En BOLETÍN SEMANAL
​Los hombres falsos (falsos en la balanza como lo expresa David, cuando son probados y pesados), tratan a los que vienen a pedir sus favores, tanto más bondadosamente cuanto más pronto se proponen desecharlos y denegar sus peticiones; pero Dios, que es la verdad y la fidelidad personificada, no obra así. Cuando Él se propone responder a la oración, revela a veces su libre gracia, para que aquellos que son objeto de ella puedan ver y reconocer que su amor eterno es el origen de todo, recibiendo así lo que se ha pedido como fruto de tal amor, y quedando con ello mucho más profundamente agradecidos.

Si estando en oración Dios se acerca a tu alma y se revela a ella con motivo de tal o cual petición en particular, por ejemplo, en el caso de que al empezar te hubieras propuesto principalmente pedir alguna gracia temporal de sus manos, la resolución de algún asunto importante para bien y prosperidad de la iglesia (como Daniel, cap. 9, buscó a Dios pidiéndole el retorno de la cautividad); si antes de empezar a pedirlo, digo, o mientras lo estás pidiendo, Dios te sonríe, te da la bienvenida, se echa sobre tu cuello y te besa, has de considerar esto como señal de que oye tu oración, y que te acepta a ti y a ella. Si estando en tal o cual petición se experimenta más intensa impresión del favor y la presencia de Dios que en otras ocasiones o que en otros pasajes de la misma oración, es señal de que Dios te oye en este particular, y debes observar lo que Él dice a tu corazón.   Cuando Dios se acerca a ti, es señal de que te oye. Habiendo Daniel ayunado y orado durante tres semanas seguidas (10:2, 3), vino un ángel y, una de las tres Personas le dijo que era «varón muy amado»,   Cuando, de manera parecida, Dios por su Espíritu viene a tu encuentro y dice a tu corazón secretamente que eres su amado y que Él es tuyo, es que tus oraciones ciertamente han sido oídas; pues si acepta tu persona, mucho más tus oraciones (I Juan 5:13, 14).

Permitidme que añada solamente una advertencia que puede seros de gran utilidad: No siempre es infaliblemente cierto que cuando Dios se os acerca durante una petición particular, ésta os haya de ser concedida de la manera que vosotros deseáis; pero sí es evidencia segura de que vuestra oración ha sido oída de que lo que se a pedido es conforme a Su voluntad, de que os aprueba con gusto tanto a vosotros como a vuestras peticiones, de que tiene tanto más excelente opinión de vosotros a causa de ello, y de que os concederá lo pedido u os dará algo mejor. Es posible que haya en este caso una confusión en cuanto a lo que Dios se propone, si creemos que, cuando Él se acerca a nosotros, lo que se pidió ha de ser necesariamente concedido: La experiencia demuestra a veces lo contrario.

Pregunta.— Pero, ¿por qué se acerca tanto Dios si no se propone concederlo?

Respuesta1.— Con ello demuestra que su voluntad aprueba lo que se ha pedido. Ahora bien, Dios aprueba cosas que no decreta. Lo uno se llama «voluntad que aprueba», lo otro –voluntad que decreta-. Dios puede mostrarte que aprueba lo que pides (como por ejemplo si se trata de un asunto de gran importancia para la iglesia), y lo hace para darte aliento; pero esto no significa que el decreto de su voluntad sea precisamente para cumplimiento de aquello.

Respuesta 2.— Dios puede aceptar la persona y la oración sin conceder lo que se ha pedido; y acercándose, da testimonio de su aceptación. Más aún….

Respuesta 3.— Tal revelación de Sí mismo es muchas veces toda la respuesta que se proponía dar a tal oración. Además, gozar de la seguridad del amor de Dios es respuesta suficiente a la petición de una gracia particular. Por ejemplo, supongamos que oraste contra algún mal que amenazaba a su iglesia, mal que, sin embargo, Él se propone que venga. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción? Él ha puesto en tu corazón orar en contra de ello, para manifestar así la sinceridad de tu afecto; y, al verte sincero, se acerca a ti y te dice que, a pesar de todo, te irá bien, y que le eres muy amado. A veces tendrás que recibir esto como única respuesta, respuesta que Él da para contentar el corazón y prepararlo para una denegación de lo pedido. Si Dios respondiera simplemente con una negativa, sin ninguna manifestación previa de su presencia, podría ocasionar en el cristiano que ha orado fervientemente, como en muchos casos ocurre, que Su amor fuera puesto en duda. 

 Dios despierta en el corazón una especial fe en determinado asunto, y sostiene este corazón para que tenga esperanza, a pesar de todos los motivos de desaliento. Así lo hizo en David (Salmo 27:3). Se hallaba David en gran peligro a causa de Saúl o de Absalón, y tales y tan frecuentes riesgos corría que, hablando humanamente y según las circunstancias, lo más razonable era suponer que jamás podría volver a vivir en paz en Jerusalén, y gozar allí tranquilamente de las ordenanzas de Dios. Mas, a pesar de ello, David había orado, y había hecho, por decirlo así, la petición más importante de toda su vida. Todo hombre tiene alguna gran petición que hacer, que destaca por encima de todas las demás, como también tiene alguna gracia o don especial que sobrepuja a las otras, etc. Todo hombre puede pedir algo especial a Dios, además de su salvación, como por ejemplo algo relacionado con su ministerio, etc. Por lo cual, David dice en el v. 4: «Una cosa he demandado», y, en consecuencia, Dios le dio una fe especial en este respecto por encima de otras cosas, por ser su gran petición. «Yo en esto confío» (v. 3); es decir, aunque una numerosa hueste de hombres me rodee una y otra vez, dice, yo en esto confío, que escaparé a pesar de todo, y volveré a ver a Jerusalén, y gozaré de las ordenanzas viviendo en paz. Aunque la fe le faltó muchas veces (como en el caso de la persecución de Saúl cuando dijo que el fin sería «muerto algún día por la mano de Saúl», 1Samuel 27:l), en otras ocasiones fue sostenida su fe de modo maravilloso, y «en esto confió».   Del mismo modo que hay un testimonio del Espíritu Santo que habla directamente al corazón, que sella la adopción de una persona, también, en algunos casos, hay el mismo testimonio en cuanto a la obtención de algo eminente que hemos pedido. Testimonio particularmente especial que, en cierto modo corresponde a la antigua fe en los milagros, por la cual un hombre tenía particular confianza en que Dios haría tal milagro en su favor. En la oración, y por medio de ella, puede haber en algunas cosas un particular fortalecimiento y seguridad del corazón, en el sentido de que Dios hará tal cosa por un hombre; lo cual, he de confesar, es raro y extraordinario, como también lo es el testimonio directo relativo a nuestras personas, y del cual carecen muchos que van al cielo. Y acaso también el que se refiere a la concesión de mercedes especiales sea mucho más raro, y sólo se dé en algunos aspectos. Quizás los hombres no lo conozcan, pero puede existir en los espíritus de algunos, tal como hemos visto en el caso de David.

Por Thomas Goodwin

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