En BOLETÍN SEMANAL
'No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas;....Vivimos en una era de especialistas, y el especialista es casi siempre alguien que vive tan perdido en detalles que a menudo olvida los principios. La mayoría de los fracasos en la vida de nuestro tiempo se deben al hecho de que se han olvidado ciertos principios básicos. En otras palabras, si todos vivieran una vida piadosa no necesitaríamos tantas reuniones ni organizaciones.

​’No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.‘ Estos versículos, constituyen el comienzo de una sección nueva del Sermón del Monte. Hasta ahora hemos visto que nuestro Señor se ha ocupado en describir al cristiano. Primero se nos ha recordado lo que somos; luego se nos ha dicho que, siendo así, debemos recordarlo siempre y hacer que nuestra vida sea tal que manifieste constantemente esta naturaleza esencial nuestra. Es como el padre que le dice al hijo que va a participar en una fiesta, ‘Recuerda quién eres. Debes comportarte de tal modo que tu familia y tus padres reciban alabanza y honra por ello.’ O lo mismo se dice a los alumnos en nombre de la escuela y a los ciudadanos en nombre de su nación.

Esto ha venido diciendo nuestro Señor. Somos hijos de Dios y ciudadanos del reino de los cielos. Debido a ello, tenemos que manifestar las características de tales personas. Lo hacemos así a fin de manifestar su gloria, y a fin de que otros lo glorifiquen.

Se suscita entonces la pregunta de cómo hay que hacerlo. Este es el tema que se nos plantea. La respuesta, en breve, se puede formular así: tenemos que vivir una vida justa. Esta es la palabra que sintetiza la vida cristiana, ‘justicia’ o rectitud. Y el tema del resto del Sermón del Monte es en muchos aspectos éste, la clase de vida recta que el cristiano ha de vivir.  

¿Qué es esta justicia o rectitud que hemos de manifestar, cuál es la índole de la misma? Los versículos 17 al 20 de este capítulo 5 son una especie de introducción general al tema. Nuestro Señor presenta este problema global de la justicia y de la vida justa que ha de caracterizar al cristiano. Observemos su método. Antes de entrar en detalles, propone ciertos principios generales. Utiliza una introducción antes de comenzar realmente a explicar y expandir el tema…  

Es básico comenzar siempre por principios. Los que se equivocan en la práctica suelen ser los que no están seguros de los principios. Me parece que este problema es vital hoy día. Vivimos en una era de especialistas, y el especialista es casi siempre alguien que vive tan perdido en detalles que a menudo olvida los principios. La mayoría de los fracasos en la vida de nuestro tiempo se deben al hecho de que se han olvidado ciertos principios básicos. En otras palabras, si todos vivieran una vida piadosa no necesitaríamos tantas reuniones ni organizaciones.

El método de comenzar por principios básicos lo vemos en este caso en que nuestro Señor pasa a tratar de este problema de la justicia. Primero propone en este párrafo dos principios categóricos. En el primero, en los versículos 17 y 18, dice que todo lo que va a enseñar está de acuerdo absoluto con la enseñanza toda de la Escritura del Antiguo Testamento. No hay nada en su enseñanza que la contradiga en forma alguna.

La segunda proposición, que presenta en los versículos 19 y 20, es que su enseñanza, que está en acuerdo tan completo con el Antiguo Testamento, está en desacuerdo absoluto con la enseñanza de los fariseos y escribas; es más, la contradice por completo.

Se trata de dos pronunciamientos importantes, porque nunca entenderemos la vida de nuestro Señor tal como aparece en los cuatro Evangelios a no ser que comprendamos estos principios. Aquí tenemos la explicación del antagonismo que los fariseos, escribas, doctores de la ley y otras gentes, mostraron contra Él. Aquí tenemos la explicación de todas las tribulaciones que tuvo que soportar, y de las incomprensiones ante las que se vio.

