En BOLETÍN SEMANAL
'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo' no significa que uno se acomoda a enseñanzas y doctrinas equivocadas, y que guarda silencio cuando enseñan doctrinas falsas, porque ello sería una negación de todo el Nuevo Testamento.   ¿Qué hizo Martín Lutero? Pues bien, he aquí un hombre que se levantó contra la gran iglesia papista y XV siglos de tradición. Lo  que la gente le decía era esto: "¿quién eres tú? ¿por qué no te sometes en el temor de Cristo?"   Sin embargo, él se mantuvo firme y dijo: "No puedo hacer otra cosa, por lo tanto que Dios me ayude". ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo lo había iluminado. Lutero estuvo acertado, la iglesia era la equivocada.

​  En 1Corintios 14:29 el apóstol escribe:
1Co 14:29  Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.
1Co 14:30  Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero.
1Co 14:31  Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados.
1Co 14:32  Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas;
1Co 14:33  pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.

 ¡Qué ilustración más perfecta! El problema en Corinto era el siguiente: un hombre se ponía de pie y comenzaba a hablar. Estaba tan lleno de su tema, y sentía que sólo él lo dominaba y entonces proseguía en forma interminable. Pero había otra persona que tenía una verdad y quería hablar; sin embargo, el primero no le daba lugar. Ahora bien, dice el apóstol, eso está mal. «Pero», dice la primera persona, «yo estoy lleno del Espíritu, no puedo evitarlo, estoy tan empapado del asunto y no me puedo refrenar». Sí, puede, afirma Pablo, «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas». Contrólese a sí mismo, y al ver que otro tiene algo para decir, y habiendo tenido usted su oportunidad, siéntese y deje que hable él. Y que esa persona haga por su parte lo mismo con la siguiente: «Asimismo los profetas hablen dos o tres y los demás juzguen». Esa es la forma, afirma el apóstol, de evitar estos problemas, ‘sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’.

Esa es pues la exposición de lo que el apóstol está diciendo. Pero si yo dejara el asunto aquí, estaría haciendo algo que podría ser extremadamente peligroso. En efecto, yo estaría haciendo quizás lo más peligroso que una persona puede hacer en este momento. He estado exponiendo lo que el apóstol está diciendo; pero recuerde lo que dije al principio, que esto debe ser tomado en su contexto, y que sólo es cierto visto a la luz de su contexto. Lo que quiero decir es que este es el tipo de texto que tanto abuso sufre en nuestros días. ‘Sometiéndoos unos a otros, en el temor de Cristo’, afirman ellos. «Es precisamente lo que deben hacer ustedes los evangélicos cerrados. Es lo que deben hacer ustedes los anglo católicos que suelen negarse diciendo: ‘no, no podemos hacerlo, no podemos unirnos a la iglesia de Roma’. Ustedes que rehúsan someterse unos a otros son toda la causa de los problemas». «Miren a los comunistas», añaden, «miren a los enemigos del cristianismo: lo que se necesita en la actualidad es una gran iglesia mundial unida, incluyendo a los católicos romanos, a los ortodoxos del este, a los modernistas liberales, a los conservadores, en fin, a todos». En efecto, algunos van aun más allá y añaden: «todo aquél que cree en Dios, los mahometanos, los hindúes, los judíos, tráiganlos. Estos no son tiempos para subrayar creencias particulares». ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’ significa, conforme a ellos, que no se debe apartarse de esa manera, y que si se hace, se está negando su propia doctrina.

