En BOLETÍN SEMANAL
​​LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS HASTA EL FIN: Me has guiado según tu consejo. Y después me recibirás en gloria. Salmo 73
La proposición en general de este salmo es que la salvación es enteramente "por gracia ... por medio de la fe, y esto no de vosotros pues es don de Dios” (Ef. 2:8). La gloria en la salvación de cada alma es enteramente de Dios. Tenemos aquí la gran fórmula de la Reforma Protestante que no debemos olvidar jamás.

Hemos visto que la doctrina bíblica con respecto a esto puede ser catalogada en ciertas categorías.
Primero, la gracia salvadora. Esta es la forma original en que nos llega la gracia, trayéndonos el perdón de nuestros pecados.
Luego la gracia restringente. Hemos notado que fue Dios quien sostuvo a este hombre. Sus pies casi resbalaron. ¿Por qué no resbaló? Porque, según él, se acordó del daño que podría haber causado al hermano más débil. Pero, ¿quién puso ese pensamiento en su mente? Dios; El nos frena. Dios permite que sus hijos vaguen muy lejos, hasta tal punto que algunos piensen que no son hijos de Dios. Sin embargo esto significa que como hemos visto, no entendemos la doctrina del hermano caído. Parece que Dios permite que nos apartemos lejos, pero nunca del todo. Él nos sostiene de la mano derecha, nos frena.

Luego hemos visto la obra de la gracia restauradora. Dios hizo volver a este hombre y lo llevó al santuario. No fue un pensamiento ocioso que vino a su mente, y le obligó a decir, «Y bien, ¿por qué no voy a la casa de Dios?» Alguno que haya vagado lejos del Señor al leer estas palabras, y examinar su propia experiencia, encontrará que el pensamiento que le vino, no fue un impulso repentino sino que Dios se lo puso en su mente. Dios manipula nuestras mentes y pensamientos. Le llevó al santuario y como resultado lo restauró.

A este punto llegamos. Todo eso pertenece al pasado. El salmista está todavía mirando hacia atrás. No puede entender este «con todo», esto tan sorprendente. «Todavía estoy en la presencia de Dios», dice. «Dios todavía me mira y se interesa por mí, a pesar de lo que estuve haciendo, a pesar de lo que casi llegué a hacer». «Con todo yo siempre estuve contigo”. No lo puede olvidar, y dice: «Estoy aquí por Dios y por su gracia». Y dándose cuenta de esto, mira hacia el futuro. ¿Cómo será? Su respuesta es: «El futuro será siempre igual. Estoy siempre en las manos de Dios». Y dado que «me tomaste de la mano derecha”: «me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria”.

El primer punto que tenemos que considerar aquí es que este nuevo paso que el salmista toma es casi inevitable en vista de lo que dijo. Para mí todo el caso depende de esa proposición. Mi argumento es que la persona que comprende, como el salmista, lo ocurrido en el pasado, tiene, por necesidad e inevitable lógica, que decir esto acerca del futuro. Por tanto, si no podemos decir lo mismo que él acerca del futuro, significa que no hemos comprendido el pasado. En otras palabras, la vida cristiana es un todo. La doctrina de la gracia es una sola e indivisible; no podemos tomar parte de ella y dejar el resto. Es todo o nada. Afirmo, pues, que este hombre hizo esta declaración porque se vio obligado a hacerlo. Argumenta así: «He sido restringido; cuando casi me perdía, he sido sostenido por la poderosa mano de Dios. Como resultado de su gracia, estoy en la presencia de Dios. ¿Por qué? Por la gracia restauradora de Dios. Pero ahora se suscita esta pregunta: ¿por qué Dios me trató así?, por qué Dios me restauró? Hay una sola respuesta a esta pregunta. Dios ha hecho esto porque le pertenezco, porque Él es mi Padre, porque soy su hijo. En otras palabras, no es algo accidental o fortuito. Dios ha hecho esto conmigo por la relación que existe entre nosotros, y por lo tanto, si esto es verdad, tendrá que seguir haciendo lo mismo en el futuro.
Es decir que estamos considerando, aunque no nos demos cuenta de ello, lo que se conoce como la doctrina «de la perseverancia hasta el fin, de los santos». ¿Conocemos esto? No ha habido otra doctrina descubierta por la Reforma Protestante  que haya traído más gozo, aliento y consolación al pueblo de Dios, que ésta. Fue esta doctrina la que sostuvo a los santos del período del Nuevo Testamento, y como veremos, desde esa época no ha habido nada que haya sostenido y estimulado tanto al pueblo de Dios. Esta doctrina explica las grandes proezas que hay en los anales de la Iglesia Cristiana. Jamás entenderemos a personas como los Pactantes de Escocia y los Puritanos —hombres que dieron sus vidas con gozo y gloria— si no es a la luz de esta doctrina. Es la explicación de algunas de las maravillosas cosas que sucedieron durante la última guerra; es la única forma que podemos entender cómo algunos cristianos alemanes se enfrentaron a Hitler y le desafiaron.

El salmista ahora nos da una excelente exposición de esa doctrina. Se dirige a Dios y esto es lo que dice: «Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria”. Muchos expositores bíblicos no se han puesto de acuerdo en cuanto al significado exacto de esto. A algunos no les gusta la palabra «después». Dicen que debe leerse así: «Me guiarás hacia la gloria». Sin embargo, el sentido es el mismo. Ya sea que pongamos estas palabras en presente o en futuro, hay un elemento de continuidad en las mismas. Lo que el salmista está diciendo es: «Tú estás haciendo esto ahora, y lo seguirás haciendo, y ‘después’ gloria…». Este hombre no está expresando sólo una esperanza; está absolutamente seguro de ella, como el resto del Salmo lo explica más extensamente y en detalle.
Esta es una doctrina que se encuentra en toda la Biblia, en el Antiguo Testamento así como en el Nuevo. Los santos del Antiguo Testamento vivieron en el mundo a la luz de esta doctrina. Así se explican los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 de Abel en adelante. Se ve con particular claridad en el caso de Noé. Noé fue un excéntrico, necio y extraño en la sociedad en la que vivió. Parecía muy ridículo construir un arca. Él no era como los demás, que vivían para este mundo. No; se estaba preparando para una catástrofe. ¿Por qué lo hizo? Porque conocía a Dios, creyó en El (deseaba solamente agradarle a Él. Una magnífica presentación de esta doctrina se encuentra en Hebreos 11:13-16: «Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos porque les ha preparado una ciudad”

Esta es una síntesis perfecta de la forma en que los santos del Antiguo Testamento vivieron; explica la fe de ellos y su filosofía de la vida. Es la declaración de la doctrina de la perseverancia de los santos hasta el fin. Se ve más clara, como es de esperar, en el Nuevo Testamento. Y es más clara por esta razón: porque el Hijo de Dios ha venido a este mundo y cumplido con su obra, y por lo tanto tenemos mucha más seguridad que los santos del Antiguo Testamento. Ellos tenían seguridad, pero nosotros deberíamos estar doblemente seguros. El Hijo de Dios vino a este mundo y volvió al cielo. El ha sido oído, tocado y palpado. Tenemos toda esta evidencia y aun más, pues el Espíritu Santo ha sido dado en una forma tal que no había sido experimentado antes de Cristo. El efecto de esto tendría que asegurarnos doblemente esta gloriosa y maravillosa doctrina de la perseverancia de los santos hasta el fin.

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