En BOLETÍN SEMANAL
​​Spurgeon ofrece esta enseñanza acerca de la importancia de nuestro deber persisitiendo en la oración:
Si queremos ser oídos, debemos persistir; debemos continuar incesante y constantemente, y no poner pausas a nuestra oración hasta OBTENER la misericordia lo más posible. "Los hombres siempre deberían orar". Semana tras semana, mes tras mes, año tras año; la conversión de ese hijo querido debe ser la principal súplica del padre.  Presentar en oración a ese esposo inconverso es confiar de corazón, por parte de la esposa, de noche y de día hasta que lo logre; ella no debe usar l0 ó 20 años de oración infructuosa como motivo para dejar de orar; no debe imponerle a Dios ni tiempos ni temporadas, pero mientras haya vida en ella y vida en el objeto querido de su solicitud, debe continuar rogándole al poderoso Dios de Jacob.

De la misma manera, el pastor no debe buscar una bendición para su gente ocasionalmente y después de recibir cierta medida desistir de interceder más, sino que debe continuar  con vehemencia y sin pausa, sin contener sus energías, clamando en VOZ alta sin detenerse hasta que las ventanas del cielo se abran y se otorgue una bendición demasiado grande para contener. Pero, hermanos, ¡cuántas veces le pedimos a Dios, y no recibimos porque no esperamos lo suficiente en la puerta: Tocamos una o dos veces la puerta de la misericordia, y como no abre la puerta a un mensajero amistoso, nos vamos por nuestro lado. Demasiadas oraciones son como los golpes desenfrenados que dan los niños en las puertas y luego cuando  se abre la puerta, el niño ya se ha ido. Oh, por gracia permanezca cara a cara con el ángel de Dios, y nunca, nunca, nunca, suelte el agarre; sintiendo que la causa  que abogamos es una en la cual debemos tener éxito puesto que almas dependen de ello, la gloria de Dios está conectada a ello, la condición de nuestro prójimo está en peligro. Si pudiéramos entregar en oración nuestra propia vida y las de aquellos que más queremos, lo haríamos; sin embargo no podemos entregar las almas de los hombres, debemos instar y rogar una y otra vez hasta obtener la respuesta”.

Cuando Pablo nos manda a orar sin cesar, él simplemente está respaldando el principio que Jesús enseñó en Lucas 11 y 18 de que la oración debe ser incesante. No se nos escucha por las muchas palabras que usamos, sino por el gemir de nuestros corazones. El hombre que fue donde su amigo para pedirle pan no recitó una petición preestablecida, él rogó por lo que necesitaba.

Lo mismo es cierto acerca de la viuda, ella clamó por protección al que tenía el poder para contestar su petición. La oración persistente y continua que sale de lo más profundo de su ser es lo que mueve el corazón de nuestro compasivo y amoroso Dios.        

 PODER

El pensamiento más importante y penetrante que Pablo nos da acerca de la oración es que debe ser «en el Espíritu» (Ef. 6:18). Esta calificación no tiene nada que ver con hablar en lenguas ni con ninguna otra actividad de éxtasis o sobrenatural. Orar en el Espíritu es orar en el nombre de Cristo, esto es, orar de acuerdo a su naturaleza y voluntad. Orar en el Espíritu es orar en completo acuerdo con el Espíritu, quien «nos ayuda en nuestras debilidades; porque cómo debiéramos orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios» (Rom. 8:26,27). Zacarías 12:10 llama al Espíritu Santo el «espíritu de gracia y súplica». Así como debemos orar continuamente, debes saber  que el Espíritu Santo ora continuamente por nosotros. Cuando oramos en el Espíritu, sincronizamos nuestra mente y deseos con su mente y sus deseos, los cuales concuerdan con la voluntad del Padre y del Hijo.

¿Cómo hacemos para que nuestras oraciones estén de acuerdo con el Espíritu?.    A medida que tu vida se llene con el Espíritu (Efe. 5: 18) y camine en obediencia a él, él gobernará tus pensamientos para que tus oraciones estén en armonía con las de él. A medida que te sometes al Espíritu Santo, obedecerás su Palabra y dependerás de su guía y fortaleza, serás atraído a tener una comunión cercana y profunda con el Padre y el Hijo, Nuestra vida debe reflejar un compromiso continuo al ejercicio constante de la oración, Todo lo que aprendemos de Dios debe conducirnos a su presencia. Haz que esto sea tu meta a medida que presentas cada aspecto de tu vida en oración.

Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur

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