Esa es la forma en que actualmente se abusa de este texto. Ellos también dicen: ¿acaso no fue Cristo quien pronunció la gran oración del sumo sacerdote diciendo ‘para que todos ellos sean uno’? Entonces, preguntan ellos, «¿por qué no se someten a esto?» Ellos creen que un texto como éste es el argumento conclusivo para el movimiento ecuménico, el argumento para eliminar todas las divisiones, diferencias y distinciones y tener una gran iglesia mundial. Allí se ve la importancia de tomar una declaración como ésta en su contexto. ¿Imaginan que el apóstol Pablo en este versículo está predicando la paz a cualquier precio, y diciendo que un hombre debe conducirse liviana y abiertamente respecto de la verdad, y diciendo que un hombre debería ser flexible y dócil y dispuesto a comprometerse respecto de las doctrinas? ¿Acaso está enseñando aquí una falsa humildad? ¿Acaso está diciendo que la lealtad al cristianismo institucional precede a todas las demás cosas y que un hombre debe poner aparte sus opiniones y adaptarse a la línea general y decir lo que todo el mundo está diciendo? ¿Acaso las enseñanzas del apóstol siguen esos derroteros? La respuesta es ésta: El apóstol que escribió este versículo ya había escrito los capítulos uno, dos y tres de esta epístola y en ellos había establecido doctrinas cristianas fundamentales, básicas y esenciales. Esta declaración se dirigió solamente a personas que están de acuerdo en cuanto a la doctrina. Aquí no está discutiendo la relación entre personas que sostienen doctrinas diferentes. El presupone que sus lectores se basan en ‘el fundamento de los apóstoles y profetas’ y que están ‘en la unidad de la fe’. Al hereje no se le permitía permanecer en la iglesia; era expulsado y los creyentes no debían tener compañerismo con él.

Aplicar una afirmación comunista a la ‘iglesia’ tal como la encontramos en la actualidad, es interpretar equivocadamente la totalidad del Nuevo Testamento. Aquí Pablo está escribiendo a personas que están de acuerdo en cuanto a la doctrina, está hablando de la actitud con la cual aplican la doctrina común, la doctrina sobre la cual están de acuerdo. Si lo interpretan de otra forma, llegarán a la conclusión de que la Escritura contradice a la Escritura. La Escritura nos manda a «contender sinceramente por la fe». El apóstol agradece a los filipenses de que ellos estuvieron junto a él ‘por la defensa y confirmación del evangelio’. Si aquella otra interpretación fuese acertada, ellos habrían estado equivocados al obrar de tal manera. Luego recordarán lo que leemos en el segundo capítulo de Gálatas acerca de lo que Pablo hizo a Pedro. Pedro no tenía tanta claridad en su entendimiento como Pablo respecto a comer con aquellos que no habían sido circuncidados. Pedro, el hombre que había sido tan prominente, estaba equivocado en su enseñanza a este respecto. ¿Y qué hizo el apóstol Pablo? ¿Se sometió a Pedro en el temor de Cristo, y dijo, «Bien, ¿y quién soy yo para discutir con Pedro? Después de todo, él fue uno del círculo íntimo de quienes estuvieron con Cristo. En la carne yo nunca estuve con Cristo; en ese tiempo era un blasfemo y un fariseo. ¿Quién soy yo para levantarme contra un hombre tan grande como Pedro? Debo permanecer callado, debo prestar atención en silencio y orar; y luego hemos de trabajar juntos en un espíritu de amistad y cooperación». ¡Qué cosa monstruosa! Pablo en cambio le dice: ‘Yo le resistí en la cara’. Puesto que Pedro estaba equivocado, lo corrigió públicamente ya que todo el futuro de la iglesia estaba en peligro. Se ve lo importante que es tomar una declaración en su contexto y cuan extremadamente peligroso es extraer cualquier información fuera de su contexto. Es algo que puede llevar a la negación de la enseñanza del Nuevo Testamento. Permítanme darles un ejemplo final de esto, tomado de la segunda epístola de Juan, donde el asunto es expresado con mucha claridad: «Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: bienvenido. Porque el que le dice: bienvenido, participa en sus malas obras». Eso significa culpabilidad por asociación, de modo que no debemos asociarnos con él.

‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’ no significa que uno se acomoda a enseñanzas y doctrinas equivocadas, y que guarda silencio cuando enseñan doctrinas falsas, porque ello sería una negación de todo el Nuevo Testamento. Además, sería negar algunas de las épocas más gloriosas de la iglesia cristiana. ¿Cuáles son las cumbres en la historia de la iglesia? Una de ellas es: Solos contra el mundo. Atanasio tuvo que mantenerse solo contra todo el mundo en cuanto a la doctrina de la Persona de Cristo. ¿Qué hacía Martín Lutero? Pues bien, he aquí un hombre que se levantó contra la gran iglesia papista y XV siglos de tradición. Ciertamente lo que la gente le decía era esto: «¿quién eres tú? ¿por qué no te sometes en el temor de Cristo?» ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’. «¿Quién eres tú?» Sin embargo, él se mantuvo firme y dijo: «No puedo hacer otra cosa, por lo tanto que Dios me ayude». ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo lo había iluminado. Lutero estuvo acertado, la iglesia era la equivocada.

Dios no permita que malinterpretemos un texto como éste. Esta es una afirmación que debe ser tomada en su contexto. Pablo está escribiendo a personas que están de acuerdo en cuanto a la verdad y lo que él está diciendo es lo siguiente: «Ustedes que están de acuerdo en cuanto a la verdad, háganlo de la forma correcta; no sean obstinados; escuchen pacientemente ser indulgentes en la discusión; permitan que los otros hablen, permítanles exponer sus ideas; no censuren a los demás; no condenen a un hombre por una palabra; estén dispuestos a escuchar; tengan caridad; hagan cuanto esté a su alcance; pero cuando se trate de verdades esenciales manténganse firmes; sin embargo, háganlo siempre con corrección, en el Espíritu. Háganlo así con humildad, háganlo con caridad, háganlo con entendimiento y con esperanza. No sean ofensivos ni de mal carácter; no sean obstinados; ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’.

Allí está, a mi juicio, el significado de lo que el apóstol dice en esta declaración vital e importante. Y resta todavía la última frase, ‘en el temor de Cristo’. Hemos de pasar a ella, pero sobre todas las cosas estemos seguros de comprender el contexto en el cual el apóstol hace esta declaración. Hay algunas cosas fundamentales, esenciales, sobre las cuales no debe haber interrogantes ni dudas. El cristianismo tiene un mínimo irreducible; y sobre esa base hemos de ponernos firmes. Allí no nos sometemos; allí luchamos, si es necesario, hasta la muerte. Y hemos de hacerlo del modo correcto y con el espíritu correcto. Pero cuando se tratan de asuntos sobre los cuales no puede haber certeza ni conclusiones finales, es allí cuando deben recordar esta exhortación. Los miembros de la iglesia en Corinto en general estaban de acuerdo sobre los fundamentos y los asuntos vitales, los principios fundamentales del cristianismo. El apóstol no tiene necesidad de instruirlos respecto de estos principios, sino solamente recordárselos (1Cor. 15:1-4).
¿En qué sentido debía instruirlos? Sobre la forma en que hablaban unos de los otros, sobre el hecho de que algunos comían carne ofrecida a los ídolos, mientras que otros no lo hacían, y cosas por el estilo. Ellos estaban de acuerdo en cuanto al camino de la salvación, en cuanto a la deidad de Cristo y en cuanto a la expiación.

Sobre eso todos estaban de acuerdo, de otra manera no habrían estado en la iglesia. Pero uno puede estar de acuerdo respecto de esas verdades y aún dividir a la iglesia y ser culpable de divisiones respecto de otros asuntos. Y es precisamente aquí donde debemos aprender a someternos unos a otros en el temor de Cristo. Si uno carece de opiniones no es un cristiano; pero si es un obstinado, es un mal cristiano. Dios nos conceda la habilidad de trazar la distinción. No se nos dice que no tengamos opiniones, o que las vendamos por poco. Se nos dice que las tengamos y que las mantengamos, pero que no seamos obstinados. Hemos de mantenerlas como ‘llenos del Espíritu’, manifestando amor, gozo, paz, longanimidad, bondad, mansedumbre, fe y templanza, estos gloriosos frutos del Espíritu Santo. ‘No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución’, no se jacten, no sean altisonantes, no sean violentos. ‘Sed llenos del Espíritu’; sostengan y prediquen y enseñen la verdad en amor, y entonces las relaciones personales serán dulces, amables, llenas de amor y el nombre de Dios será glorificado a través del mundo.

Extracto del libro: Vida nueva en el Espíritu, del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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