En BOLETÍN SEMANAL
​Cómo no se debe ayunar: Hay personas [cristianas que] prefieren estar bajo una cierta especie de ley, les gusta estar bajo reglamentos. Les gusta que les digan exactamente lo que deben hacer y lo que no deben hacer. En un día específico de la semana no deben comer carne, y así sucesivamente. Esto no es vida cristiana; sino no comer en un día determinado... Hay un peligro muy sutil en ello, es una violación total de la enseñanza bíblica. Nunca se debe considerar el ayuno como un fin en sí mismo.
Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6:16-18) 


​Examinemos ahora este asunto del ayuno de una forma un poco más directa. ¿Qué es exactamente el ayuno? ¿Cuál es su propósito? No cabe duda de que, en último término, es algo que se basa en la comprensión de la relación entre cuerpo y espíritu. El hombre es cuerpo, mente y espíritu, los cuales están íntimamente relacionados entre sí y actúan estrechamente el uno sobre el otro. Los distinguimos porque son diferentes, pero, debido a esa mutua relación e interacción, no debemos separarlos. No hay duda de que los estados y condiciones corporales físicos influyen en la actividad de la mente y del espíritu, de modo que el ayuno debe considerarse dentro de esta relación peculiar de cuerpo, mente y espíritu. Por lo tanto, el ayuno significa abstinencia de comida con fines espirituales. Esta es la noción bíblica del ayuno que debe distinguirse de la puramente física. La noción bíblica del ayuno es que, por ciertas razones y fines espirituales, las personas se deciden a abstenerse de comer; este punto es muy importante, y por ello debemos presentarlo también de una forma negativa. Recientemente leía un artículo acerca de este tema, y el escritor de refería a esa afirmación del apóstol Pablo en 1 Corintios 9:27 donde dice: “Pongo (mi cuerpo) en servidumbre”. El apóstol dice que lo hace a fin de poder trabajar con más dedicación. El autor del artículo afirmaba que ahí teníamos una ilustración del ayuno. Esto no es más que lo que yo llamaría parte de la disciplina general del hombre. En todo momento hay que mantener sometido al cuerpo, pero eso no debe decir que uno siempre debe ayunar. El ayuno es algo excepcional, algo que el hombre hace de vez en cuando con un fin especial; en tanto que la disciplina debe ser constante. Por ello no puedo aceptar textos como esos de: “pongo mi cuerpo en servidumbre”, y, “mortificad vuestros miembros, que están en la tierra”, como parte de la enseñanza acerca del ayuno. En otras palabras, la moderación en el comer no es ayuno, sino que es parte de la disciplina del cuerpo; es una forma muy buena de mantener el cuerpo en servidumbre; pero no es ayuno. Ayunar significa abstenerse de comer por algunos propósitos especiales, tales como la oración, la meditación o la búsqueda de Dios por alguna razón específica o bajo alguna circunstancia excepcional.

Para completar este punto, deberíamos añadir que el ayuno, si lo concebimos adecuadamente, no sólo debe limitarse a la comida y bebida. El ayuno debería realmente incluir también la abstinencia de todo lo que es legítimo en sí mismo y por sí mismo, con el fin de alcanzar alguna meta espiritual especial. Muchas funciones corporales que son buenas y normales y perfectamente legítimas, por razones peculiares, en ciertas circunstancias, deberían someterse a un control. Esto es ayunar.

Esta sería una definición general de lo que significa ayunar. Antes de examinar las formas en que ayunamos, veamos cómo debemos considerar y enfocar el problema en general. También en este caso, la división es sencilla, ya que en último término, no tenemos sino la forma equivocada y la forma correcta de hacerlo. Hay ciertas maneras erróneas de ayunar. He aquí una de ellas: Si ayunamos de forma mecánica, o simplemente por ayunar, estamos violando la enseñanza bíblica respecto a este asunto. En otras palabras, si uno hace del ayuno un fin en sí mismo, algo de lo cual uno dice, “Bien, como soy cristiano, tengo que ayunar tal día y tal hora del año porque es parte de la religión cristiana”, más valdría que no lo hiciera. El elemento esencial del ayuno se pierde cuando se hace de esta forma.

