En BOLETÍN SEMANAL
​¿No es curioso que, cuando Dios quiere hacer grande a un hombre, primero lo rompe en pedazos? Había un hombre a quien el Señor quería hacer príncipe. ¿Cómo lo hizo? Pues, le salió al encuentro una noche y luchó contra él. Siempre oís de la lucha de Jacob. Bien, me atrevo a decir que lo hizo, pero no era Jacob el principal luchador: "Luchó con él un varón hasta que rayaba el alba." Dios le tocó a Jacob en el sitio del encaje de su muslo, y se lo descoyuntó antes de llamarlo "Israel," esto es, "príncipe de Dios." La lucha era para quitarle las fuerzas propias, y cuando se le hubieron agotado las fuerzas, Dios lo llamó príncipe.

​ORACIÓN DE DAVID EN LA CUEVA
Texto: «Masquil de David. Oración que hizo cuando estaba en la cueva.”  Salmo 141

III. Para concluir, quiero hablar un poco sobre LA CONDICIÓN DE UN CREYENTE QUE ESTA SIENDO PREPARADO PARA UNA MAYOR HONRA Y PARA UN SERVICIO MAS AMPLIO.

Ahora David iba a ser rey sobre todo Israel. ¿Cuál era el camino a Jerusalén para David? ¿Cuál era el camino al trono? Bueno, pasaba por la cueva de Adulam. Debía ir allá, ser un proscrito, un paria, porque ese era el camino que lo llevaría a ser el rey.
¿No habéis notado en vuestras propias vidas, que cada vez que Dios va a daros un crecimiento, para llevaros a una mayor esfera de servicio, o a un nivel más elevado de vida espiritual, primero sois derribados? Esa es su forma de trabajar. Hace que tengas hambre antes de darte de comer, te desnuda antes de vestirte; te hace nada antes de hacer algo de ti. Este fue el método empleado con David. Iba a ser rey en Jerusalén, pero para llegar al trono debía seguir el camino que pasaba por la cueva. Ahora bien, ¿algunos de los que están aquí, no están yendo al cielo, o yendo hacia un estado superior de santificación, o a una esfera mayor de utilidad? No te asombres si tu camino pasa por la cueva. ¿Por qué es así?
Es, en primer lugar, debido a que si Dios quiere hacerte una persona de gran utilidad, debe enseñarte a orar. El que es un gran predicador, pero no puede orar, llegará a un mal fin. La mujer que no ora, pero que es notable como maestra de una clase bíblica, ya ha llegado a un mal fin. Si puedes ser grande sin orar, tu grandeza será tu ruina. Si Dios tiene el propósito de bendecirte en gran forma, hará que ores en gran forma, como la hace con David, que dice en esta parte de su preparación para su ascensión al trono: «Clamé al señor con mi voz; con mi voz pedí a Jehová misericordia.»

Además, la persona a quien Dios quiera honrar grandemente, debe creer siempre en Dios cuando ya no sabe qué hacer. «Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí tú conociste mi senda.» ¿Nunca llegas al punto de no saber qué hacer? Entonces Dios no te ha enviado, pronto estarás sin saber qué hacer, y tambalearás como una barca en una gran tormenta. Es fácil confiar cuando puedes confiar en ti mismo. Pero cuando no puedes confiar en ti mismo, cuando tu espíritu desciende bajo cero en el hielo de la desesperación absoluta, entonces es el momento de confiar en Dios. Si ese es tu caso, llevas las marcas de un hombre que puede guiar al pueblo de Dios y ser un consolador para los demás.

Súmese a ello que para ser más útiles, muchos hom¬bres de Dios deben aprender a estar completamente solos. «Mira a mi diestra y observa pues no hay quien me quiera conocer.» Si necesitas que los hombres te ayuden puedes convertirte en un seguidor muy decente; pero si no necesitas del hombre y puedes estar solo, siendo Dios tu ayudador, serás ayudado a ser un líder.
Fue una gran cosa cuando Lutero salió de las filas de Roma. Había muchos hombres buenos alrededor de él que le dijeron: «Martín, guarda silencio. Si no detienes tu lengua lo que conseguirás es que te quemen. Quedémonos donde estamos, en la Iglesia de Roma, no importa que tengamos que tragar montones de basura. Podemos creer el evangelio y permanecer donde estamos.» Pero Lutero sabía que debía desafiar al anticristo y declarar el puro evangelio del Dios bendito; y debía estar solo luchando por la verdad, aun cuando hubiera tantos demonios en su contra como tejas en los techos de Worms. Ese es el tipo de hombre a quien Dios bendice. Quiera Dios que muchos jóvenes que están aquí puedan tener el valor de sentir, en su posición particular: «Si es necesario, puedo estar solo. Estoy contento de tener junto a mí al patrón y a mis compañeros de trabajo, pero si nadie quiere ir al cielo conmigo, me despediré de ellos e iré al cielo solo, por la gracia del Hijo amado de Dios.»

