En BOLETÍN SEMANAL
​El FundamentoEste Fundamento, esta Roca poderosa y que no puede ceder, puede soportar el peso de los pecados de pensamiento, de imaginación y de corazón; los pecados públicos y aquellos que sólo Dios conoce; los pecados contra Dios y contra el hombre, y los pecados de toda clase y condición.


«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16:18)

El Señor Jesús dijo: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” ¿Y qué quería decir el Señor Jesús con estas palabras? ¿Hacía de Pedro el fundamento de su Iglesia? Ciertamente ¡no! Si Cristo hubiera querido decir el que la Iglesia iba a ser fundada sobre Pedro, ¿por qué no dijo: «Sobre ti edificaré mi Iglesia»? Si se hubiera referido a Pedro ciertamente, hubiera dicho «Edificaré mi Iglesia sobre ti» de la misma manera que dijo: «A ti te daré las llaves.” No, no era sobre la persona de Pedro, sino sobre la confesión que acababa de hacer sobre donde iba a fundarse la Iglesia. No era sobre el inestable Pedro, sino sobre aquella poderosa verdad que el Padre le había revelado. Era la verdad respecto al Salvador prometido, el Fiador, el Mesías, el Mediador entre Dios y el hombre. Esta era la piedra, este era el fundamento sobre el cual la Iglesia de Cristo iba a ser edificada.

El coste del fundamento de la verdadera Iglesia fue enorme. Exigió nada menos que el hecho de que el Hijo de Dios tomara sobre sí nuestra naturaleza, y con ella viviera, sufriera y muriera. No por Sus pecados, sino por los nuestros. Requería el que con tal naturaleza Cristo fuera al sepulcro y resucitara otra vez.
Requería el que con esa naturaleza, Cristo, habiendo obtenido eterna redención para su pueblo, ascendiera a los cielos para sentarse a la diestra de Dios. Ningún otro fundamento hubiera podido satisfacer las necesidades de pecadores perdidos, culpables, depravados y sin esperanza.

El fundamento, una vez obtenido, es sumamente sólido. Puede soportar el peso de los pecados de todo el mundo. Ha soportado el peso de todos los pecados de todos los creyentes que sobre Él han edificado. Esta Roca poderosa y que no puede ceder, puede soportar el peso de los pecados de pensamiento, de imaginación y de corazón; los pecados públicos y aquellos que sólo Dios conoce; los pecados contra Dios y contra el hombre, y los pecados de toda clase y condición. El oficio Mediador de Cristo es un remedio suficiente para los pecados de todo el mundo.

Todo miembro de la verdadera Iglesia de Cristo está cimentado sobre este fundamento. En muchas cosas los creyentes están desunidos y en desacuerdo, pero en lo que respecta al fundamento de sus almas todos son de una misma mente. Ya sean episcopales o presbiterianos, bautistas o metodistas, todos los creyentes convergen en un punto: todos están edificados sobre la Roca. Preguntadles dónde han obtenido su paz, su esperanza y la expectación gozosa de las bendiciones venideras, y todos, sin excepción, os señalarán a Cristo como la fuente todopoderosa de bendición. Él es el Mediador entre Dios y el hombre, el Sumo Sacerdote y el Fiador de los pecadores.

Para saber si eres o no un miembro de la verdadera Iglesia, debes examinar el fundamento de tu profesión religiosa. Esto es algo que sólo tú puedes saber. Tu adoración pública es algo que podemos ver; pero no podemos ver si estás edificado personalmente sobre la Roca. Tu presencia en la Mesa del Señor podemos atestiguarla, pero no podemos ver si estás unido a Cristo. ¡Mucho cuidado! No te equivoques en lo que a tu salvación personal se refiere. Asegúrate de que tu alma descansa sobre la Roca. Sin esto, todo lo demás no vale nada. Sin esto, nunca podrás levantarte en el día del juicio. En aquel día será mil veces mejor encontrarse en una choza «sobre la roca», que en un palacio sobre la arena.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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