Esto no es exclusivo del ayuno. ¿No vimos acaso lo mismo en el asunto de la oración? Es bueno que las personas, si pueden, dediquen ciertos momentos especiales a la oración. Pero si me planifico mi programa para el día y digo que a tal hora debo orar, y oro sólo por cumplir con el programa, ya no estoy orando. Lo mismo sucede en el caso del ayuno. Hay personas que lo toman precisamente de esta manera. Se hacen cristianos; pero prefieren estar bajo cierta especie de ley, les gusta estar bajo reglamentos. Les gusta que les digan exactamente lo que deben hacer y lo que no deben hacer. En un día específico de la semana no deben comer carne, y así sucesivamente. Esto no es la vida cristiana; sino no comer en un día determinado. Luego cierto período del año uno debe abstenerse de comer, o comer menos, y así por el estilo. Hay un peligro muy sutil en ello, es una violación total de la enseñanza bíblica. Nunca se debe considerar el ayuno como un fin en sí mismo.

Pero a esto hay que agregarle algo que ya he indicado, y que se puede expresar así; jamás se debe considerar el ayuno como parte de nuestra disciplina. Algunos dicen que es muy bueno que un día a la semana no comamos ciertas cosas, o que en cierto período del año nos abstengamos de otras. Dicen que es bueno bajo el punto de vista de la disciplina. Pero la disciplina es algo que debe ser permanente, es algo perpetuo. Siempre debemos disciplinarnos a nosotros mismos. Acerca de esto no puede haber discusión alguna. En todo tiempo debemos mantener al cuerpo sometido, siempre debemos tirar de las riendas de nosotros mismos, siempre debemos mostrarnos disciplinados en todos los aspectos. Por ello, es erróneo reducir el ayuno simplemente a una parte del proceso de disciplina. Antes bien, es algo que hago a fin de alcanzar el ámbito espiritual más elevado de oración a Dios, meditando o con una intercesión intensa. Y esto lo sitúa en una categoría completamente diferente.

Y esta es otra forma equivocada de considerar el ayuno. Hay algunos que ayunan porque esperan resultados directos e inmediatos de ello. En otras palabras, tienen de él una especie de visión mecánica, lo que a veces he llamado, por falta de una ilustración mejor, la visión ‘traga-monedas’. Se pone una moneda en la ranura, se tira de la palanquita, y así se logra el resultado. Esta es la idea que tienen del ayuno. Si se quieren ciertos beneficios, dicen, ayunemos; si se ayuna se obtendrán. Esta actitud no es exclusiva del asunto del ayuno. Vimos antes, al tratar de la oración, que hay muchos que la consideran de esta forma. Leen relatos de cómo algunas personas en un tiempo determinado decidieron pasar la noche entera en oración y, como consecuencia de ello, se produjo un avivamiento. Por eso deciden que también ellos tendrán una reunión de oración toda una noche, y esperan que se dé el avivamiento. “Como oramos, se debe dar el avivamiento”. O se encuentra también en relación con la enseñanza acerca de la santidad. Algunos dicen que si uno obedece ciertas condiciones, obtendrá una bendición, habrá un resultado inmediato y directo. Debo decir que en ninguna parte de la Biblia se encuentra esto, ni en conexión con el ayuno ni con ninguna otra cosa. Nunca se debe ayunar para conseguir resultados directos.

