En BOLETÍN SEMANAL
​"Todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo".  Joel 2:32
Según el contexto, el pueblo había sido grandemente afligido, una aflicción para la cual no había precedentes, afligido al borde mismo de la desesperación, pero el Señor dijo," Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo." Ve al hospital.  Podrás elegir el hospital que trata con los efectos del vicio. En esa casa de miseria podrías pararte junto a cada cama y decir: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo." Entonces podrías detenerte a la puerta de cada celda, si, aun en la reja de la celda de los condenados, y si hubiera allí hombres o mujeres condenados a muerte, podrías con seguridad decir a cada uno: 'Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo."

Ahora paso a destacar, en tercer lugar, LAS PERSONAS A LAS CUALES ESTA PROMESA Y ESTA LIBERACIÓN SERÁN DADAS.
 «Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.»

Yo sé lo que dirán los fariseos: «Si predicas esto, los hombres seguirán pecando.» Siempre ha sido así, que la gran misericordia de Dios ha sido torcida por algunos para convertirla en una razón para seguir pecando. Pero Dios (y esto es lo maravilloso) nunca ha restringido su misericordia por ello. Debe de haber sido una provocación terrible a la gracia del Altísimo que los hombres hayan pervertido su misericordia para hacerla una excusa para pecar, pero el Señor jamás ha disminuido su misericordia por el hecho de que los hombres la hayan mal utilizado: «El todavía la he hecho resplandecer brillante y clara: ‘Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.» Aun el sigue clamando: «Vuélvete y vive.» «Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro el cual será amplio en perdonar.» Sin opacarse sigue ese esplendoroso sol que resplandece sobre los más inmundos estercoleros del vicio. Confía en Cristo y vive. Invoca el nombre del Señor y serás perdonado, sí serás rescatado de la esclavitud del pecado, y serás hecho una nueva criatura, un hijo de Dios, un miembro de la familia de la gracia. El más afligido y los más afectados por el pecado se encuentran con esta promesa de la gracia: ‘Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.»
Sí pero según Joel, había algunos, sobre los que se había derramado el Espíritu de Dios. ¿Qué de ellos? ¿Fueron salvados por eso? ¡Oh no! Aquellos que recibieron el Espíritu de Dios, de modo que podían tener sueños y ver visiones, de todos modos debían llegar hasta el palacio de la misericordia por la misma puerta de la oración de fe: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.» ¡Ah, pobres almas! os decís, «¡Si fuésemos diáconos de iglesias, si fuésemos pastores, oh entonces seríamos salvos! «Vosotros no sabéis nada: los oficiales de la iglesia no son más salvos por su oficio que vosotros sin oficio. No debemos nada a nuestra posición oficial en la iglesia en cuanto a la salvación: en realidad podríamos deber nuestra condenación a nuestra posición oficial si no miramos bien nuestros caminos. No hay preferencia para nosotros más que la que tenéis vosotros, que no tenéis oficios. Os aseguro que me siento muy feliz de tomaros la mano, quienesquiera que seáis, y venir a Cristo en el mismo plano que vosotros.

Nada en mis manos traigo, sólo a tu cruz me aferró.

Con frecuencia, cuando he estado animando a un pobre pecador y exhortándole a que crea en Cristo, he pensado: «Bien, si él no bebe esta copa de consuelo, me la beberé yo.» Os aseguro que yo la necesito tanto como aquellos a quienes la llevo. He sido tan pecador como cualquiera de vosotros, y por lo tanto, tomo la promesa para mí mismo.   Vine a Jesús como estaba, cansado, agotado y débil, enfermo y lleno de pecado, y confié en El a mi favor, y encontré paz, paz sobre la misma base que mi texto pone delante de todos vosotros. Si yo tomo esta consolación, vosotros también podéis tomarla, y, sin embargo, sigue tan llena como siempre. No hay restricciones en la palabra «Todo.» Vosotras doncellas que tenéis el Espíritu de Dios sobre vosotras, y vosotros ancianos que tenéis sueños, no es el Espíritu de Dios ni el soñar lo que os salvará, sino el que invoquéis el sagrado nombre. Es «Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.»

Además había algunos, sobre los que fue derramado el Espíritu Santo. Ellos no hablaron en lenguas, ni anunciaron el futuro, no obraron milagros, pero, aunque no hicieron ninguna de estas maravillas, permaneció la verdad ante ellos:

«Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.» Aunque no se les otorgó don sobrenatural alguno, aunque no tuvieron visiones y no pudieron hablar en lenguas, ellos invocaron el Nombre del Señor y fueron salvos. El mismo camino de salvación es para el pequeño y para el grande, para el más pobre de todos y para el más oscuro, como para aquellos que son fuertes en la fe y guían las huestes de Dios a la batalla.

«¡Ah!» dice otro, «pero yo soy peor que eso. Yo no tengo buenos sentimientos. Yo daría todo lo que tengo para tener un corazón quebrantado. Quisiera poder sentir desesperación, pero soy duro como una piedra.» Se me ha dicho esa triste historia muchas veces, y casi siempre ocurre que quienes más lloran su falta de sentimientos son los que sienten de forma más aguda. Sus corazones son como acero templado, aunque no es verdad. Pero si fuera cierto, Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.» ¿Piensas que Dios quiere que te des a ti mismo un nuevo corazón primero, y que luego El te salvara? Alma querida, tú eres salvo cuando tienes un nuevo corazón, y entonces no quieres que él te salve, puesto que tú eres ya salvo. «¡Oh, pero debo tener buenos sentimientos!» ¿Debes? ¿De dónde los vas a obtener? ¿Vas a escarbar con rastrillo el estercolero de tu naturaleza depravada para encontrar allí los buenos sentimientos? Ven sin ningún buen sentimiento. Ven tal como eres. Tú que eres cono un duro témpano de hielo, que no tienes nada de ti mismo, sino aquello que enfría y repele; ven e invoca el nombre del Señor y serás salvo. «Las maravillas de la gracia pertenecen a Dios.» No es un pequeño evangelio el que él nos ha enviado para grandes pecadores: ‘Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.»

«Ah,» dirá alguien, «no puedo creer que esto sea para mí, porque no soy nadie.» Nadie, ¿estás allí? Siento un gran amor para los nadie. Estoy preocupado por los alguien, y el peor alguien del mundo es mi propio alguien. ¡Cómo quisiera poder siempre echar fuera mi alguien y estar en compañía de otro que no sea un nadie! Entonces haría a Jesús mi todo. Nadie, ¿dónde estás tú? Eres exactamente la persona que tengo que buscar. Si no hay nada de ti, entonces habrá más de Cristo. Si no solamente estás vacío, sino arruinado y quebrantado, si estás perdido, destruido, completamente aplastado y quebrantado, a ti es enviada esta palabra de salvación: «Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.»

He abierto las puertas de par en par, Si fuera el camino errado, todas las ovejas irían por él, pero como es el correcto, podría tener la puerta abierta todo lo que quisiera, sin embargo, las ovejas lo evitarían a menos que Tú, Gran Pastor, salgas a recorrer el campo durante la noche y las guíes para que entren. Toma en tus brazos algunas de las ovejas que compraste hace tanto tiempo con tu sangre querida, tómala en tus brazos de gracia, regocijándote en ello, y ponlas en el campo donde crecen buenos pastos.

C.H. Spurgeon

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