En BOLETÍN SEMANAL
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino...
Este reino no se refiere principalmente a un territorio geográfico sino a soberanía y dominio. Por lo tanto, cuando oramos "venga tu reino", estamos orando para que comience el gobierno de Dios sobre la tierra al asumir Cristo su legítimo puesto como gobernante Universal.

 Es un Reino que le pertenece a Dios

El reino por el cual estamos orando es singular porque no le pertenece a ningún monarca terrenal; le pertenece al «Padre nuestro que está en los cielos» (Mat. 6:9). Como creyentes, ya no somos de este mundo (Juan 17:14). Nuestro principal interés se ha trasladado de este mundo, y nuestra verdadera ciudadanía ahora está en el cielo (Fil. 3:20). Sólo somos viajeros y peregrinos (l Pedo 1:17), esperando entrar a una ciudad cuyo Arquitecto y constructor es Dios (Heb. 11:10).

El reino de Dios no es como los reinos humanos de este mundo. Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persa, Grecia,  Roma ya no son potencias mundiales, su época en el centro de atención del público fue breve. Alejandro Magno tuvo uno de los imperios más grandiosos en toda la historia del mundo, pero también desapareció. Todas las civilizaciones que una vez fueron grandiosas ahora están extintas.

Lo que Daniel dijo en referencia al fin del imperio babilónico se podía referir a todas las naciones del mundo: «Dios ha contado tu reino y le ha puesto fin … Pesado has sido en balanza y has sido hallado falto … Tu reino ha sido dividido, y será dado a los medos y a los persas» (Dan. 5:26-28). Los reinos terrenales siguen el rumbo de toda carne: El poder degenerador del pecado causa inevitable deterioro y destrucción.  Pero el reino de Dios es más grande que cualquier nación.
Nuestro Señor dijo: buscad primeramente el  reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mat. 6:33).
Él se encargará de todas nuestras necesidades -ropa, albergue y alimentos- cuando buscamos su reino. De manera que deberíamos orar: «Señor, haz cualquier cosa que saque adelante a tu reino y fomente tu reinado».

CRISTO ES EL GOBERNANTE
El reino de Dios, o de los cielos, fue el centro del mensaje de Jesús. Es el evangelio, las buenas nuevas del reino de nuestro Señor y de su Cristo. Dondequiera que iba, Jesús predicaba el mensaje de salvación. Incluso dijo: «Me es necesario anunciar el evangelio de! reino de Dios … porque para esto he sido enviado» (Luc. 4:43). El reino de Cristo es nada menos que la cúspide de la historia de la humanidad. Jesús pasó tres años con los discípulos enseñándoles acerca del reino. Después que murió y resucitó, se les apareció durante un tiempo de 40 días dándoles mandamientos pertenecientes al reino de Dios (Hech. 1:2,3).
Jesús se refirió al reino de Dios de tres maneras: pasado, presente y futuro. Es pasado en el sentido que personificó a Abraham, Isaac y Jacob (Mat. 8:11). Fue presente durante el ministerio terrenal de Jesús en el sentido que fue el verdadero Rey viviente en medio del pueblo (Luc. 17:21). Pero el enfoque  específico de nuestras oraciones está en el reino que aún está por venir.
 Jesús caracterizó al reino como uno que no es de este mundo (Juan 18:36). Pero, ¿qué clase de reino es, y cómo puede estar aquí y aún encontrarse en el futuro? Necesitamos examinar dos aspectos del reino: es tanto universal como terrenal.

El aspecto universal
Dios es el gobernante del universo. Él lo creó, lo controla y lo sostiene. James Orr comenta: «Por lo tanto, está reconocido en las Escrituras … un reino natural y universal o un dominio de Dios abarcando todos los objetos, personas y eventos, todas las obras de las personas y naciones, todas las operaciones y cambios en la naturaleza e historia, completamente sin excepción».
El reino de Dios es «de todos los siglos» (Sal. 145:13), y aún ahora «su reino domina sobre todo» (Sal. 103:19). Dios es el Rey universal, y su gobierno actúa de mediador a través de su Hijo, por medio de quien creó los mundos, y del cual se dice:
«Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él subsisten»(Col. 1:17).

El aspecto terrenal
Cuando Jesús dijo: «Venga tu reino» en su oración modelo, él estaba diciendo en efecto: «Que el reino universal establecido en el cielo venga a la tierra». Fíjese en las últimas palabras en Mateo 6:10: «Como en el cielo así también en la tierra». Eso es típico paralelismo hebreo, y se puede relacionar con las primeras tres peticiones en la Oración de los discípulos. Podríamos decir: «Santificado sea tu nombre como en el cielo así también en la tierra. Venga tu reino como en el cielo así también en la tierra.  Sea hecha tu voluntad como en el cielo así también en la tierra».

Puesto que Dios no está gobernando sobre la tierra como en el cielo, debemos orar para que venga el reino terrenal divino, para que Cristo regrese y establezca su reino.

Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur
 

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