En BOLETÍN SEMANAL
​El cristiano, aunque siga siendo un individuo, nunca debe ser individualista. En cuanto se hace individualista, se está equivocando. Este principio, esta característica de ser individualista es imposible, como ya he dicho, en un ejército. Eso es lo primero que debe ser reprimido en una persona que entra al ejército. El proceso puede ser muy doloroso; pero debe comprender que ya no puede comportarse como antes. Tal vez en casa la persona fue un niño mimado, y tan pronto quería alguna cosa la obtenía, era él quien gobernaba. Pero todo eso debe cesar. En el ejército debe someterse a otro. Sería imposible dirigir un ejército compuesto de una serie de personas individualistas.

Efe 5:21  Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Estamos aquí ante una declaración que debemos considerar muy cuidadosamente en cuanto a su ubicación correcta y su contexto. Es muy importante que procedamos con cuidado para comprender verdaderamente lo que el apóstol está diciendo.  Hemos de ser llenos del Espíritu. ¿Cómo lo demostramos? Hasta donde el apóstol lo ha estado indicando, hemos de demostrarlo mediante nuestra relación con Dios.

Él ha estado hablando sobre nuestra adoración, «hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Están llenos del Espíritu, dice el apóstol, y se reúnen para realizar sus cultos, sus reuniones llenas de alegría y gozo. Han de expresar todas estas cosas juntas en adoración a Dios y alabanza y culto. Pero, dice el apóstol, eso no es todo. Deben manifestar el mismo espíritu en su trato los unos con los otros, en el compañerismo que tienen los unos con los otros a nivel puramente humano y terrenal. De modo que el apóstol está subrayando su tema básico, mostrando que hombres y mujeres que son llenos del Espíritu deben demostrar esa característica en su trato los unos con los otros.

Esa es la forma de enfocar este versículo particular. Es esencial que entendamos exactamente su significado porque el apóstol va a ilustrar en tres sentidos esta verdad. El apóstol primero establece el principio y, habiendo hecho así, dice, para aplicarlo en forma particular, ‘las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor… Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.. .Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales’. Como hemos de ver, estas tres son ilustraciones separadas y particulares de este principio fundamental que siempre debería gobernar las relaciones entre los cristianos.

‘Sometiéndoos unos a otros’. Nótese que la misma forma que el apóstol utiliza para expresarlo confirma lo que he estado diciendo acerca de la relación de este versículo con los que le preceden y siguen inmediatamente. «Por eso ustedes que están llenos del Espíritu deben cantar juntos, someterse unos a otros y comportarse como sigue en las relaciones cruciales de la vida».

Pero, ¿qué significa ‘sometiéndoos unos a otros’? Una mejor traducción, quizás, podría ser: ‘estando sujetos unos a otros’.
En vista de la palabra que el apóstol utiliza, es obvio que su idea es algo parecido a esto: es el cuadro de los soldados en un regimiento, soldados que están en una misma línea bajo un oficial. La característica de una persona en esa posición es que en cierto sentido ya no es un individuo; ahora es un miembro del ejército y todos los soldados juntos prestan atención a las órdenes e instrucciones que les dirige el oficial. Cuando una persona es reclutada, es como si renunciase a su derecho de determinar su propia vida y actividad. Eso es una parte esencial de su contrato. Cuando él se une al ejército, deja de gobernarse y controlarse a sí mismo; en adelante debe hacer lo que se le ordena. Ya no podrá tomarse un día de descanso cuando quiera, ni tampoco podrá levantarse a cualquier hora de la mañana. Ahora es un hombre bajo autoridad y las reglas lo gobiernan. Y si tal persona comienza a actuar conforme a sus propias decisiones e independientemente de otros, él es culpable de insubordinación, y por lo tanto será castigado. Esa es la imagen que utiliza el apóstol; y lo que quiere decir es más o menos lo siguiente: aquellos que están llenos del Espíritu han de comportarse voluntariamente de la misma manera en sus relaciones unos con otros. Somos miembros del mismo ejército, somos unidades del mismo gran ejército. Nosotros hemos de hacer voluntariamente lo que el soldado debe hacer ‘por la fuerza’.

