En BOLETÍN SEMANAL
Obras engañosas: ​Debemos caer en la cuenta de que es totalmente posible que el hombre predique la doctrina correcta y sin embargo quede fuera del Reino.

​No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mateo 7:21-23).

En los versículos que siguen, el Señor va más allá para incluir también las obras —y esto es lo que hace tan ridícula la supuesta antítesis entre fe y obras—. ¿Cuáles son, pues, las obras que, según el Señor, puede realizar el hombre y con todo permanecer fuera del reino? Es una lista realmente alarmante y aterradora. Lo primero que dice es: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre?” Profetizar significa ofrecer un mensaje espiritual. El Nuevo Testamento habla a menudo acerca de la profecía. Pablo se ocupa de ella por extenso en 1 Corintios, en relación con los varios dones que se ejercitaban en la iglesia. En esos días, antes de que se escribiera el Nuevo Testamento, ciertos miembros de la iglesia recibían mensajes y capacidad para transmitirlos por el Espíritu Santo. Esto significa profetizar; y nuestro Señor dice que habrá muchos que vendrán a Él en el día del juicio para decirle que han profetizado en Su Nombre —no en el de ellos mismos, sino en Su Nombre— pero Él les dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Podríamos interpretar esto para nuestro propio tiempo de la siguiente manera. Es posible que alguien predique la doctrina correcta y en el Nombre de Cristo y, sin embargo, él mismo esté fuera del Reino de Dios. Eso dice la afirmación, nada menos. Si otro que no fuera nuestro Señor Jesucristo hubiera dicho esto, no lo creeríamos. Además sentiríamos que es una persona criticona y de mente estrecha. Pero lo dice el Señor mismo.

Esto se enseña a menudo en la Biblia, ¿acaso no fue ésta, por ejemplo, la situación exacta de un hombre como Balaam? Presentó el mensaje debido y sin embargo fue un profeta banal y réprobo. Comunicó, en cierto sentido, el verdadero mensaje y enseñanza, y él mismo se mantuvo fuera. ¿Acaso Dios no utilizó a Saúl de esta forma? De vez en cuando, el espíritu de profecía descendía sobre él, y sin embargo Saúl también permaneció fuera. Cuando uno entra en el Nuevo Testamento, encuentra que estas cosas se formulan de manera más explícita todavía. Pablo, conociendo estos terribles peligros, dice: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Cor. 9:27). Cuando habla de “poner el cuerpo en servidumbre” no sólo piensa, como a menudo se imagina la gente, acerca de ciertos pecados de la carne, sino que se refiere a toda su vida. El hombre tiene que poner su cuerpo en servidumbre tanto en el pulpito como en la calle. Someter el cuerpo a servidumbre significa dominar, controlar y sujetar todo lo que la carne desea hacer. La carne trata de sacar la cabeza siempre. El apóstol Pablo nos dice, en este mismo contexto de la predicación, que golpeó, azotó y castigó su cuerpo, a fin de que, habiendo predicado a otros, él mismo no fuera eliminado.

O tomemos la maravillosa afirmación de esta verdad en 1ª de Corintios 12:1-3. “¡Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe!” O también: “¡Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe… y no tengo amor, nada soy”. Lo que el apóstol Pablo dice es, “puedo predicar como un ángel, puedo ser extraordinariamente elocuente; la gente me puede considerar el orador mejor del mundo, puedo hablar acerca de las cosas de Dios; y con todo estar fuera del Reino. Todo es inútil si carezco de las cualidades que me hacen cristiano”. El hombre puede profetizar y permanecer fuera. Pensemos también en la afirmación de Pablo en Filipenses 1:15 donde afirma de ciertas personas “predican a Cristo por envidia y contienda”. Su motivo es equivocado, sus pensamientos son erróneos; pero predican a Cristo, dicen cosas adecuadas acerca de Cristo. Pablo se alegra de su predicación, aunque ellos están equivocados porque lo hacen con un espíritu erróneo guiado por la envidia y el deseo de sobresalir por encima del apóstol. Debemos caer en la cuenta que es de hecho posible que el hombre predique la doctrina correcta y sin embargo quede fuera del reino. Nuestro Señor dijo en cierta ocasión a los fariseos, “vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”. Es un pensamiento aterrador, y según yo lo entiendo, significa que en el día del juicio nos encontraremos con grandes sorpresas. Encontraremos a hombres que han sido alabados como predicadores y que quedaron fuera del reino. Dijeron lo justo y lo dijeron maravillosamente; pero nunca tuvieron en ellos la vida y la verdad. Todo era carnal.

Y estas personas no sólo profetizan, sino que incluso arrojan demonios. Advirtamos de nuevo la repetición de ‘en tu Nombre’ —¡en tu nombre echamos fuera demonios!— ¡Incluso es posible que una persona haga esto y que quede fuera del Reino! Es fácil demostrarlo. ¿Acaso no está bien claro en el Nuevo Testamento que incluso Judas tuvo este poder? Nuestro Señor envió a sus discípulos a predicar y a arrojar demonios y regresaron diciéndole llenos de entusiasmo en una ocasión, “Aun los demonios se nos sujetan en tu Nombre”. Es evidente que esto se aplicó también a Judas. Nuestro Señor puede dar poder a un hombre, pero el hombre mismo puede estar perdido. También hay otros poderes que pueden capacitarnos para hacer cosas notables y sorprendentes. Recordemos que en una ocasión, cuando el pueblo acusó a nuestro Señor de hacer milagros en el poder de Beelzebú, les replicó diciendo, “Si echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?” Eran exorcistas judíos. En Hechos 19 encontramos a personas que se describen como hijos de Esceva y que tenían el mismo poder. Así vemos que ciertas personas pueden incluso arrojar demonios en el Nombre de Cristo y con todo estar fuera del Reino.

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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