En BOLETÍN SEMANAL
​Nada en el cielo ni en la tierra puede ser más libre que la gracia soberana, pero aquí la gracia se pone bajo las ataduras de la promesa y el pacto. Escuchad atentamente: "Invócame en el día de la angustia: "Te libraré." Si una persona te ha dicho "Yo haré," la tienes en tu mano; se ha puesto a las órdenes de lo que tú digas. Después de darte la promesa ya no es libre como antes. Se ha puesto en cierto camino y debe conservarlo. ¿No es así? Digo esto con la más profunda reverencia hacia mi Señor y Maestro: El se ha atado a Sí mismo en el texto con cuerdas que Él no puede romper. Ahora debe oír y ayudar a los que le invocan en el día de la angustia. Ha prometido solemnemente y lo cumplirá plenamente.

​III. Mi tercer punto está claramente expresado en el texto. Aquí tenemos A LA GRACIA SOBERANA PUESTA BAJO OBLIGACIÓN.

Notemos que este texto es incondicional en lo que respecta a personas. Contiene la esencia de aquella otra promesa: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.» Las personas a las que se dirige especialmente este texto se habían burlado de Dios; habían presentado sus sacrificios sin un verdadero corazón; sin embargo el Señor dice a cada uno de ellos, «Invócame en el día de la angustia; te libraré.» Por eso encuentro que Él no excluye a nadie de la promesa. Tú, ateo, tú blasfemo, tú, impúdico e impuro, si invocas al Señor ahora, en este día de angustia, él te librará. ¡Ven y pruébalo! «Si hubiera Dios,» ¿dices tú? Pero te digo, hay un Dios. Ven, ponlo a prueba y ve. El dice: «Invócame en el día de la angustia; te libertaré» ¿No le probarás ahora? Venid, vosotros que estáis bajo esclavitud, y ved si no os libra. ¡Venid a Cristo los que estáis trabajados y cargados, que El os hará descansar. En las cosas temporales y en las espirituales, pero especialmente en las espirituales, invócale en el día de la angustia, y él te libertará.
Además, notemos este «Yo» incluye todo el poder que pudiera necesitarse para la liberación. «Invócame en el día de la angustia; te libraré.» «Pero, ¿cómo puede ser esto?» exclama alguien. ¡Ah! no puedo decírtelo, y no me siento obligado a decírtelo; corresponde al Señor encontrar los medios y las formas de hacerlo. Dios dice «Yo haré,» confía en que Él cumplirá su palabra. Si fuera necesario mover los cielos y la tierra, Él lo hará, porque no le faltará poder y ciertamente no carece de honestidad, y como un hombre honesto mantiene su palabra cueste lo que cueste, así es con el fiel Dios nuestro. Escúchale cuando dice: «Te libraré,» y no me preguntas más. No creo que Daniel supiera como Dios lo iba a librar de la cueva de los leones. No creo que José supiera cómo iba a ser librado de la prisión cuando su dueña calumnió vergon¬zosamente su carácter. No creo que estos creyentes de antaño soñaran la forma en que Dios haría su liberación; simplemente se entregaron en las manos de Dios. Descansaron en Dios y El los libró de la mejor de las maneras. Hará igual contigo; solamente invócale y luego espera y contempla la salvación de Dios.
Notemos, el texto no dice exactamente cuándo. «Te libraré» es suficiente; pero sea que ocurra mañana o la próxima semana, o el año próximo, no es tan claro. Tú tienes prisa, pero no el Señor. Tu prueba podría no haber hecho todo el bien que tenía como objetivo, y por lo tanto, debe durar más. Cuando el oro es puesto en el crisol, podría gritarle al orfebre » ¡Déjame salir!» Pero él le responde: » No, todavía no has perdido toda la escoria.» Debes permanecer más tiempo en el fuego hasta que te hayas purificado.» Así que Dios podría sujetarnos a muchas pruebas, y cuando dice: «Te libraré» confía en que él guardará lo dicho. La promesa del Señor es como un buen pagaré de una firma solvente. Esa promesa de pago podría estar fechada para dentro de tres meses, pero cualquiera la descontará si lleva un nombre de confianza. Cuando tienes un «haré» de Dios, siempre puedes cobrarlo por fe, y no necesitas descontarlo, porque es efectivo aun cuando es solamente un «Yo haré.» La promesa de Dios para el futuro es una buena cosa “bona fide” para el presente, con sólo tener fe para utilizarla: «Invócame en el día de la angustia, y te libraré» es equivalente a una liberación ya recibida. Significa: «Si no te libro ahora te libraré en un mo¬mento que será mejor que ahora, cuando, si tú tuvieras la sabiduría que yo tengo, preferirías ser librado y no ahora.