¿Cómo opera esto en la práctica? No es suficiente limitarse a utilizar las palabras; estas cosas deben ser aplicadas en la práctica. Como dijo nuestro Señor a sus discípulos: «Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis». ¿Qué implica esto? ¿Qué significa que tengamos que someternos y sujetarnos unos a otros? Desde el punto de vista negativo tiene ciertas implicaciones muy claras. No hemos de ser descuidados. La mayoría de los problemas en la vida y la mayoría de los conflictos se deben al hecho de que la gente no piensa. La acción impetuosa es la mayor causa de conflictos y disputas y de infelicidad en todas las esferas de la vida. Si las personas tan sólo se detuvieran a pensar antes de hablar o antes de mirar o antes de actuar, ¡cuánta diferencia harían! Pero el problema con el hombre natural es que no piensa. Tan pronto tiene una idea, la expresa; si está sintiendo algo y quiere hacerlo, lo realiza de inmediato; un impulso que llega inmediatamente es puesto por obra. Por eso, expresándolo en forma negativa, el apóstol está diciendo que el cristiano nunca debe ser una persona descuidada, debe abstenerse de este tipo de vida instintiva basada en la mera intuición. Como ya lo he venido diciendo ampliamente, el cristiano es una persona que es gobernada por la verdad, gobernada por principios; es una persona sabia. Anteriormente lo expresó así: ‘sino entendido’. Y nuevamente: ‘por tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor’. Una persona sabia es una persona que piensa; él mira antes de saltar, piensa antes de hablar. Es una persona gobernada por los pensamientos y por el entendimiento, por la meditación y un espíritu de consideración.

Y tan pronto esa persona comienza a pensar, descubrirá otro aspecto negativo de suma importancia, es decir, que no debe ser egoísta ni egocéntrico. El verdadero problema con las personas egoístas y egocéntricas es que nunca piensan, excepto, por supuesto, acerca de ellos mismos. Pero en realidad eso significa que no piensan; en cambio, actúan como animales. Un animal siempre persigue sus propios intereses, no piensa, sólo actúa conforme a sus instintos. Hablando en términos generales, éste es el problema con el no cristiano; es un egoísta y un egocéntrico, porque no piensa.

O bien, recordando la palabra del apóstol y la ilustración que sugiere, permítanme expresarlo de otra manera. El cristiano, aunque siga siendo un individuo, nunca debe ser individualista. En cuanto se hace individualista, se está equivocando. Este principio, esta característica de ser individualista es imposible, como ya he dicho, en un ejército. Eso es lo primero que debe ser reprimido en una persona que entra al ejército. El proceso puede ser muy doloroso; pero debe comprender que ya no puede comportarse como antes. Tal vez en casa la persona fue un niño mimado, y tan pronto quería alguna cosa la obtenía, era él quien gobernaba. Pero todo eso debe cesar. En el ejército debe someterse a otro. Sería imposible dirigir un ejército compuesto de una serie de personas individualistas. Todo eso debe ser eliminado.

Para expresar el asunto de otra manera, debemos dejar de ser agresivos. La agresividad es la antítesis misma de lo que el apóstol está diciendo: ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’. Una persona que sigue este camino nunca es agresiva. El ego es la raíz de todos nuestros problemas. El diablo lo supo desde el comienzo mismo cuando tentó por primera vez al hombre: ¿Dios les ha dicho que no deben comer de esto? Lógicamente lo dijo sabiendo que al hacerlo ustedes serían como dioses. Eso es ofensivo para ustedes; eso los mantiene reprimidos. No se sometan a eso, afírmense ustedes mismos». ¡La afirmación del ego! ¡Cuántos estragos han sido obrados en el mundo por causa de la afirmación del ego! Ha sido la causa de las dos guerras mundiales que hemos tenido en este siglo. Es algo que puede tener carácter nacional o individual. ‘Mi país, tenga o no razón’, y, en consecuencia, ¡guerras y conflictos! Pero lo mismo ocurre al nivel de las relaciones individuales; todos los problemas nacen de este horrible ego, siempre ansioso de salirse con la suya.

Otra forma más de expresarlo es decir que el cristiano nunca debe ser obstinado. Un cristiano tiene y debe tener opinión; pero nunca debe ser obstinado. ¡Qué diferencia hay entre un hombre que tiene opiniones, buenas opiniones, opiniones fuertes, y un hombre que es obstinado, pretensioso y orgulloso de sus opiniones! Nunca debemos ser obstinados porque, nuevamente, esa sería otra manifestación del ego. La persona obstinada está mucho más preocupada por el hecho de creer que por el contenido de lo que cree; siempre se está considerando a sí misma; pone sus creencias en exhibición. Pero, por supuesto, la forma de hacerlo siempre engaña al hombre. El obstinado se muestra orgulloso de sus conocimientos. Eso se debe a que realmente no entiende el tema acerca del cual sabe un poco. Si entendiera, se mantendría humilde. Pero, en realidad, no le interesa la verdad; lo que le interesa es su propia relación hacia ella, su conocimiento de ella. Personas obstinadas siempre causan conflictos.