Permítanme decirlo en forma más clara todavía. Hay personas que defienden el ayuno como una de las maneras y métodos mejores para obtener bendiciones de Dios. Algunos de los recientes escritos a los que me he referido, parecen ser, lamento decirlo, culpables de ello. Hay gente que escribe acerca de su propia vida y dice, “Vean, mi vida cristiana parecía desarrollarse siempre en medio de flaquezas y miserias; no me sentía feliz. Mi vida parecía ser una serie de subidas y bajadas. Era cristiano, pero parecía que no poseía lo que poseen otras personas que conozco. Y así fue durante años. Había recorrido casi todas las convenciones, había leído libros que trataban del tema. Pero nunca parecía conseguir la bendición. Entonces cayó en mis manos la enseñanza que subraya la importancia del ayuno; ayuné y recibí la bendición”. Luego sigue la exhortación: “Si usted desea esa bendición, ayune”. A mí me parece que esta doctrina es muy peligrosa. Nunca se debe hablar así acerca de nada en la vida espiritual. Estas bendiciones nunca son automáticas. En el momento en que comenzamos a decir, “como hago esto, obtendré eso”, significa que nosotros somos los que controlamos la bendición. Esto es ofender a Dios y violar la gran doctrina de su soberanía final y última. No, nunca debemos defender el ayuno como medio de bendición.

Examinemos otro ejemplo. Tomemos el asunto de los diezmos. He aquí otro tema que ha sido puesto nuevamente de relieve. Hay, desde luego, una base bíblica muy buena en favor del diezmar; pero hay muchos que enseñan la cuestión del diezmar de forma equivocada. Alguien escribe un relato de su vida. Dice también que su vida cristiana no era satisfactoria. Las cosas no le salían bien; incluso tenía problemas financieros en el negocio. Entonces cayó en la cuenta de la enseñanza acerca del diezmar y empezó a hacerlo. De inmediato su vida se vio inundada de gozo. No sólo esto, sino que su negocio también comenzó a prosperar. He leído libros que de hecho llegan hasta a decir lo siguiente: “si usted realmente desea prosperar, diezme”. En otras palabras, “Usted diezma, y el resultado se sigue necesariamente; si desea la bendición – diezme”. Es lo mismo que en el caso del ayuno. Toda esta enseñanza no tiene nada de bíblica. De hecho, es peor que eso; va en detrimento de la gloria y majestad de Dios mismo. Por consiguiente, nunca deberíamos defender el ayuno, dedicarnos a él o practicarlo, como método o medio de obtener una bendición directa. El valor del ayuno es indirecto, no directo.

Lo último que nos queda por examinar es que obviamente debemos tener mucho cuidado en no confundir lo físico con lo espiritual. No podemos ver esto de forma exhaustiva ahora, pero, después de haber leído relatos acerca de personas que han practicado el ayuno, sí siento que cruzan la frontera entre lo físico y lo espiritual. Describen cómo, después de las dificultades físicas preliminares de los tres o cuatro días primeros, y sobre todo después del quinto día, suele llegarles un período de claridad mental excepcional; y a veces algunos de estos amigos lo describen como si fuera puramente espiritual. Claro que no puedo probar que no sea espiritual; pero sí podría afirmar que hombres que no son cristianos y que se someten a un período de ayuno, invariablemente dicen lo mismo. No puede caber la menor duda de que el ayuno puramente en el ámbito físico y corporal, es bueno para el organismo si se hace adecuadamente; y no cabe duda de que tras él vendrán la claridad de la mente y la comprensión. Pero debemos siempre tener mucho cuidado en no atribuir a lo espiritual lo que se puede explicar adecuadamente por lo físico. Volvemos a encontrarnos con un gran principio general. Es lo que algunos de nosotros diríamos a aquellos que atribuyen ciertos efectos especiales a la fe y a la santidad, y también a aquellos que están siempre dispuestos a llamar milagroso a algo que cierta e indiscutiblemente, no es tal. Perjudicamos la causa de Cristo si pretendemos que es milagroso algo que se puede explicar fácilmente en un nivel natural, este mismo peligro —la confusión entre lo físico y lo espiritual— está presente en el asunto del ayuno.

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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