En BOLETÍN SEMANAL
​Bienaventurados los que sufren por causa de la justicia.  ¿Por qué son perseguidos así los justos? Y, sobre todo, ¿por qué son perseguidos los justos y no los buenos y nobles? La respuesta, me parece, es muy sencilla. A los buenos y nobles se les persigue muy pocas veces porque a todos nos parece que son como nosotros mismos en nuestros mejores momentos, sin embargo los justos exponen, sin hablar,una vida que condena nuestros actos.

   Pensamos, ‘Yo también puedo ser así con tal de que me lo proponga,’ y los admiramos porque es una manera de halagarnos a nosotros mismos. Pero los justos son perseguidos porque son diferentes. Por esto los fariseos y los escribas odiaron a nuestro Señor. No fue porque era bueno; fue porque era diferente. Había algo en él que los condenaba. Sentían que su justicia los hacía parecer muy poca cosa. Y esto les desagradaba. El justo quizá no diga nada; no nos condena de palabra. Pero por ser lo que es, de hecho nos condena. Por esto los odiamos y tratamos de encontrarles faltas.   Esta fue la explicación para la persecución de Daniel. Sufrió tanto porque era justo. No lo exponía públicamente, sino que lo manifestaba discretamente. Pero decían, ‘Este hombre nos condena con lo que hace; tenemos que acabar con él.’ Este es siempre el problema, y fue la explicación también en el caso de nuestro Señor. Los fariseos y otros lo odiaban por su santidad, justicia y verdad total y absoluta. Y por esto encuentra uno personas amables, generosas como Hudson Taylor, que sufren persecuciones terribles y violentas a manos de cristianos.

Es obvio, pues, que de todo esto se pueden sacar ciertas conclusiones. En primer lugar, nos dice mucho acerca de nuestras ideas respecto a la Persona del Señor Jesucristo. Si nuestro concepto de él es tal que lo vemos como alguien al que los no cristianos hayan de admirar y aplaudir, estamos equivocados. El efecto de Jesucristo sobre sus contemporáneos fue que muchos lo apedrearan. Lo odiaron; y por fin decidieron matarlo, prefiriendo a un asesino en vez de a él. Este es el efecto que Jesucristo produce siempre en el mundo. Pero hay otras ideas acerca de él.

Hay personas mundanas que nos dicen que admiran a Jesucristo, pero es por qué no lo han visto nunca. Si lo vieran, lo odiarían como lo odiaron sus contemporáneos.  . Tengamos, pues, cuidado de que nuestras ideas acerca de Cristo sean tales que el hombre natural lo pueda admirar o aplaudir fácilmente. Esto lleva a la segunda conclusión. Esta Bienaventuranza pone a prueba nuestras ideas acerca de qué es el cristiano. El cristiano es como su Señor, y por esto el Señor dijo de él, ‘¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas’ (Le. 6:26). Y con todo ¿no es nuestra idea de lo que es un cristiano perfecto el que sea una persona amable, popular que nunca ofende a los demás, con el que es fácil entenderse? Pero si esta Bienaventuranza es verdad, ese no es el verdadero cristiano, porque el cristiano de verdad es alguien al que no todo el mundo alaba. No alabaron a nuestro Señor, y nunca alabarán al que es como Él. ‘¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!’ Esto hicieron con los falsos profetas, pero no con Cristo.

La siguiente conclusión se refiere al hombre natural, no regenerado, y es ésta. La mente natural, como dice Pablo, ‘es enemistad contra Dios.’ Aunque habla de Dios, en realidad lo odia. Y cuando el Hijo de Dios vino a la tierra lo odiaron y crucificaron. Y así sigue siendo la actitud del mundo hacia él.

Esto nos lleva a la última conclusión. El nuevo nacimiento es una necesidad absoluta si uno quiere llegar a ser cristiano. Ser cristiano en último término, es ser como Cristo; y uno nunca puede ser como Cristo sin cambiar por completo. Debemos liberarnos de la naturaleza vieja que odia a Cristo y a la justicia; necesitamos una naturaleza nueva que ame estas cosas y entonces amará a Cristo y con ello llegará a ser como El.  

Finalmente, hagámonos esta pregunta: ¿Sabemos qué es ser perseguido por causa de la justicia? Para llegar a ser como Cristo tenemos que llegar a ser luz; la luz siempre disipa las tinieblas, y por esto las tinieblas odian a la luz. No hemos de ofender; no hemos de ser necios; no hemos de ser temerarios; ni siquiera hemos de mostrar nuestra fe. No hemos de hacer nada que atraiga persecución. Pero por ser simplemente como Cristo la persecución resulta inevitable. Pero esto es lo glorioso. Alegrémonos de ello, dicen Pedro y Santiago. Y nuestro Señor mismo dice, ‘Sois bienaventurados, felices, si sois así.’ Porque si uno se ve perseguido a causa de Cristo, por causa de la justicia, en cierto sentido ha conseguido uno la prueba final del hecho de que uno es cristiano, ciudadano del reino de los cielos. ‘Porque a vosotros,’ escribe Pablo a los filipenses, ‘os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él’ (Fil. 1: 29).

Y contemplo esos primeros cristianos a los que las autoridades persiguieron y los oigo dar gracias a Dios porque por fin los había considerado dignos de sufrir por su nombre. Quiera Dios por medio de su Santo Espíritu darnos una gran sabiduría, discreción, conocimiento y comprensión en todo esto, a fin de que si tenemos que llegar a sufrir, podamos estar seguros de que es por causa de la justicia, y podamos tener el consuelo pleno de esta gloriosa Bienaventuranza.

Extracto del libro: El sermón dle monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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