En BOLETÍN SEMANAL
Fue una oración notable. Sé que fue así, porque Nehemías nunca olvidó que había orado. He orado centenares y miles de veces, pero no recuerdo ningún detalle en particular después en cuanto a la ocasión que me dispuso a la oración o a las emociones que me envolvieron. Pero hay un par de oraciones que nunca podré olvidar. No las he anotado en mi diario, pero recuerdo cuando oré, porque ese tiempo era tan especial, la oración tan intensa y la respuesta a ella fue tan notable que nunca lo podré olvidar. Así también  la oración de Nehemías nunca, nunca fue borrada de su memoria, y cuando estas palabras quedaron escritas para la historia lo hizo de la siguiente forma: "Entonces oré al Dios del cielo."

​II. He aquí el hecho, y creo que merece una mayor reflexión. Así que pasamos a observar- EL MODO DE ESTA ORACIÓN.
Bien, muy brevemente, fue lo que podríamos llamar una oración espontánea que es como si arrojara el dardo, y ya está. No era la oración que se para junto a la puerta de la misericordia a llamar, llamar y llamar. Es la concentración de muchos llamados en uno solo. Comenzó y terminó en un solo golpe. Quiero recomendaros esta oración como una de las mejores formas de oración.

Nótese que debió de ser muy breve. Fue introducida, deslizada -hecha un «sándwich»– entre la pregunta del rey y la respuesta de Nehemías; y, como ya he dicho, no creo que la haya tomando un tiempo apreciable, escasamente un segundo. Es muy probable que el rey no haya observado ningún tipo de pausa o vacilación, porque Nehemías estaba en tal estado de alarma ante la pregunta que estoy convencido de que no permitió que su vacilación se hiciera evidente, antes bien la oración debió de ser ofrecida como un rayo eléctrico, en forma verdaderamente rápida. En cierto estado de extrema excitación es maravillosa todo lo que puede pasar por la mente en un tiempo muy breve. Como los hombres rescatados de ahogarse, al recobrarse han contado que mientras se hundían vieron todo el panorama de sus vidas pasar ante sus ojos en breves segundos, así la mente es capaz de lograr mucho en un espacio de tiempo muy breve. Así la oración fue presentada como un abrir de ojos; fue hecha intuitivamente; sin embargo, fue hecha y demostró ser una oración que prevaleció ante Dios.

Fue una oración de un tipo notable. Sé que fue así, porque Nehemías nunca olvidó que había orado. He orado centenares de veces, y miles de veces, pero no recuerdo ningún detalle en particular después en cuanto a la ocasión que me dispuso a la oración o a las emociones que me excitaron. Pero hay un par de oraciones que nunca podré olvidar. No las he anotado en mi diario, pero recuerdo cuando oré, porque ese tiempo era tan especial, la oración tan intensa y la respuesta a ella fue tan notable. Ahora, la oración de Nehemías nunca, nunca fue borrado de su memoria, y cuando estas palabras quedaron escritas para la historia lo hizo de la siguiente forma: «Entonces oré al Dios del cielo.»

III. Ahora hermanos amados, en tercer lugar, paso a recomendarles ESTE EXCELENTE ESTILO DE ORACIÓN.
Hablaré principalmente a los hijos de Dios, a vosotros que tenéis fe en Dios. Os ruego que con frecuencia, no, os pido que siempre uséis este método de la oración espontánea ruego a Dios, también, que algunos de los que están aquí y nunca han orado, quieran ofrecer una oración espontánea al Dios del cielo antes que salgan de este edificio, que pueda subir de vuestros labios una petición breve y ferviente, algo semejante a la del publicano en el templo: «Dios, sé propicio a mí, pecador.»

Entonces para tratar de forma práctica este asunto, es deber y privilegio de todo cristiano tener horas estables para orar. No puedo entender que un hombre pueda conservar la vitalidad de la piedad a menos que se retire regularmente para orar, por lo menos mañana y tarde. Daniel oraba tres veces al día y David dice: «Siete veces al día te alabo.» Es bueno para vuestros corazones, bueno para vuestra memoria, bueno para vuestra solidez para que dediquéis ciertas porciones de tiempo y digáis «Pertenecen a Dios. Tendré tratos con Dios a tal y tal hora, y procuraré ser tan puntual en mi horario con él como si hubiera hecho un compromiso para reunirme con un amigo.» Cuando Sir Thomas Abney era alcalde de Londres le molestaba tener que participar en banquetes, porque Sir Thomas siempre había tenido oración con su familia a una hora señalada. El problema era cómo salir del banquete para poder conservar el devocional familiar. Lo consideraba tan importante, que dejaba la silla, avisándole a su vecino de asiento que tenía un compromiso con un amigo querido al que no podía faltar. Y se iba, cumplía su compromiso con Dios, y regresaba a su lugar, ninguno más sabio, y siendo él el mejor por observar su acostumbrado hábito de adorar. La Sra. Rowe decía que llegado el momento de orar, no renunciaba a la oración ni aunque estuviera predicando el apóstol Pablo. No, decía, si estuvieran allí los doce apóstoles, y no pudiera haber otra ocasión de oírlos, ella no se ausentaría de su cámara de ora¬ción a la hora señalada.

