En BOLETÍN SEMANAL
​Hay una confusión cuando se habla de ley, porque la Escritura menciona la ley cermonial, la ley civil y la ley moral, que está contenida en los diez mandamientos.  ¿A qué se está refiriendo nuestro Señor cuando dice en este sermón del monte que Él ha venido a cumplir la ley?.  ¿A cual de las tres leyes se refiere? Y por otra parte, ¿cual es la razón por la que muchos creyentes dicen que no tienen por qué cumplir la ley, ya que Cristo la cumplió por ellos?  ¿Quizá pueden robar, mentir o matar, porque están fuera de la ley?  ¡¡¡No parece que lo que muchos defienden tenga sentido!!! Vamos a estudiar....

Cristo cumple la ley también en nosotros y a través de nosotros por medio del Espíritu Santo. Este es el argumento del apóstol Pablo en Romanos 8:2-4. Nos dice bien claramente que esta es una de las explicaciones de por qué nuestro Señor murió. ‘Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.’ Esto es sumamente importante y significativo, porque el apóstol aquí relaciona las dos cosas: la forma en que nuestro Señor cumplió la ley y la forma en que cumple la ley en nosotros. Esto dice precisamente nuestro Señor en este pasaje de Mateo 5. Cumple la justicia de la ley, y nosotros hemos de hacer lo mismo. Ambas cosas van juntas. La cumple en nosotros dándonos el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo nos da amor a la ley y capacidad para vivir de acuerdo a ella. ‘Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede,’ dice el apóstol Pablo en el mismo capítulo octavo de Romanos.

 Pero los que hemos recibido el Espíritu no somos así. No estamos en enemistad contra Dios, y por tanto estamos sujetos a la ley. El hombre natural odia a Dios y no está sujeto a su ley; pero el que ha recibido al Espíritu ama a Dios y está sujeto a la ley. Así es como quiere vivir y recibe capacidad para ello: ‘para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.’ Considerémoslo así. Por medio del profeta Jeremías, Dios hizo una gran promesa. Dijo, de hecho, ‘Voy a hacer un nuevo pacto, y la diferencia entre el nuevo y el antiguo será ésta, que voy a escribir mi ley en vuestra mente y en vuestro corazón. Ya no estará en tablas de piedra fuera de vosotros, sino en las tablas de carne del corazón.’ El autor de la carta a los Hebreos comenta esto en el capítulo octavo donde se gloría en el nuevo pacto, la nueva relación, porque bajo ella la ley está dentro de nosotros, no fuera. Como la ley ha sido escrita en nuestra mente y corazón debemos desear cumplirla.

Voy a resumirlo todo por medio de una pregunta. ¿Cuál es la situación respecto a la ley y a los profetas? Ya he intentado demostrarles cómo se cumplieron los profetas en Jesucristo y por medio de Jesucristo; y con todo todavía queda algo por cumplir. ¿Qué se puede decir de la ley? Respecto a la ley ceremonial, como ya dije, se puede decir que ha sido cumplida por completo. Nuestro Señor la observó durante su vida en la tierra, y exhortó a los discípulos a hacer lo mismo. En su muerte, resurrección y ascensión se ha cumplido enteramente toda la ley ceremonial. Como confirmación de eso,  el templo fue destruido más tarde. El velo del templo ya se había rasgado en el momento de su muerte, y por fin también fueron destruidos más adelante el templo y todo lo que en él había. De modo que, a no ser que vea que el Señor Jesucristo es el altar y el sacrificio y la fuente de la purificación y el incienso y todo lo demás, sigo todavía atado al sistema levítico. A no ser que vea todo esto cumplido en Cristo, a no ser que Él sea mi ofrenda cruenta, mi sacrificio, mi todo, toda esta ley ceremonial sigue aplicándose a mi persona, y soy responsable de cumplirla. Pero si la veo cumplida y llevada a cabo en El, digo que la cumplo toda creyendo en El y sometiéndome a Él. Esta es la situación respecto a la ley ceremonial.

¿Qué decir en cuanto a la ley civil? Esta ley estuvo destinada a la nación de Israel, como teocracia de Dios, en las circunstancias especiales en que se hallaba. Pero Israel ya no es la nación teocrática. Recuerden que al final de su ministerio nuestro Señor se volvió a los judíos y les dijo, ‘Os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.’ Esta afirmación en Mateo 21:43 es una de las más cruciales e importantes de toda la Biblia respecto a la profecía. Y el apóstol Pedro, en 1 Pedro 2:9,10, dice bien claramente que la nueva nación es la Iglesia. Ya no hay, pues, una nación teocrática, de modo que la ley civil también ha sido cumplida.

Nos queda, pues, la ley moral. La situación respecto a ella es diferente, porque con ella Dios establece algo permanente y perpetuo, la relación que siempre debe existir entre Él y el hombre. Se resume, desde luego, en el que nuestro Señor llama el primero y mayor de los mandamientos. ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.’ Esto es permanente. No es sólo para la nación de Israel en aquel tiempo; es para todo el género humano. El segundo mandamiento ‘es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ También esto no fue sólo para la nación teocrática de Israel; no era simplemente la ley ceremonial antigua. Es condición y parte permanente de nuestra relación perpetua con Dios.

Así pues, la ley moral interpretada según el Nuevo Testamento, sigue en vigor, y lo seguirá hasta el fin de los tiempos, hasta que alcancemos la perfección. En 1 Juan 3 el apóstol tiene mucho cuidado en recordar a sus lectores que el pecado en el cristiano sigue siendo ‘infracción de la ley.’ ‘Seguimos en relación con la ley,’ dice Juan de hecho, ‘porque el pecado es infracción de la ley.’ La ley sigue existiendo, y cuando peco la violo, aunque soy cristiano, no judío, sino gentil. De modo que la ley moral se nos aplica todavía. Esta es la situación actual.


Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martin Lloyd-Jones

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