Pero está implícita la prontitud, porque de otro modo no habría liberación. «Ah,» dice alguien, «Estoy en una angustia tan grande que si no recibió una pronta liberación pereceré.» Ten por seguro que no perecerás. Serás liberado, y por tanto, lo serás antes que mueras de desesperación. El te librará en el mejor tiempo posible. El Señor siempre ha sido puntual. Nunca has tenido que esperarle. Tú le has hecho esperar demasiado. Pero Él está dispuesto al instante. El jamás deja a sus siervos esperando ni siquiera un solo tic del reloj más allá del momento señalado, adecuada y sabiamente. «Te libraré,» implica que sus tardanzas no serán muy prolongadas, para que el espíritu del hombre no desmaye debido a la esperanza diferida. El Señor cabalga sobre las alas del viento cuando viene al rescate de los que le buscan. Por lo tanto, ¡tened buen ánimo!
¡Oh, este es un bendito texto! y, sin embargo, ¿qué puedo hacer con él? No puedo hacerlo llegar al corazón de quienes más lo necesitan. ¡Espíritu del Dios vivo, ven tú y aplica estas ricas consolaciones a los corazones que sangran y están a punto de morir!
Notad este texto una vez más. Permitidme que lo repita poniendo énfasis en una forma distinta: «Invócame en el día de la angustia y Yo te libraré.» Tomad los hilos de estas palabras. «Yo te libraré; no los hombres, los ángeles no pueden, pero Yo lo haré.» Dios mismo se dará a la tarea de rescatar al hombre que le invoca. Tu parte es invocarle, de Dios es el responder. ¡Pobre alma temblorosa, tú empiezas a tratar de responder tus propias oraciones! Entonces, ¿por qué oras a Dios? Cuando has orado, deja que Dios cumpla su propia promesa. El dice: «Invócame y Yo te libraré.»
Tomemos ahora aquella otra palabra: «Yo te libraré.» Yo sé qué estáis pensado, don Juan. Murmuras: «Creo que Dios librará todos, pero no a mí.» Pero el texto dice «Yo te libraré.» El hombre que invoca es el que tendrá la respuesta. María, ¿dónde estás tú? Si tú invocas a Dios, El te responderá. El te dará la bendición a tu propia experiencia personal. «Invócame,» dice Él, «en el día de la angustia; y te libraré.» ¡Oh, que la gracia haga llegar siquiera a un alma ese pronombre personal, y le dé una seguridad tal como si la pudiera ver con sus propios ojos!
El apóstol nos dice: «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios.» Ciertamente yo sé que el universo fue hecho por Dios. Estoy seguro de ello; sin embargo, no le vi crearlo. No vi cuando llegó a existir porque él dijo: «Sea la luz.» No le vi separar la luz de las tinieblas, y las aguas de debajo del firmamento de las que están más arriba del firmamento, pero estoy seguro que Él hizo todo eso. Todos los caballeros evolucionistas que hay en el mundo no pueden remover mi convicción de que la creación fue obrada por Dios, aunque yo no estaba allí ni siquiera para verle hacer un pajarillo o una flor. ¿Por qué no debo yo tener el mismo tipo de fe esta noche respecto de la respuesta de Dios a mi oración si estoy en angustia? Si no puedo ver como me liberará, ¿por qué debo querer ver? Él creó el universo sin que yo supiera cómo lo iba a hacer, y Él me librará sin que yo ponga un dedo en ello. Lo que a mí corresponde es confiar en mi Dios y glorificarle creyendo que lo que Él ha prometido es poderoso para poderlo realizar.

C.H. Spurgeon

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