Más aun, el hombre a quien Dios bendice debe ser un hombre que se deleita en Dios solamente. David dice: Clamé a ti, oh, Señor; Dije: Tú eres mi esperanza y mi porción en tierra de los vivientes.» ¡Oh, que tengamos a Dios como nues¬tro refugio y hacer de Dios nuestra porción! «Perderás tu posición; perderás tus ingresos; perderás la aprobación de tus semejantes.» «¡Ah!» dice el creyente, «pero no perderé mi porción porque Dios es mi porción; Me quedo con Él, venga lo que venga.» Si has aprendido a deleitarte en Jehová, Él concederá las peticiones de tu corazón.» Ahora, has llegado a tal estado que Dios te puede usar y hacer una gran cosa contigo. ¡Dios nos libre de tener nuestra porción en esta vida, porque si la tenemos, no estamos de ningún modo entre su pueblo!

La persona que ha de ser utilizada por Dios debe aprender a compadecerse del pueblo de Dios cuando sufre. Tenemos las palabras de David en el versículo seis: «estoy muy afligido.» El Señor Gran Corazón, aunque debe ser fuerte para dar muerte al Gigante Feroz, y a cualquiera de los otros gigantes que infectaban el camino del Peregrino, debe ser un hombre que tiene que recorrer ese camino por sí mismo, solo, si ha de ser guía de otros. Si el Señor intenta bendecirte, hermano mío, y el hacerte muy útil en Su iglesia depende de ello, Él te probará. La mitad, o quizás el noventa por ciento de los problemas de los ministros de Dios son enviados sobre ellos no a causa de ellos mismos, sino por el bien de otra persona. Muchos hijos de Dios, que van muy tranquilamente al Cielo, hacen muy poco por los demás; pero otros que han soportado todas las peripecias y los cambios de la vida de un creyente experimentado, los han tenido solamente para que estén en mejores condiciones de ayudar a otros, de sentarse a llorar con los que lloran, a levantarse y regocijarse con los que se gozan.
Así que vosotros, queridos hermanos que habéis entrado en la cueva, y vosotras, hermanas que tenéis profundos ejercicios espirituales, quiero confortaros mostrándoos que éste es el método de Dios para hacer algo de ti.   Eres como una vieja zanja que no tiene más capacidad; ya no puedes recibir más, y Dios está excavando para hacer en ti más espacio para su gracia. La pala corta dolorosamente trozo a trozo y lo deja a un lado. La cosa misma que te gustaría conservar será desechada, hasta que se cumpla la palabra de Elíseo: «Haced en este valle muchos estanques. Porque Jehová ha dicho así: «No veréis viento, no veréis lluvia, pero este valle será lleno de agua.» Amigo mío serás probado para que Dios sea glorificado en ti.

Finalmente, si Dios quiere usarte, debes llenarte de alabanza. Escuchad lo que dice David: «Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu nombre; me rodearán los justos, porque tú me serás propicio.» ¡Qué Dios conceda a mis hermanos y hermanas que están sufriendo pruebas para su bien y son afligidos, la gracia para comen¬zar a alabarle! Los que cantan van delante. Los que pue-dan alabar en mejor forma serán los que puedan guiar a otros en la obra. No me pongáis a seguir a un líder pesimista. ¡Oh no! queridos señores no podemos trabajar al son de la Marcha Fúnebre! Nuestros soldados nunca hubieran tenido la victoria en Waterloo si esa hubiera sido la música del día de la victoria. No. No; désenos el cantar con júbilo: «Cantad a Jehová que ha triunfado gloriosamente; alabad continuamente su gran nombre.» Entonces saca la espada y acierta con la estocada. Si eres de espíritu alegre, contento en el Señor, y gozoso después de todas las tribulaciones y aflicciones, si te regocijas mucho más porque has sido afligido tanto, en¬tonces Dios está haciendo algo de ti, y te usará para conducir su pueblo a mayores obras de gracia.

Por  C. H. Spurgeon

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