En BOLETÍN SEMANAL
​El único que tiene derecho a gobernar y reinar no es nadie más que el Rey mismo, el Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo.
El Salmo 2:6-8 dice de Él:   Sal 2:6  Pero yo he puesto mi rey  Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto;  Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú;  Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones,  Y como posesión tuya los confines de la tierra.

Jesucristo es aquel que cumple la promesa de un Rey venidero. Él estaba destinado a ser el Mesías, el «ungido». Él es la esperanza de Israel, la esperanza de la iglesia y la esperanza del mundo.
En uno de sus sueños, Daniel vio una estatua representando los reinos del mundo que la desmenuzó una piedra que se había desprendido, la cual representa a Cristo (Dan. 2:34, 35). Luego la piedra llenó toda la tierra. El simbolismo es claro: Cristo al final aplasta los reinos de los hombres y establece el suyo. Cristo es inseparable de su reino. El santo propósito de Dios es exaltar a Cristo en la consumación de la historia cuando el Hijo gobierne y reine en su reino.

NUESTRA NUEVA PRIORIDAD
Nuestro mayor deseo como creyentes debería ser ver al Señor reinando como Rey en su reino, teniendo el honor y la autoridad  que siempre ha sido suya pero que aún no la ha venido a  reclamar. Esto nos lleva a la segunda petición en nuestro modelo de oración de Mateo 6:10; orar «venga tu reino» es orar para  que el propósito  de Dios se cumpla, para que Cristo venga y reine.

TRATANDO CON EL EGO
A pesar de nuestro deseo de preocuparnos del reino de Dios, nuestras oraciones generalmente se centran en nosotros  mismos. Nos enfocamos en nuestras necesidades, nuestros planes y nuestras aspiraciones. A menudo somos como bebés, que  no conocen otro mundo que el de sus propios sentimientos y  deseos. Nuestra vida es una lucha interminable en contra de
nuestros viejos hábitos pecaminosos, con su constante y tenaz  enfoque en uno mismo.
 Es nuestra responsabilidad orar por nuestras familias,  por los pastores, los misioneros, y por otras muchas cosas. Pero en cada caso nuestras oraciones deberían ser para que Dios lleve a cabo su voluntad dentro de esas personas y a través de ellas, que piensen, hablen y actúen según su voluntad.
El reino debe estar en el centro de nuestras oraciones. Antes de que vayamos a su presencia llenos de peticiones, necesitamos  detenernos lo suficiente como para meditar en las causas suyas y su reino. Debemos afirmar nuestro anhelo de que él sea glorificado en sus propósitos.

TRATANDO CON SATANAS
Tan pronto como deseamos vivir una vida santa para Cristo, nos encontramos en un gran conflicto. La más grande oposición al reino de Cristo, y la más grande oposición a la vida cristiana, es el reino de este mundo presente, el cual lo gobierna Satanás.
 La esencia del reino de Satanás siempre ha sido la oposición al reino de Dios y su pueblo. Satanás desafiará el esfuerzo de todo creyente para vivir una vida santa.

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