En BOLETÍN SEMANAL
​ Pablo oró fervientemente a Dios rogando que le librara del aguijón en su carne" y la respuesta que tuvo, entretanto le era quitado, fue suficiente para calmarle y tranquilizarle: "Me ha dicho" (o sea, estando en oración el Señor puso en sus pensamientos esta consideración y promesa) "bástate mi gracia; porque mi poder en la flaqueza se perfecciona" (II Corintios 12:8, 9). La respuesta así dada, la promesa así hecha a tiempo, apaciguó y calmó el corazón de Pablo. Del mismo modo, si tú has estado orando mucho tiempo contra la pobreza o alguna aflicción semejante, Dios deja caer esta promesa u otra similar en tu corazón: "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5), que tranquiliza y contenta tu espíritu. Esto constituye una respuesta; y te recomiendo que observes tales respuestas, porque son de gran precio.

​Instrucciones generales en todos los casos y oraciones.  Observaciones a efectuar antes de orar y durante la oración.

Ha llegado el momento de considerar algunas instrucciones más generales como ayuda para discernir y observar la mente de Dios, y sus respuestas a vuestras oraciones. Instrucciones todas que pueden ser útiles en los casos ya mencionados y en toda suerte de oraciones, de la clase que sean. Se trata de observaciones a tener en cuenta antes, durante y después de la oración.
1. Instrucciones a tener en cuenta antes de orar. Dios manda orar, por decirlo así; es decir, habla en secreto al corazón para que ardientemente ore por algo. Veámoslo en las palabras de David en el Salmo 27:8: «Mi corazón ha dicho de ti: buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová». Dios habla al corazón para que ore, no simplemente diciendo a la conciencia lo que debe hacer, sino que, como en el principio cuando El creó, dijo: «Sea la luz; y fue la luz», así también, ahora dice: «Sea oración», y hay oración. Es decir, Dios derrama sobre un hombre espíritu de gracia y oración disposición para orar; imparte motivos, sugiere argumentaciones y súplicas para con Él. Descubriréis que todas estas cosas vienen fácilmente y de por si acompañadas de cierto calor vivificador y del ensanchamiento de los afectos; de cierta persistencia, anhelo e inquietud del espíritu por estar a solas, por derramar el alma delante de Dios, por desahogar y dar forma a dichos movimientos y sugerencias, hasta lograr expresarlos y convertirlos en una petición.
Es un mensaje al corazón. Fijaos en los tiempos en que Dios obra así, y no los desatendáis, para que podáis martillear cuando el hierro está rojo. Es entonces cuando sabes que Él te oye; es una oportunidad especial como quizás no tendrás otra. Los que van a pedir favores a la corte, tienen muy presente los tiempos propicios para las peticiones, cuando sus reyes están en buena disposición, de lo cual ellos sin falta se aprovechan, y de forma especial si es el propio rey quien empieza a hablar del asunto que quieren plantearle. De ahí que algunos interpreten la frase del Salmo 10:17 como que Dios prepara el corazón y hace que el oído oiga; es decir, le da forma y lo dispone para orar. Indudablemente, cuando Dios inspira la petición de esta forma, es señal evidente de que se propone oírnos.
Mas viene a propósito aquí observar la diferencia que hay entre esta voz que habla al corazón y aquellas por cuyo medio Satanás nos lleva a tales deberes en horas y tiempos fuera de sazón; como por ejemplo cuando conviene que nos ocupemos en nuestra labor profesional, en las comidas, o en dormir, etc. Inducir a la oración en tales momentos es un artificio que emplea para fatigar a los recién convertidos. La diferencia se apreciará en lo siguiente: el diablo viene a la conciencia de modo violento e imperioso, pero no capacita en absoluto al corazón para cumplir con el deber. Mas, como quiera que Dios llama de modo extraordinario, Él mismo acomoda y prepara el corazón. y llena el alma de santas sugerencias y argumentos. Cuando Dios nos llama a algo, da capacidad especial para hacer aquello a que nos llama, de modo que, por lo general, cuando quiere que se haga y tenga lugar algo grande, mueve los corazones de los hombres a orar por medio de una especie de previo instinto lleno de gracia. El estimula y conmueve las fibras de sus corazones al derramar su Espíritu sobre ellos. Así vemos que, al acercarse el retorno de la cautividad, movió el corazón de Daniel (Daniel 9:l). Conociendo éste por los libros de los profetas que el tiempo señalado estaba a punto de cumplirse, fue movido a buscar a Dios. Y lo mismo que al que compuso el Salmo 85 (véanse vs. 9, 10): «Cercana está su salud», Él le movió a orar y a escribir aquella maravillosa oración por el retorno de la cautividad; lo cual estaba también predicho que haría (Jeremías 29:10-12), habiendo prometido: «Cuando en Babilonia se cumplieren los setenta años» (v. 10), dice, «me invocaréis, e iréis y oraréis a mí, y yo os oiré» (v. 12). No dice esto solamente a modo de mandamiento, para indicar lo que debían hacer, sino también profetizando lo que harían. Se había propuesto mover entonces sus corazones, como así hizo, según se aprecia en los ejemplos mencionados. Observa, pues, tú, si Dios ha ensanchado tu corazón de esta manera para pedir a veces, y en momentos extraordinarios, cuando quizá no pensabas en orar por tal cosa. El te movió con suma eficacia acaso mientras paseabas, etc., y usando un rato libre, te atrajo a su presencia, y te hizo clamar en la forma que ya hemos visto. Presta atención a estas cosas durante todos los días de tu vida.
2. No solamente dice Dios al corazón que ore, sino que le habla durante la oración, lo cual puede discernirse por los siguientes detalles:
(a) Dios sosiega y contenta el corazón al tiempo que se ora, lo cual hace diciéndote algo, aunque no siempre se discierna lo que ha dicho. Si vieras a un ferviente y oportuno solicitante entrar ansioso en casa de un personaje importante, mas le notaras alegre, contento y tranquilo al salir, lógicamente pensarías que su petición había hallado una respuesta alentadora, suficiente y favorable. De la misma manera, si cuando te has acercado a Dios, y has sido ferviente y oportuno en tu petición, como por ejemplo pidiendo tener a Cristo («¡Dame a Cristo o muero!»), te levantas con el espíritu sosegado y satisfecho, y notas que han desaparecido la ansiedad y solicitud de tu corazón por aquello que pedías, es buena señal de que Dios ha oído tu oración y de que ha dicho a tu corazón dulces palabras de apaciguamiento. Ana, con gran amargura y deseo ardiente, tanto más a causa de la prolongada espera (pues Proverbios 13:12 dice que «la esperanza que se prolonga y por la misma razón también el deseo, es tormento del corazón») de la abundancia del dolor derramó su alma delante del Señor (1 Samuel 1:16), uniéndose a su oración Elí el sacerdote («El Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho»). Mas, después de esta oración halló su corazón tan sosegado que «no estuvo más triste», como dice el texto. Se levantó tranquilizada, y fue aquella oración la que llenó la boca de Elí con palabra de profecía; y el corazón de ella con la tranquilidad. Palabra secreta de Dios que apaciguó aquellas olas; y, en consecuencia, Dios le dio un hijo, el hijo de sus deseos.
Esto es lo que Dios hace aún actualmente: hablar al corazón; dejar caer en él una promesa, algún pensamiento particular, palabras de consuelo, semejantes a las de Elí: «El Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Esto constituye una respuesta; y te recomiendo que observes tales respuestas, porque son de gran precio.

Thormas Goodwin

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