En BOLETÍN SEMANAL
​La clase de religión más popular ha sido la que se representa como "bastante fácil" y "bastante sencilla", y que parece hacer todo por nosotros sin demandar nada de nosotros. Quizá nunca antes la distinción entre la religión cristiana y la falsa religión ha sido tan evidente, para esto nos invita la Escritura a pensar y razonar.

Lo QUE hizo ESTA MUJER
Primero, debemos considerar lo que hizo esta mujer.

La respuesta es sorprendente y asombrosa: ella sencillamente pensó y razonó. ¡Qué sencillo! Las razones del fracaso son muchas. Destaco sólo dos que he visto con más frecuencia. La primera es la que podemos llamar en general un espíritu anti-intelectual con respecto a la fe. No siempre se lo reconoce como tal ni se advierte, pero ha habido mucho de esta actitud hacia la religión durante los últimos años. Pensamientos precisos, definiciones y dogmas han sido desvirtuados. Todo el énfasis ha sido colocado sobre la religión como un poder que puede hacer algo por nosotros y nos puede hacer felices. La parte emocional y sentimental de la
religión ha sido sobre enfatizada a expensas de lo intelectual. En verdad, podemos decir que al aspecto y al elemento milagroso de la religión cristiana le ha sido dado un lugar de excesiva preeminencia. Con demasiada frecuencia se lo ha considerado meramente como algo que da una constante serie de liberaciones milagrosas de toda suerte y forma de males.

Los «slogans» de que tanto hemos oído atestiguan esto. Las frases más frecuentemente utilizadas han sido: «Prueba la fe» o «Prueba la oración» y a menudo se ha dado la impresión que sólo tenemos que pedir a Dios todo lo que pudiéramos necesitar y seremos satisfechos. Ese aspecto práctico de la religión ha sido recalcado sin destacar las condiciones y todo el plan de salvación, ni de la revelación de la naturaleza y los propósitos de Dios según los revela la Biblia.

La clase de religión más popular ha sido la que se representa como «bastante fácil» y «bastante sencilla», y que parece hacer todo por nosotros sin demandar nada de nosotros. Quizá nunca antes la distinción entre la religión cristiana y los varios cultos y agentes psicológicos que procuran ayudar a los hombres ha sido más confusa y oscura que durante los últimos años. Los grandes principios, el poderoso trasfondo, el contenido intelectual y teológico de nuestra fe no han sido enfatizados y en verdad, a menudo han sido desechados como no esenciales. Hemos estado tan ocupados con nosotros mismos, nuestros estados de ánimo, nuestros sentimientos y estado interior que cuando nos enfrentamos con problemas externos que nos afectan profundamente, no sabemos cómo pensar o dónde comenzar.

La otra razón que explica por qué no pensamos, como lo hizo esta mujer, es que en una crisis repentina quedamos aturdidos y dejamos que nos atropellen.  Estoy dispuesto a conceder que esto se deba en parte a causas físicas o nerviosas, pero no en su totalidad. En tales condiciones tendemos a bajar la guardia y dejamos caer. Nos abandonamos y dejamos de luchar y de hacer un esfuerzo positivo. No sólo perdemos el control sino que en cierto sentido deliberadamente nos relajamos y cedemos. No es sólo holgazanería sino la manifestación que los efectos intoxicantes de una calamidad, una catástrofe, o una crisis tienden a imponer sobre nosotros. ¡Qué fácil es gritar o exclamar o ceder a algún otro impulso que por cierto surge en tales ocasiones! ¡Qué fácil soltar las riendas del autocontrol y el dominio de nosotros mismos!

Esta mujer, la madre de Sansón, se destaca como un glorioso ejemplo de todo lo opuesto. Hizo lo que todos nosotros debiéramos hacer en circunstancias similares. Viendo y observando el colapso de su esposo, su temor y su lloriqueo, y al escuchar sus presentimientos de mal, sus oscuras profecías y sus dudas de la bondad de Dios, ella no grita ni exclama; no da lugar a la histeria cayendo finalmente en un estado de inconsciencia; no formula preguntas irreverentes ni quejas contra Dios; ella piensa, razona, medita el asunto y con una lógica magnífica llega a la única conclusión que es verdaderamente válida. Puede parecemos extraño y raro que, en medio del desastre y dificultades apremiantes, la religión cristiana en lugar de actuar como una droga o un amuleto que hace todo lo que necesitamos, y repentinamente pone todo en orden, nos pide, más bien nos manda, que pensemos y que empleemos la lógica. Pero esta es la enseñanza que vemos no sólo aquí sino en toda la Biblia. Resumiendo, las instrucciones son las siguientes:

1. No hables hasta que hayas analizado el asunto. Examínate, contrólate, especialmente tus labios. No digas nada hasta que hayas pensado y pensado profundamente. Como lo expresa Santiago sé »tardo para hablar».

2. Haz un esfuerzo y piensa activamente. No contemples meramente los hechos permitiendo que ciertos pensamientos se repitan en tu mente. Piensa de forma activa Considera que es tu deber pensar como jamás hayas pensado antes, y como si el mismo carácter de Dios y su justificación delante de los hombres dependiera de ti. El enemigo te ha atacado especialmente en la esfera de tu mente. ¡Resístelo y derrótale!

3. Parte de la suposición que si bien puede haber otras cosas que son verdad y de que es posible que comprendas muy poco, una cosa es segura y absoluta: la insinuación del enemigo respecto de Dios es y tiene que ser errónea

4. Luego, procura considerar todos los hechos que influyen y no meramente uno, o algunos. En cierto sentido Manoa era muy lógico. El sabía que cualquiera que veía a Dios debía morir. Su problema era que consideraba ese hecho solamente sin tomar en cuenta los otros factores que estaban a su disposición y por tanto arribó a una conclusión falsa. Partiendo de un solo hecho llegó apresuradamente a su conclusión.

¡Con cuánta frecuencia hemos nosotros también hecho esto! Evita esto procurando considerar otros factores. Coloca el problema en la luz de su contexto más amplio. Allí, entonces, vemos por la acción de la mujer de Manoa lo que nosotros debemos hacer en circunstancias similares.

Debemos pensar y razonar. Afortunadamente la lección prosigue. Pues no sólo se nos dice lo que ella pensó, sino que se nos da el resultado de su razonamiento y lógica.

Extracto del libro: “¿Por qué lo permite Dios?” del Dr. Martyn Lloyd-Jones

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar