En BOLETÍN SEMANAL
Una mentalidad pagana: ​Hay muchas personas que se pueden describir como mundanos espirituales. Si uno les habla acerca de la salvación, tienen la idea correcta; pero si se les habla acerca de la vida en general, son mundanos. Cuando se trata de la salvación del alma, tienen las respuestas correctas; pero si uno escucha sus conversaciones ordinarias acerca de la vida en este mundo, descubrirá una filosofía pagana. Se afanan por el comer y el beber; siempre están hablando acerca de riqueza, posición y posesiones temporales. Estas cosas en realidad los dominan. Ellas son las que los hacen felices o infelices; ellas son las que les dan placer o les disgustan; y siempre están pensando y hablando acerca de ellas. Esto es ser como los paganos.

​No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:31-33).

Aquí nuestro Señor nos presenta el enfoque positivo respecto a la ‘poca fe’. No basta darnos cuenta de lo que significa; lo importante es poseer una fe mayor. Introduce su enseñanza con la palabra ‘pues’; de manera que es un eslabón en una cadena. “Pues”, dice, “a la luz de todo esto, no os afanéis diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Es la repetición del mandato fundamental. Algunos interpretan la adición de la palabra ‘diciendo’, en el sentido de que hay una ligera alteración. En la primera ocasión, como se recordará, dijo, “Por tanto os digo: no os afanéis”, aquí, según ellos señalan, dice “No os afanéis, pues, diciendo”.

No creo que sea una diferencia importante. No hay por qué negar que hay una diferencia, que en el primer caso nuestro Señor dio una advertencia general en contra de la tendencia de afanarse, pero que aquí da un paso más y dice, en efecto, «ni siquiera debéis decir estas cosas, aunque las penséis, no debéis decirlas.» Que sea así o no, no tiene importancia porque el punto principal sigue siendo el mismo. Nuestro Señor nos muestra aquí la forma positiva de incrementar nuestra fe, y vuelve a presentarlo a manera de argumento. Recordemos que su método siempre es lógico. No se limita a hacer afirmaciones y pronunciamientos; los razona. ¡Que condescendencia tan maravillosa! Veamos esa palabra ‘porque’. “Porque los gentiles buscan todas estas cosas”; “pero vuestro Padre celestial sabe”; y así sucesivamente. Lo único que debemos hacer, por tanto, es seguir su argumentación.

A este respecto, observamos que se someten a nuestra consideración tres puntos principales, tres principios fundamentales que, si los captamos y entendemos, nos conducirán inevitablemente a una fe mayor. En realidad es notable la forma en que Él trata este tema.

Su argumento esencial es que nosotros, como cristianos, debemos ser diferentes de los gentiles. Así es como empieza. Adviértase cómo pone esta afirmación entre paréntesis, por así decirlo: “porque los gentiles buscan todas estas cosas”. ¡Pero qué afirmación tan poderosa y qué importante! Aunque, de forma negativa, conduce a un resultado muy positivo. Si uno se quiere incrementar la fe, lo primero que hay que hacer es darse cuenta de que afanarse y preocuparse acerca de la comida, de la bebida, del vestir, y de la vida en este mundo, es, en un sentido, hacer lo mismo que los gentiles.

¿Qué quiere decir con esto? La palabra ‘gentiles’, desde luego, significa en realidad ‘paganos’. Los judíos constituían el pueblo escogido de Dios. Ellos eran quienes poseían los oráculos de Dios y el conocimiento especial de Él; los otros se describían como paganos. Por ello debemos analizar esta palabra y ver exactamente qué significa. La afirmación es que si soy culpable de afanarme y preocuparme por estas cuestiones de alimento, vestido, la vida en este mundo, y por ciertas cosas de las que carezco; si todo esto me domina a mí y a mi vida, entonces en realidad estoy viviendo y comportándome como un pagano. Pero tratemos de descubrir el verdadero significado de esto.

Los paganos eran personas que no poseían la revelación de Dios, y que por tanto no conocían a Dios. Eso es lo que se subraya tanto en el Antiguo Testamento; es lo que distingue a los hijos de Israel de todos los demás. Pablo, en su argumento respecto a este tema dice en Romanos 3:2 que “les ha sido confiada la Palabra de Dios”. Dios se reveló de forma especial a los judíos, no sólo en el llamamiento de Abraham y en otros casos específicos, sino sobre todo al darles la ley y la gran enseñanza de los profetas. Los paganos no conocían nada de esto; no habían tenido esta revelación especial, ni poseían conocimiento de Dios. No tenían las Escrituras del Antiguo Testamento y estaban, por consiguiente, sin los recursos para conocerlo. Éste es el punto esencial acerca de los paganos, no saben nada acerca de Dios. En un sentido real, están “sin Dios en el mundo”.

Claro está que, a este respecto, podemos ir más allá y decir que los paganos no saben nada acerca de la revelación de Dios en Jesucristo, y no saben nada acerca del camino de salvación establecido por Dios. Ignoran por completo la visión de la vida que se enseña en la Biblia. No saben que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. No saben nada acerca de las “preciosas y grandísimas promesas”, ni acerca de las varias promesas que Dios ha dado a su pueblo en este mundo. Los paganos no saben nada acerca de eso, y no lo han recibido. Están en verdadera oscuridad respecto a la vida en este mundo y en cómo ha de vivirse, y en verdadera oscuridad también acerca de su destino eterno. Su visión de la vida está completamente limitada por sus propios pensamientos, y carecen de esta luz que se recibe de lo alto.

No debemos demorarnos en esto, pero los que tienen esa visión pagana de la vida ven, en general, las cosas que nos suceden en una de dos formas posibles: Hay quienes creen que todo lo de esta vida es accidental. Esta idea se conoce a veces como la ‘teoría de la contingencia’ que enseña que las cosas suceden sin razón, y que nunca se puede saber lo que va a suceder luego. Este concepto de la vida en el mundo la sostienen, por ejemplo, hombres como el Dr. Julian Huxley, para quien todo es accidental y contingente; así lo enseñan y le han dado a esta idea una prominencia considerable en los tiempos actuales. Dicen que en la vida no hay ningún propósito. No hay ni orden ni designio; todo es fortuito. Es un punto de vista muy antiguo. No contiene nada nuevo, y no hay en el mundo de hoy personas más trágicas que éstas que sostienen tal punto de vista pensando que con ello son ‘modernos’. La mitad de los paganos poseen esta visión de la vida y obviamente eso va a afectar en un sentido profundo toda su actitud hacia todas las cosas que suceden.

El otro punto de vista, comúnmente llamado ‘fatalismo’, se coloca como extremo opuesto de aquel. Enseña que lo que ha de ser, será. No importa lo que uno haga o diga, ello sucederá. “Lo que ha de ser, será”. Por consiguiente es totalmente necio realizar algún esfuerzo. Uno simplemente vive, y confía en que las cosas no le saldrán mal, y que de una forma u otra uno podrá vivir más o menos bien. El fatalismo enseña que uno no puede hacer nada respecto a la vida, que hay poderes y factores que lo controlan a uno inexorablemente, y lo mantienen en el marco de un determinismo rígido. De nada sirve, pues, reflexionar, y mucho menos afanarse. Pero el fatalismo, de todos modos, conduce al afán, porque esas personas siempre están preocupándose por lo que va a suceder luego. La ‘contingencia’ y el ‘fatalismo’, son pues, las dos expresiones principales de la visión pagana de la vida.

Es importante tener presente estas dos ideas porque los cristianos, a menudo sin darse cuenta, sostienen alguna de las dos. La visión cristiana, por otra parte, la que se enseña en la Biblia, y sobre todo en este pasaje específico del Sermón del Monte, se podría escribir como la doctrina de ‘la certeza’. Dice que la vida no está controlada por una necesidad ciega, sino que algunas cosas son ciertas por qué estamos en las manos del Dios vivo. Así pues, si uno es cristiano, adopta esa doctrina de la certeza frente a las teorías de la contingencia y del fatalismo. Hay una gran diferencia entre estos puntos de vista —el cristiano y el pagano—; y lo que nuestro Señor dice es que, si uno vive una vida llena de ansiedad y preocupaciones, está virtualmente muerto en lo espiritual y adoptando la visión pagana de la vida.

Nuestra visión fundamental de la vida en este mundo va a determinar nuestra forma de vivir, y a controlar toda nuestra conducta. “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. Siempre se puede decir cuál es la filosofía de un hombre por la manera en que vive y por la manera en que reacciona frente a las cosas que suceden en torno a él. Por esto los tiempos de crisis criban a las personas. Siempre revelamos exactamente nuestra posición con lo que decimos. Recordarán que nuestro Señor dijo en cierta ocasión que seremos juzgados por todas las palabras ociosas que pronunciemos (ver Mt. 12:36). Decimos mucho acerca de nosotros mismos como cristianos, con nuestras observaciones y con nuestros comentarios acerca de la vida. Nuestra visión de la vida se transmite en todas nuestras expresiones.

Además, si alguien tiene una visión pagana de la vida en este mundo, también tendrá una visión pagana de la vida en el otro mundo. La visión pagana de esa vida es que es un reino de penumbra. Se ve esto en las mitologías griegas y en las no cristianas. Todo es incierto. Si alguien, por tanto, sostiene esta visión, este mundo lo será todo para él y tratará de sacarle todo provecho a la vida, porque es la única vida acerca de la cual posee algún conocimiento. Además, o bien trata de descubrir de antemano la contingencia, o trata de alguna manera de eludir este fatalismo que lo atenaza. Lo que hace es esto, dice: aquí estoy en este momento; lo voy a aprovechar cuanto me sea posible porque no sé qué va a suceder luego. Por tanto , su filosofía es, “come, bebe, regocíjate”; vivamos para el momento presente. Tengo a mi disposición esta hora, voy a sacar de ella todo lo que pueda.

Esto es lo que estamos viendo a nuestro alrededor; esta es la forma en que la mayoría de las personas parecen vivir hoy día. Argumentan que, como uno no sabe lo que va a suceder el mes próximo o el año próximo, la esencia de nuestra sabiduría está en decir, “Bien; gastemos todo lo que tengamos; saquémosle el máximo placer a la vida ahora”. Por ello no prestan atención a las consecuencias y se despreocupan de su destino eterno. Nuestro Señor lo resume todo con esta frase, “Porque los gentiles buscan todas estas cosas”. Y esta palabra ‘buscan’ es una palabra contudente. Significa que lo buscan con afán, que buscan constantemente estas cosas, que viven para ellas. Y hay que reconocerles esto: son perfectamente consecuentes; si ésta es la visión de la vida que tienen, entonces hacen lo que piensan. Viven para estas cosas, las buscan con afán y constancia.

De lo cual, sin embargo, surge la pregunta vital e importante. ¿Somos nosotros así? Si estas cosas ocupan el primer lugar en la vida —dice nuestro Señor—, y si monopolizan nuestra vida y nuestro pensar, entonces no somos mejores que los paganos, somos mundanos con mentes mundanas. Esta palabra nos llega con poder y significado terribles. Hay muchas personas que se pueden describir como mundanos espirituales. Si uno les habla acerca de la salvación, tienen la idea correcta; pero si se les habla acerca de la vida en general, son mundanos. Cuando se trata de la salvación del alma, tienen las respuestas correctas; pero si uno escucha sus conversaciones ordinarias acerca de la vida en este mundo, descubrirá una filosofía pagana. Se afanan por el comer y el beber; siempre están hablando acerca de riqueza, posición y posesiones temporales. Estas cosas en realidad los dominan. Ellas son las que los hacen felices o infelices; ellas son las que les dan placer o disgustan; y siempre están pensando y hablando acerca de ellas. Esto es ser como los paganos, dice Cristo; porque el cristiano no debería estar dominado por esas cosas. Cualquiera que sea la posición que adopte frente a ellas, en último término, no ha de estar controlado por ellas. Esas cosas no deberían en realidad hacerlo feliz o infeliz, porque ésta es la situación típica del pagano, estar dominado por ellas en toda la perspectiva que tiene acerca de la vida y en su vivir en este mundo.

Esta es, pues, una manera muy buena, de aumentar nuestra fe y de introducirnos en el concepto bíblico de la vida de fe. El pueblo de Dios, los hijos de Dios en este mundo están destinados a vivir la vida de fe; tienen que vivir a la luz de esa fe que profesan. Sugiero, por tanto, que hay ciertas preguntas que deberíamos hacernos constantemente. He aquí algunas. ¿Me enfrento a las cosas que me suceden en este mundo como lo hacen los gentiles? Cuando me suceden estas cosas, cuando parece haber dificultades en cuanto al comer, beber y vestir, o en relación con la vida, ¿cómo les hago frente? ¿Cómo reacciono? ¿Es mi reacción como la de los paganos, de los que no son cristianos? ¿Cómo reacciono ante una guerra? ¿Cómo reacciono frente a la enfermedad, a la muerte y a las pestilencias? Es una buena pregunta para hacerse.

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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