Esto, a su vez, conduce a otro problema. Esa clase de persona siempre tiende a asumir una actitud dominante—otra manifestación del ego—y (para utilizar la expresión del apóstol Pedro) quiere ‘señorear’ sobre otros. Pedro escribe en 1Pedro 5:1: «Ruego a los ancianos que están entre vosotros». Se está dirigiendo a los ancianos porque la obstinación es una tentación particular que asalta al hombre que llega a ser anciano. El anciano es una persona con habilidad, que posee elementos de liderazgo, motivo por el cual ha llegado a esta posición; y por el hecho de ser anciano está particularmente expuesto a este peligro. «Ruego a los ancianos que están entre vosotros… Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey». Deben conducirse de forma que no estén ejerciendo ‘dominio’ en la iglesia; los ancianos deben ser ejemplos a la grey. Esto es siempre la tentación, el peligro que confrontan estas personas; y cuanto más claras sean las ideas de una persona, tanto más expuesta está a esta tentación particular. Pero no deben caer en ella, dice el apóstol; ustedes deben ‘someterse unos a otros’.

Este tema puede ser ilustrado casi sin fin. Quizás podamos resumir lo que hemos estado diciendo de esta manera: el cristiano nunca debe ser egoísta. He estado explicando las manifestaciones del ego; el centrarse en sí mismo siempre conduce al egoísmo. Entonces, para seguir desarrollando aun más este tema, diremos que este hombre del mundo con el cual el apóstol contrasta el cristiano es esencialmente egoísta y egocéntrico, es descuidado y desconsiderado con respecto a otros. Está tan preocupado de sí mismo que nunca tiene un minuto para otras personas. Anhela tener algo, pero nunca se le ocurre pensar que alguien más también puede desearlo. Desea mejorarse, pero la otra persona también desea mejorarse. Ahora bien, él no se da cuenta de ello; por lo tanto, por el hecho de estar tan concentrado en sí mismo y descuidado, es particularmente descuidado y desconsiderado con respecto a la posición, necesidades, deseos y bienestar de otros. Es probable aun que irá al extremo de querer despreciar a otros y de tratarlos con un aire de menosprecio. De esto hay una acertada ilustración en la primera epístola de Pablo a los corintios. El verdadero problema allí era el mal que estuve describiendo; por eso también el apóstol tuvo que escribir el capítulo 12 sobre la iglesia como cuerpo de Cristo. Aquellos que eran ‘las partes más decorosas’ despreciaban a aquellos que eran ‘las partes menos decorosas’ y estos últimos tenían celos de aquellos debido a su ostentación, a su importancia y al honor que se les rendía. De modo que allí había una carencia fundamental de la comprensión de este principio.

Una última forma en que podemos expresar esta consideración negativa es decir que la persona egocéntrica, egoísta e individualista, descuidada y vanidosa, casi siempre es simultáneamente una persona que resiente las críticas y que es impaciente con otros puntos de vista. Si yo estoy muy orgulloso de mi propia opinión, me siento profundamente insultado si alguien se atreve a cuestionarla u oponerse a ella. No importa que se oponga a la verdad, me importa el hecho de oponerse a mí. Sólo importa lo que yo creo. De manera que esta persona resiente las críticas y es impaciente con otros puntos de vista. No desea oírlos y, en realidad, se opone a ellos. Es una persona hipersensible. ¡Qué cosa más extraordinaria es este ‘ego’! ¡Qué enfermedad vil es la vanidad del ego! Nótese la multitud de sus síntomas. Afecta a toda la actitud de un hombre, cada una de sus partes, sus pensamientos, su parte emocional, afectiva, sus acciones, su parte volitiva, todo ello está implicado. Mire el cuadro de esta persona: egoísta, egocéntrica, obstinada, tendiendo a dictar a los demás, hipersensibles. Y luego, ¿qué ocurre? Como siguiente paso siempre amenaza con renunciar. Siente que siempre le están dudando, que nunca le tienen confianza, no hacen lo que él dice, o no aprecian lo que él piensa. El deduce que esto es injusto y, por eso, pone su renuncia. El apóstol está escribiendo sobre la vida de la iglesia y dice: ustedes no deben ser así, ustedes van a hacer estragos de la iglesia si se comportan de esa manera, y si continuamente renuncian. Esa es entonces la forma negativa de interpretar estas palabras: ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’.

Extracto del libro «Vida nueva en el Espíritu» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar