En BOLETÍN SEMANAL
 El hombre está constantemente buscando la verdad, pero no es capaz de encontrarla. Sus juicios son parciales e injustos. Su incursión con el pensamiento relativo conduce a una destrucción inevitable. El hombre es estimulado por sus propias tendencias egoístas. La lógica se rige por el orgullo, el intelecto se rige por el deseo, y la ganancia material convierte a los hombres en mentirosos. Las opiniones humanas están en continuo rumbo de colisión entre sí. El hombre ha erigido fortalezas de ideología que se han establecido en contra de la verdad y de Dios.

El dolor y la ansiedad caracterizan al mundo emocional del hombre. Su incapacidad de controlar las actitudes destructivas asola su espíritu y su alma se irrita por sus conflictos con los demás. La envidia lo hiere, el odio lo amarga v la avaricia lo carcome como cáncer. Sus afectos están en el lugar equivocado, su amor es pisoteado y su confianza traicionada. Los ricos pisan a los pobres y los pobres tratan de acabar con los ricos. Cárceles, hospitales e instituciones para enfermos mentales marcan la agitación moral y emocional del hombre.

Pero sin lugar a dudas la parte más oscura del mundo del hombre es su vida espiritual. Está en discordia con Dios. El mecanismo de la naturaleza moral del hombre está visiblemente alterado. El hombre no está sincronizado con el plan divino de Dios. Las malas tendencias lo dominan desde sus antepasados perdidos y mancillados.

Parece no haber escape de esto en este mundo para el creyente sincero. Dondequiera que miremos nos enfrentamos a la cultura prevaleciente en este mundo perdido. Por encima de todo esto, Satanás ataca continuamente nuestra te. Sabiendo esto, debemos orar: «No nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (Mat. 6:13).

¿TENTACIÓN O PRUEBA?
Esta sexta petición habla alentadoramente de la protección de Dios. A primer vistazo, la interpretación de su significado parece bastante simple: Le pedimos a Dios que nos proteja para que no nos metamos en problemas. Pero examinando más de cerca,
este pedido no es tan sencillo, y una palabra en el texto griego acomoda su interpretación.

Peirasmos («tentación») es básicamente una palabra neutra en griego, no tiene una connotación necesaria con algo bueno o malo, como lo hace la palabra en español tentación, la cual se refiere a inducir a hacer el mal. La raíz griega se refiere a examinar o probar, y de ese significado se derivan los significados relacionados con prueba y tentación. Aquí parece hacer un paralelo con el término «mal», indicando que tiene el propósito de atraer para pecar.

EL PROBLEMA INTERPRETATIVO
La santidad y bondad de Dios no permitirán que él guíe a nadie, por cierto a ninguno de sus hijos, a un lugar o experiencia en la que ellos fuesen inducidos a propósito a cometer algún pecado. Santiago atestigua esto: «Nadie diga cuando sea tentado: ‘Soy tentado por Dios’; porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie» (Stg. 1:13).
Sin embargo, Santiago acababa de decir:   «Hermanos mios, tened por sumo gozo cuando os encontréis en diversas pruebas [peirasmos], sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (vv, 2, 3). Obviamente nos encontramos con un problema interpretativo para determinar si peirasmos en Mateo 6:13 debería traducirse «tentación» o «prueba». Como nos dice Santiago, Dios no tienta. ¿Entonces por qué pedirle que no haga lo que de todas maneras nunca haría? No obstante Santiago nos dice que deberíamos regocijarnos cuando nos encontremos con pruebas y no tratemos de evitarlas. ¿Entonces por qué deberíamos orar: «No nos metas en tentación»?

LA SOLUCIÓN PARADÓJICA
Afirmo junto con Crisóstomo, uno de los primeros padres de la iglesia, que la solución de este tema es que Jesús no está tratando con lógica o teología sino con un llamado natural de la debilidad humana enfrentándose al peligro (Homilía 19:10).
Todos deseamos evitar el peligro y el problema que crea el pecado. Por lo tanto esta petición es la expresión del alma redimida que desprecia y teme tanto al pecado, que quiere escapar de toda posibilidad de caer en él, escogiendo evitar en vez de derrotar a la tentación.

Aquí tenemos otra paradoja bíblica. Sabemos que las pruebas son un medio para crecer espiritual, moral y emocionalmente. El carácter cristiano se fortalece por medio de las pruebas.   Sin embargo, no tenemos el menor deseo de estar en un lugar en el que la prueba podría conducir al pecado. Así que cuando resistimos las pruebas, nos damos cuenta de que estas nos fortalecen porque ejercitan nuestros músculos espirituales.

Incluso Jesús, cuando oró en el huerto de Getsemaní, consultó primero: «Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa», antes de decir: «Pero, no sea como yo quiero, sino como tú» (Mat. 26:39). Estaba aterrado ante el hecho de cargar con el pecado, sin embargo, Jesús estaba dispuesto a soportarlo para cumplir con la voluntad de su Padre, la cual era ofrecer la redención de los pecadores que reciban al Hijo.

Nuestra propia reacción a los momentos de tentación es similar a la de Cristo, pero para nosotros es principalmente un asunto de tenerse desconfianza. Cuando vemos honestamente el poder del pecado y nuestra propia debilidad y tendencias pecaminosas, nos estremece el peligro de la tentación o incluso la prueba. Ese era el objetivo de Santiago cuando dijo: “. Cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. Luego esa pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte» (Stg. 1:14, 15).

Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur

    

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