En BOLETÍN SEMANAL
Un constructor, Cristo: ​¡Bendito sea el Señor que la obra está en manos de un Constructor que no puede fracasar en la tarea de llevar a término sus designios! Cristo es el Constructor Todopoderoso.

«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16:18)

Cristo dice: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” Las tres Personas de la bendita Trinidad con ternura cuidan de la verdadera Iglesia de Cristo. En el plan de salvación que se nos revela en la Escritura, Dios el Padre escoge, Dios el Hijo redime y Dios el Santo Espíritu santifica a cada miembro del cuerpo místico de Cristo. Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo – tres Personas y un solo Dios – cooperan en la salvación de toda alma que se salva. No debemos olvidarnos nunca de esta verdad. Sin embargo, en cierto sentido, el cuidado de la Iglesia es prerrogativa del Señor Jesucristo. De una manera peculiar y por experiencia, Él es el Redentor y Salvador de la Iglesia. De ahí que en las palabras de nuestro versículo Él diga: «Yo edificaré; esta obra de edificación es mía.”

Es Cristo quien a su tiempo llama a los miembros de la Iglesia. Ellos son «los llamados de Jesucristo» (Romanos 1:6). Es Cristo quien les da vida: «El Hijo a los que quiere da vida.” (Juan 5:21.) Es Cristo quien lava sus pecados: Cristo «nos lavó de nuestros pecados con su sangre.” (Apocalipsis 1:5.) Es Cristo quien les da paz: «La paz os dejo, mi paz os doy.” (Juan 14:27.) Es Cristo quien les da vida eterna: «Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás.” (Juan 10:28.) Es Cristo quien les concede arrepentimiento: «A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento, y perdón de pecados.” (Hechos 5:31.) Es Cristo quien les capacita para llegar a ser hijos de Dios: «A todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12.) Es Cristo quien lleva a término la obra que en ellos ha sido empezada: «Porque yo vivo, vosotros también viviréis.” (Juan 14:19.) En una palabra: «Agradó al Padre que en él habitase toda la plenitud” (Colosenses 1:19). Él es el autor y consumador de la fe. Él es la vida. Él es la cabeza; de Él todas las coyunturas y miembros reciben su crecimiento; por Él todos los miembros del cuerpo místico reciben energía para el trabajo y son preservados para no caer. Él los guardará hasta el fin, y los presentará sin mancha delante de su gloria con gran alegría. Él es todas las cosas en todos los creyentes.

El Espíritu Santo es el poderoso agente a través del cual el Señor Jesucristo lleva a cabo su obra en los miembros de Su Iglesia. Él es quien da a conocer a Cristo a los creyentes y aplica a sus almas Su obra. Él es quien de una manera incesante renueva, despierta, convence, conduce a la cruz, transforma y quita piedra tras piedra del mundo, y las añade al edificio místico. Pero el gran Constructor que sobre sí ha tomado el ejecutar la obra de la Redención y llevarla a buen término, es el Hijo de Dios, «la Palabra hecha carne.” Es el Señor Jesús quien edifica.

En la construcción de la verdadera Iglesia el Señor Jesús condesciende a usar gran número de instrumentos subordinados. El ministerio del Evangelio, la difusión de las Escrituras, la amonestación amorosa, una palabra hablada en tiempo apropiado, las aflicciones, etc., constituyen medios e instrumentos a través de los cuales se realiza Su obra y el Espíritu infunde vida a las almas. Pero Cristo es el Gran Arquitecto; el que dirige, ordena y guía todo lo que se hace. Pablo puede plantar y Apolos regar, pero es Dios quien da el crecimiento (1 Corintios 3:6). Los ministros pueden predicar y los escritores escribir, pero Cristo es quien edifica. Y si Él no edifica, la obra se paraliza.

¡Grande es la sabiduría que el Señor muestra en la edificación de su Iglesia! Todas las cosas se hacen a tiempo, y de la manera apropiada. Cada piedra, según su turno, es colocada en su lugar. En algunas ocasiones Él escoge grandes piedras, mientras que en otras se limita al uso de las pequeñas. A veces la obra va muy deprisa; otras veces va muy despacio. Con frecuencia el hombre da señales de impaciencia y llega a pensar que no se está haciendo nada. Pero el tiempo del hombre no es el tiempo de Dios: «para con el Señor mil años es como un día.” El Constructor no comete errores, sabe lo que hace. Obra según un plan perfecto, inalterable y cierto. Las soberbias concepciones arquitectónicas de Miguel Ángel y Wren no son más que bagatelas y juegos de niños en comparación con los sabios consejos de Cristo con respecto a su Iglesia.

¡Grande es la condescendencia y la misericordia que Cristo muestra en la edificación de su Iglesia! Con frecuencia escoge las piedras menos apropiadas y más toscas, y las transforma y adapta maravillosamente al edificio de su Iglesia. No desprecia a nadie, ni rechaza a nadie a causa de sus pecados y transgresiones pasadas. A menudo, de fariseos y publicanos hace columnas de su Casa. Se deleita en mostrar misericordia y en hacer de gente impía y descuidada hermosas piedras de esquina en su Templo espiritual.

¡Grande es el poder que Cristo despliega en la edificación de su Iglesia! Su obra prosigue adelante pese a la oposición del mundo, la carne y el diablo. En medio de la tormenta, en la tempestad, en tiempos agitados, al igual que el templo de Salomón, la obra progresa silenciosamente, sin ruido ni alboroto ni excitación. El Señor dice: «Lo que hago yo; ¿quién lo estorbará?» (Isaías 43: 1’3).

Los hijos de este mundo no muestran interés alguno por la edificación de esta Iglesia. La conversión de las almas nada les preocupa. Los espíritus quebrantados y los corazones contritos, ¿qué valor tienen para ellos? La convicción de pecado, o la fe en el Señor Jesús, ¿qué significa para ellos? A sus ojos todo esto es «locura.” Pero, aunque a los hijos de este mundo todo esto les tenga sin cuidado, para los ángeles de Dios es motivo de gran gozo. Para la preservación de la verdadera Iglesia, las leyes de la naturaleza algunas veces se han visto suspendidas. Todos los designios providenciales de Dios en el acontecer de este mundo han sido dispuestos y ordenados para el bien de esa Iglesia. Por amor a los escogidos Dios pone fin a las guerras y da paz a las naciones. Los hombres de Estado, los gobernadores, los emperadores, los reyes, los presidentes, tienen sus planes y sus proyectos estatales y los consideran de suma importancia. Pero hay otra obra, infinitamente más importante, que se realiza por encima de los proyectos estatales de este mundo, y que convierte a los hombres de estado en «hachas y sierras» en las manos de Dios (Isaías 10:15). Esa obra es la edificación del templo espiritual de Cristo, la reunión de las piedras vivas en la única Iglesia verdadera.

¡Cuán agradecidos deberíamos estar de que la edificación de la verdadera Iglesia descanse sobre las espaldas de Uno que es Todopoderoso! Si dependiera del hombre, ¡qué pronto se paralizaría! Pero, ¡bendito sea el Señor que la obra está en manos de un Constructor que no puede fracasar en la tarea de llevar a término sus designios! Cristo es el Constructor todopoderoso. Aunque las naciones y las iglesias visibles no sepan desempeñar sus misiones, la obra de Cristo proseguirá. Cristo nunca fracasará, lo que Él emprende tendrá cumplimiento cierto.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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