En BOLETÍN SEMANAL
​He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras. Salmo 73
 Otra verdad que él enfatiza, especialmente al usar el nombre Jehová, es que Dios es el Dios de los pactos, Dios, en su relación de pacto con los hombres. Recordaremos que cuando Dios llamó a Moisés para librar a los Hijos de Israel de la cautividad y servidumbre de Egipto, dio una especial revelación de Sí mismo como Jehová. Había dado su nombre antes, pero aquí lo define; y siempre usa este nombre cuando se refiere al pacto.

En otras palabras. Dios en su bondadoso propósito hacia nosotros, Dios como el Dios que planteó la salvación. Dios como el Dios que se interesa por nuestro bienestar y nuestra prosperidad. Él mismo pacta, Él mismo se compromete a hacer todo esto por nosotros. Ahora, dice el salmista, lo único que deseo en esta vida por sobre todas las cosas es estar cerca de tal Dios. Quiero mantenerme en contacto con Él. Podríamos explicarlo de esta forma. Cuando algún gran personaje nos dice que se pondrá en contacto con nosotros, estamos agradecidos y queremos mantener el contacto con él. Con toda razón creemos que es un privilegio y un honor. Ojala veamos con claridad que la bendición final que el Señor Jesucristo vino a dar es vida eterna.

¿Qué es la vida eterna? Nuestro Señor lo definió así: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3). O como Juan lo expresa en su Primera Epístola, donde les dice a sus lectores: »que tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1Jn. 1:3). El salmista dice entonces: «Esta es mi determinación, quiero quedarme cerca de Dios, mantenerme en contacto con Él; quiero pasar todo mi tiempo con Él, y vivir siempre en su presencia. Me agrada pensar en su poder, en sus promesas, y recordar su constancia». ¿No es este un pensamiento consolador y reconfortante? No sabemos lo que nos aguarda, vivimos en un mundo lleno de cambios y nosotros mismos somos inconsecuentes. El mejor de nosotros es sólo una criatura cambiante. No hay nada más característico de nuestro mundo que su inestabilidad e incertidumbre. ¿Hay algo más maravilloso que saber que en cualquier momento, podemos entrar en la presencia de Aquel que es eternamente el mismo, “…el Padre de las luces en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Stgo. 1:17). ¡No importa lo que esté pasando alrededor nuestro, o dentro de nosotros, podemos ir a Aquel que es siempre el mismo, el mismo en su poder, su majestad, su gloria, su amor, su misericordia, su compasión y en todo lo que Él ha prometido! ¿Entendemos ahora a este hombre? «No me interesan los otros», dice; «Pero en cuanto a mi, el acercarme a Dios es el bien”. Pensemos más en Dios. Meditemos en El; volvamos nuestras mentes y nuestros corazones hacia Él. Comprendamos que en Cristo, Él nos ofrece su comunión, su compañía, en forma constante y permanente.

Existe otra razón más. «En cuanto a mi, el acercarme a Dios es el bien”, dice. Esto lo he enfatizado ya, y lo quiero volver a enfatizar. El elemento pragmático nunca debe ser excluido. Con esto no quiero decir que nos volvemos a Dios para obtener ciertas bendiciones, sino que si somos cristianos, sin duda recibiremos ciertas bendiciones. Y está bien que recordemos esto. Fue por «el gozo puesto delante de él” que nuestro bendito Señor «sufrió la cruz”; y, ¿no es esto lo que el apóstol quiere decirnos cuando expresa «…tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”? (Rom. 8:18). Pongamos estas cosas en el orden correcto. Comencemos con Dios como Dios, y por el hecho de que es Dios, y luego recordemos que Él es Dios para nosotros En otras palabras, significa que estar cerca de Dios equivale a ser salvos. Y esta es la razón por la cual el salmista quiere quedarse allí. No es de sorprender que diga que es bueno el acercarse a Dios en vista de la experiencia por la que ha pasado. ¡Qué miseria y desdicha, cuántos dolores sufrió hasta que fue al santuario de Dios! Pero allí, habiendo comprendido su posición, se llenó de felicidad Se regocijó en Dios, y sentía que nunca había sido tan feliz en toda su vida, aunque las circunstancias de los impíos no habían cambiado. Es bueno estar cerca de Dios; es el lugar de salvación y de liberación.

Santiago en su estilo tan práctico, expresa esto muy sencillamente en su epístola. «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stg. 4:8). Nuevamente, este es un pensamiento glorioso, y podemos estar seguros que cada vez que tomamos un paso hacia Dios, Dios tomará un paso hacia nosotros. No pensemos que el acercarnos a Dios será difícil. Si es que nos acercamos a Él en verdad, si nos acercamos a Él honestamente, podemos estar seguros que Dios nos encontrará. Él es el Dios de salvación. Esta es una buena razón para acercarnos a Él. El tiene todas las bendiciones que necesitamos. No hay nada que nos falte que Dios no pueda suplir. Todas las bendiciones vienen de Dios; Él es el Dador de «toda buena dádiva y todo don perfecto”. Ha puesto todas las bendiciones en Cristo, y nos ha dado a Cristo. «…Porque todo es vuestro”, dice Pablo a los Corintios. ¿Por qué? Porque «vosotros sois de Cristo».

Es una lógica inevitable. «Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”, porque cuando estoy cerca de Dios sé que mis pecados son perdonados; pero cuando estoy lejos de Dios comienzo a dudar. No puedo lidiar con una conciencia que me remuerde. Y menos aún puedo responder a las acusaciones de otras personas, o del diablo. Es solamente cuando estoy cerca de Dios en Cristo, que sé que mis pecados son perdonados. Siento su amor, siento que soy su hijo y gozo de sus inapreciables bendiciones de paz con Dios, dentro de mí y con los demás. Siento su amor y tengo un gozo que el mundo no tiene y que no me puede quitar.
Alguien que ha probado alguna vez de estas cosas necesarias tiene que reconocer que no hay nada comparable con estar cerca de Dios. Miremos nuestra vida. Escojamos los momentos más gloriosos de nuestra experiencia, los momentos supremos de paz y gozo.

¿No han sido estos momentos cuando más cerca hemos estado de Dios? No hay nada que se pueda igualar a la felicidad, el gozo y la paz que resultan de estar cerca de Dios. Allí estamos por encima de nuestras circunstancias. Comenzamos a conocer algo de lo que Pablo quiso decir cuando escribió: «…pues he aprendido a contentarme, cualquiera sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia”. Las circunstancias, los accidentes, y las casualidades, han dejado de dominarnos. Es bueno estar cerca de Dios porque es un lugar de salvación, porque allí experimentamos todas las bendiciones. Significa que estamos sumergidos en el océano del amor de Dios y que allí quedaremos. Tomemos, entonces, esta determinación de quedarnos cerca de Dios.

Extracto del Libro: La fe a prueba, del Dr. Martin Lloyd-Jones

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