobre ella.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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