Pero ahora, habiendo enfatizado la importancia del hábito piadoso de la oración privada, quiero que quedéis impresionados por el valor de otro tipo de oración, a saber las oraciones imprevistas, breves, rápidas, muy cortas y frecuen¬tes, de las cuales Nehemías nos da una muestra. Y la recomiendo, porque no obstaculiza los compromisos y no ocupa tiempo. Podrías estar midiendo tus percalas, o pesan¬do comestibles, o podrías estar sumando una cuenta, y entre un ítem y otro podréis decir: «Señor, ayúdame.» Podrías orar al cielo y decir «Señor, ayúdame.» No te quitará tiempo. Este modo de orar es una gran ventaja para personas que están presionadas por los negocios porque ni en el menor grado les incapacitará para atender los asuntos que tengan entre manos. No requiere que vayas a algún lugar especial. Donde estás puedes detenerte, si vas en coche, o caminas por la calle, seas el más bajo aserrador en su aserradero, o él más alto funcionario, puedes parar y hacer oraciones como ésta. Sin altar, sin iglesia, sin los así llamados lugares sagrados, sino dondequiera estéis, este estilo de oración, pequeña oración, llegará al oído de Dios y recibirá una bendición.

Una oración de ese tipo se puede ofrecer en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia. En la tierra, en el mar, enfermo o en salud, en medio de pérdidas o en ganancias, en los grandes reveses o en los momentos de éxito, el creyente puede desahogar su alma dirigiéndose a Dios en sentencias breves y rápidas. La ventaja de esta forma de oración es que puede orar con frecuencia y puedes orar siempre. El hábito de la oración es bendecido, pero el espíritu de oración es mejor. Y el espíritu de oración es la madre de estas oraciones instantáneas, y a mí me gustan porque es una madre prolífica. Muchas veces en el día podemos hablar con Dios nuestro Señor.
Esta oración es sugerida por todo tipo de circun¬stancias. Recuerdo a un pobre hombre que una vez me hizo un cumplido, que valoré mucho en ese tiempo. Estaba hospitalizado, y cuando lo visité dijo: «Fui a oírle durante algunos años, y ahora, cualquier cosa que veo parece recor¬darme una u otra cosa que usted dijo, y acude a mi mente tan fresca como en el momento en que la oí.» Ahora bien, el que sabe orar instantáneamente encontrará que todo lo que lo rodea le ayuda en el sagrado hábito. ¿Está ante un paisaje hermoso? Di: Bendito sea Dios que ha creado estas cosas para recrear la vista y alegrar el corazón.» ¿Estás en lúgubres tinieblas en un día brumoso? Di: «Ilumina mis tinieblas, oh Señor.» ¿Estás acompañado? Te acordarás de orar: «Señor, pon guarda a la puerta de mis labios.» ¿Estás muy solo? Entonces dices: «no me dejes solo, sé tú conmigo, Padre.» El ponerte la ropa, el sentarte a la mesa del desayuno, al subir al vehículo que te transporta, el caminar por las calles, al abrir tus libros de contabilidad, al cerrar el negocio, en fin, todo puede sugerirte que ores en la forma que he estado tratando de descubrir, si tan sólo tienes una actitud mental adecuada para ofrecerla.

Este tipo de oración está libre de cualquier sospecha de haber sido motivada en forma corrupta para agradar a los hombres. No pueden decir que estas oraciones disparadas secretamente por nuestra alma hayan sido presentadas para alcanzar elogios para nosotros mismos, puesto que nadie se da cuenta que estamos orando. Por lo tanto, os recomiendo esta oración y espero que abundéis en ellas. Hay hipócritas que han orado durante horas. Sin duda hay hipócritas que son tan regulares en sus devocionales como los mismos ángeles que están delante del trono de Dios, y no obstante no hay vida, espíritu ni aceptación instantánea.  Si veo que de una chimenea salen chipas sé que en el interior hay un fuego encendido, y estas oraciones instan-táneas son como las chispas que salen desde un alma que está llena de ardientes brasas del amor a Jesucristo.
Estas breves oraciones disparadas nos son de gran utilidad, queridos amigos. Con frecuencia nos controlan. Per¬sona de mal carácter, si oraras siempre un poquito antes de dejar que de tus labios salgan las expresiones de tu enojo, muchísimas veces dejarías de decir esas feas palabras. A una buena mujer le aconsejaron que tomase un vaso de agua y se dejara una cantidad de agua en la boca por cinco minutos antes de comenzar a reprender a su marido. Me atrevo a decir que no es una mala receta, pero si en vez de practicar esa pequeña excentricidad, hubiera hecho una corta oración, ciertamente hubiera tenido un mejor efecto y hubiera sido más espiritual. Puedo recomendar esta oración de urgencia como una receta valiosa para el irreflexivo y para el irritable; porque todos los que se ofenden fácilmente y son lentos para perdonar insultan y hieren. Cuando en los negocios estás por cerrar con una oferta que te ofrece cierta dudas, o sientes un escrúpulo positivo, una oración como «Guíame, buen Señor,» con frecuencia te impedirá hacer algo de lo cual más tarde te arrepentirás.

El hábito de ofrecer estas breves oraciones también impedirá que deposites confianza en ti mismo. Mostraría tu dependencia de Dios. Evitaría que te volvieras mundano. Sería como un delicioso perfume quemado en la cámara de tu alma para mantener alejada de tu corazón la fiebre de este mundo. Puedo recomendar enfáticamente estas oraciones breves, dulces y benditas. Quiera el Espíritu Santo dártelas.

C.H. Spurgeon

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