Otra observación general es que nuestro Señor no se contentó con hacer afirmaciones positivas; también hizo negativas. No se contentó con presentar su doctrina. También criticó otras doctrinas. Vuelvo a subrayar esto de paso porque, como he indicado tan a menudo en la exposición de este Sermón, por alguna razón inexplicable se ha apoderado de mucha gente una cierta desidia intelectual y moral. Esto se aplica incluso a evangélicos. Muchos, por desgracia, en estos días no están de acuerdo con la enseñanza negativa. ‘Enseñemos de forma positiva,’ dicen. ‘No hay por qué criticar otras posiciones.’ Pero nuestro Señor sí criticó la enseñanza de los fariseos y escribas.  La desenmascaró y atacó con frecuencia. Y es indispensable, desde luego, que nosotros hagamos lo mismo. Hablamos de ecumenismo, y lo defendemos basados en que, ya que nos hallamos frente a ciertos peligros, no es momento de discutir acerca de puntos doctrinales; más bien deberíamos tratarnos con cordialidad y procurar unirnos.

Según nuestro Señor, no ha de ser así. El hecho de que las Iglesias Católica y Ortodoxa Griega se llamen cristianas no es razón para no presentar los errores peligrosos que contienen. Nuestro Señor, pues, no se contentó con lo positivo; y esto, a su vez, nos lleva a otra pregunta. ¿Por qué fue esto así? ¿Por qué juzgó necesaria esta introducción a la parte detallada del Sermón? Creo que la respuesta es muy sencilla. Al leer los Evangelios vemos con claridad que había mucha confusión respecto a la enseñanza de nuestro Señor. Para sus contemporáneos, no cabe duda que resultaba un problema difícil. Había tantas cosas extrañas en él. No era fariseo ni había sido  preparado como tal. No había asistido a las escuelas de costumbre, y por ello lo observaban y decían, ‘¿Quién es éste que enseña y hace estas afirmaciones dogmáticas? ¿Qué es este hombre?’ No había llegado a la posición de maestro por el curso normal, y esto creaba de inmediato problemas. Los líderes y la gente se sentían perplejos ante él. Pero no sólo esto. Como les he venido recordando, criticó a los fariseos y a los escribas, y a sus enseñanzas. Pero, éstos eran los líderes aceptados y los maestros religiosos, y todo el mundo repetía lo que ellos enseñaban. Ocupaban un lugar importante en la vida de la nación. Pero, he aquí que de repente alguien que no era de su escuela, y que además atacaba su enseñanza, hace su aparición. Además, no se dedicaba a explicar la ley. Predicaba una doctrina extraordinaria de gracia y del amor de Dios, y presentaba tales cosas como la parábola del Hijo Pródigo. Pero, peor aún, se mezclaba con publícanos y pecadores, incluso comiendo con ellos. No sólo parecía no observar todas las normas y reglas existentes; de hecho parecía violarlas premeditadamente. Criticaba de palabra la enseñanza oficial, y también en la práctica.

Por esta razón de inmediato comenzaron a hacerse preguntas. ‘¿Cree este nuevo Maestro en las Sagradas Escrituras? Los fariseos y escribas pretenden ser los exponentes de ellas; ¿este Jesús de Nazaret, por tanto, no cree en ellas? ¿Ha venido para abolirlas? ¿Enseña algo completamente nuevo? ¿Quiere abrogar la ley y los profetas? ¿Enseña acaso que existe una forma nueva para llegar a Dios y agradarle? ¿Quiere que olvidemos por completo el pasado?’ Estas eran las preguntas que nuestro Señor sabía muy bien iban a suscitarse debido a su persona y conducta. Por esto, aquí, en la introducción misma a sus enseñanzas más detalladas, sale al paso a tales críticas. Sobre todo pone sobre aviso a sus discípulos para que no se dejen confundir ni influir por lo que iban a escuchar. Los prepara para ello con la formulación de estos dos postulados fundamentales.

Nuestro Señor ya les había dicho en general cómo debían ser y la clase de justicia que tenían que manifestar. Ahora, cuando va a comenzar con problemas detallados y específicos, quiso que entendieran la situación general. Les llamo la atención acerca de esto no por interés teórico ni porque sea una sección nueva de este Sermón que debemos exponer. Lo hago porque es un problema apremiante y práctico para todos nosotros quienes, en un modo u otro, nos interesamos por la vida cristiana. Porque no se trata de un problema antiguo, sino moderno también. No es algo teórico, porque hay muchos que se sienten confundidos ante esta cuestión. Hay quienes tropiezan en Cristo y su salvación por esta cuestión de su relación con la ley; y por esto creo que es básico que lo examinemos. En realidad hay quienes dicen que este versículo que estamos estudiando les aumenta el problema en vez de disminuírselo.

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martin Lloyd-Jones

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