En BOLETÍN SEMANAL
Bienaventurados los pacificadores:  ​¿Se sorprenden de que haya guerras y rumores de guerra? No deberían sorprenderse si son cristianos; es más, deberían considerarlo como una confirmación extraordinaria de la enseñanza bíblica.  El problema está en el corazón del hombre, y mientras sea así, estas manipulaciones superficiales no pueden resolver el problema de forma definitiva.

​Esta enseñanza, pues, es de importancia vital en los tiempos actuales, porque sólo cuando veamos al mundo nuestro en una perspectiva adecuada por medio del Nuevo Testamento comenzaremos a entenderlo.

Teniendo presente esto, examinemos el texto de forma positiva. Lo que el mundo de hoy necesita sobre todo es pacificadores. Si todos lo fuéramos no habría problemas.

¿Qué es entonces un pacificador? Es obvio que no es una cuestión de disposición natural. No quiere decir una persona tranquila, dócil, de las de ‘paz a toda costa.’ No quiere decir la clase de hombre que dice, ‘Con tal de evitar problemas, lo que sea.’ No puede querer decir esto. ¿No hemos estado de acuerdo en que ninguna de las Bienaventuranzas  se refiere a disposiciones naturales? Pero hay algo más. Esas personas dóciles, que quieren la paz a costa de lo que sea, carecen del sentido de la justicia; no se mantienen firmes en lo que debieran; son permisivos. Parecen agradables; pero si todo el mundo se basara en tales principios y estuviera dirigido por personas así, el mundo estaría todavía peor de lo que está. Por esto añadiría que el verdadero pacificador no es  un ‘aplacador.’ Se puede posponer la guerra aplacando; pero suele significar que se hace algo injusto a fin de evitar la guerra. El simple evitar la guerra no crea la paz, no resuelve el problema. Esta generación debería saber esto con absoluta certeza. 

¿Qué es, pues, un pacificador? Es alguien del que se pueden decir dos cosas. En el aspecto pasivo, se puede decir que es pacífico, porque el pendenciero no puede ser pacificador. Luego, en sentido activo es alguien que trata que haya paz entre las personas, entre grupos, entre naciones. Es obvio, por tanto, que se puede decir que es alguien que está   preocupado por conseguir que todos los hombres estén en paz con Dios. Este es, en esencia, el pacificador, pasiva y activamente, negativa y positivamente pacífico, el que no sólo no causa problemas, sino que hace todo lo posible por crear paz.

¿Qué implica esto? Ante todo lo que he venido diciendo, es evidente que conlleva la necesidad de una perspectiva del todo nueva. Implica una naturaleza nueva. Para decirlo con una sola frase, significa un corazón nuevo, un corazón limpio. En estos asuntos, hay, como hemos visto, un orden lógico. Sólo el hombre de corazón limpio puede ser pacificador porque, como recordarán, vimos que la persona que no tiene corazón limpio, que tiene un corazón lleno de envidia, celos y todas esas cosas horribles, nunca podría ser pacificador. Hay que purificar completamente el corazón antes de que uno pueda pacificar. Pero ni siquiera nos detenemos ahí. Ser pacificador significa obviamente que uno debe tener una idea del todo nueva de sí mismo, y en esto vemos cómo se relaciona con nuestra definición del manso. Antes de que uno pueda ser pacificador, hay que liberarse de sí mismo, del egoísmo, del buscarse siempre a sí mismo. Antes de poder ser pacificador hay que olvidarse por completo de sí mismo porque mientras uno piense en sí mismo, en protegerse, no se puede actuar adecuadamente. Para ser pacificador se debe ser, por así decirlo, del todo neutral a fin de poder reconciliar a las dos partes. No se puede ser sensible, susceptible, no se puede estar a la defensiva. De lo contrario no se puede ser un buen pacificador.

Quizá se podría explicar mejor así. Pacificador es aquel que no lo ve todo en función del efecto que produce en sí mismo. Ahora bien, ¿acaso no está ahí la raíz de todos nuestros problemas? Vemos las cosas en función del efecto que nos producen. ‘¿De qué me sirve? ¿Qué significa para mí?’ Y en cuanto pensamos así, por necesidad se sigue la guerra, porque todos hacen lo mismo. Así se explican las discusiones y discordias. Todo el mundo ve las cosas desde un punto de vista egoísta. ‘¿Me conviene? ¿Se respetan mis derechos?’ La gente no se interesa por las causas a las que deberían servir, o por lo que puede unir. Todo es, ‘¿En qué me afecta? ¿Qué efecto produce en mí?’ Este es precisamente el espíritu que conduce a conflictos, malos entendidos y discusiones, y es lo opuesto a ser pacificador.

Lo primero, por tanto, que debemos decir en cuanto al pacificador es que tiene una idea del todo nueva de sí mismo, una idea que viene a ser la siguiente. Se ha visto a sí mismo y ha llegado a la conclusión de que en un sentido no vale la pena preocuparse en absoluto por este yo miserable y pecador. Es tan miserable; no tiene ni derechos ni privilegios; nada merece. Si uno se ha visto a sí mismo como pobre en espíritu, si uno ha llorado por tener el corazón ennegrecido, si uno se ha visto a sí mismo de verdad y ha tenido hambre y sed de justicia, no tratará uno ya más de defender derechos y privilegios, no preguntará, ‘¿Qué provecho hay para mí en esto?’ Habrá uno olvidado este yo. Es más, no podemos estar de acuerdo en que una de las mejores piedras de toque para saber si somos o no verdaderos cristianos no es precisamente este: ¿Odio mi yo natural? Nuestro Señor dijo, ‘El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Con esto quiso decir amarse a sí mismo, al hombre natural, a la vida natural. Esta es una de las mejores pruebas de si somos cristianos o no. ¿Han llegado a odiarse a sí mismos? ¿Pueden decir con Pablo, ‘¡Miserable de mí!´? Si no, si no pueden, no serán pacificadores.

El cristiano es un hombre que tiene doble personalidad, el hombre viejo y el nuevo. Odia al viejo y le dice, ‘¡A callar! ¡Déjame en paz! No tengo nada que ver contigo.’ Tiene una idea nueva de la vida, y esto implica sin duda que también tiene una idea nueva de los demás. Se preocupa por ellos; los ve de forma objetiva, y trata de verlos a la luz de la enseñanza bíblica. El pacificador es aquel que no habla de los demás aunque sean agresivos y difíciles. No pregunta, ‘¿Por qué son así?’ Dice, ‘Son así porque todavía están bajo el dios de este mundo, «el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.» Esa pobre persona es víctima del yo y de Satanás; está esclavizada; tengo que tener piedad y misericordia de él.’ En cuanto empieza a verlo así está en condiciones de ayudarlo, y es probable que haga las paces con él. Se debe tener, pues, una idea completamente nueva de los demás.

Extracto del libro: El sermón dle monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar