En BOLETÍN SEMANAL
​"Oración que hizo (David) cuando estaba en la cueva " Las cuevas han escuchado las mejores oraciones. Algunas avecillas cantan mejor en sus jaulas. He oído que algunas personas de Dios dan el mejor de sus brillos en las tinieblas. Hay muchos herederos del cielo que nunca oran tan bien como cuando son llevados a orar en medio de necesidad. Algunos cantarán en voz alta en sus lechos de enfermos, voces que casi no se oían cuando estaban bien; y algunos cantarán altas alabanzas dignas de Dios en el fuego, personas que no le alababan como debieran antes de que les viniera la prueba. En el horno de la aflicción con frecuencia muestran los santos lo mejor de sí. Si alguno de vosotros está en situaciones oscuras y deprimentes, si vuestras almas están agobiadas en vosotros, que este llegue a ser un momento especial para una comunión e intercesión particularmente especial, y que la oración desde la cueva sea la mejor de tus oraciones.

​ORACIÓN DE DAVID EN LA CUEVA
 «Masquil de David. Oración que hizo cuando estaba en la cueva.”   Salmo 141

David  oró cuando estaba en la cueva. Si cuando estaba en  el palacio hubiera orado tan sólo la mitad de lo que lo hacía en la cueva, hubiera sido mejor para él. Pero, ¡ay! cuando era rey lo hallamos levantándose tarde de la cama, mirando desde la terraza de su casa y cayendo en tentación. Si hubiera estado mirando al cielo, si su corazón hubiera estado en comunión con Dios, jamás hubiera cometido el gran crimen que tan profundamente manchó todo su carácter.

«Oración que hizo cuando estaba en la cueva”.  Dios oirá la oración en la tierra y en el mar, y hasta en lo profundo del mar. Recuerdo que un hermano, mientras oraba, usó esta expresión. Alguien que estaba en la reunión de oración estaba asombrado por ello, y preguntó: «¿Cómo podría Dios oír la oración hecha desde lo profundo del mar?» Al preguntar tal cosa averiguamos que el hombre que había pronunciado estas palabras era un buzo, y que con frecuencia descendía al fondo del mar después de los naufragios. Nuestro Dios no es el Dios de las montañas solamente sino también de los valles. Es Dios del mar y de la tierra. Oyó a Jonás cuando el profeta desobediente estaba en los cimientos de los montes, y la tierra con sus barrotes parecía haber echado sus cerrojos sobre él para siempre. Dondequiera que trabajes puedes orar. Dondequiera que estás enfermo puedes orar. No hay lugar donde estés desterrado y Dios no esté cerca, y no hay momento, día o noche, en que su trono sea inaccesible.

Esta noche usaré la oración que David hizo en la cueva para representar las oraciones que los hombres piadosos hacen cuando están en tribulación. Pero primero, hablaré de ello como un cuadro de la condición de un alma bajo una profunda convicción de pecado. Este Salmo de la cueva tiene una gran semejanza con el carácter de un hombre bajo convicción de pecado. Luego lo usaré para representar la condición de un creyente perseguido; y en tercer lugar, hablaré de él como que revela la condición de un creyente que está siendo preparado para una mayor honra y servicio más amplio que lo que antes haya tenido.

I. En primer lugar, permítanme tratar este salmo y usarlo como un cuadro de LA CONDICIÓN DE UN ALMA BAJO UNA PROFUNDA CONVICCIÓN DE PECADO.

Hace algún tiempo estabas en el campo abierto del mundo pecando con la mano en alto, arrancando las flores que crecen en los valles envenenados, y disfrutando con sus perfumes mortales. Estabas muy feliz con tu corazón pecaminoso, tan feliz como se pueda llegar a ser, porque eras frívolo, descuidado e irreflexivo; pero agradó a Dios atraerte.
Fuiste aprehendido por Cristo, y fuiste puesto en prisión y ahora tus pies estaban amarrados en el cepo. Esta noche te sientes como uno que ha pasado del sol brillante y del aire perfumado a una caverna oscura y fétida, donde ves muy poco, no hay comodidades y parece no haber esperanzas de escape.

Ahora bien, de acuerdo con el Salmo que tenemos delante de nosotros, que vale tanto para nosotros como para David, tu primera ocupación debiera ser recurrir a Dios. Conozco tus dudas y tus temores de Dios. Entiendo cuan atemorizado te sientes ante la sola mención de Su nombre, pero te exhorto, si has de salir de tu presente estado de depresión, acude inmediatamente a Dios. Mira, el Salmo comienza: «Con mi voz clamé a Jehová; con mi voz pediré a Jehová misericordia.» Ve a casa y clama a Dios con tu Voz; pero si no tienes un lugar donde puedas usar tu voz; clama a Dios en silencio; pero clama a Él. Mira hacia Dios, porque allí, y solamente allí, hay esperanza.
«Pero he pecado contra Dios,» dices. Pero Dios está dispuesto a perdonar. El puede perdonar en forma justa la mayor de las ofensas. Mira hacia Dios y comienza a orar. Conozco hombres que tan pronto como creyeron en Dios hicieron esto; pero sintieron un débil deseo de hacerlo y clamaron. Ha sido una pobre oración; sin embargo, Dios la ha oído. He sabido de algunos que han clamado a Dios con muchísima desesperación. Cuando apenas habían creído que habría algún provecho en ello, todavía se trataba de eso o nada. Y sabían que no les haría daño orar, de modo que se pusieron de rodillas y clamaron. Es maravilloso ver qué oraciones tan pobres Dios oye y responde. Oraciones que no tienen piernas para correr, manos para aferrarse, y muy poco corazón, sin embargo, Dios las ha oído y las ha aceptado. Ponte de rodillas, si tu corazón suspira a causa del pecado. Si la oscura tristeza de tus iniquidades se está haciendo cada vez más grande a tu alrededor, clama a Dios, y Él te oirá.

Lo que hay que hacer enseguida es presentar ante Dios una completa confesión. David dice: «Delante de Él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia.» El corazón humano anhela expresarse; un dolor que se calla quedará en al alma y la asfixiará, hasta que su negro humo haga que se asomen los ojos mismos del espíritu. No es malo que a veces hables a un amigo cristiano acerca de la angustia de tu corazón. No te estimularía a que hagas eso en primer lugar. De ningún modo. Pero podría ser útil a algunos. Pero, sea como sea, haz una completa confesión al Señor. Dile que has pecado. Dile que has tratado de salvarte a ti mismo, y has quedado quebrantado. Dile cuan miserable eres, cuan cambiante y voluble, orgulloso y libertino, cómo tu ambición te ha llevado como desenfrenado corcel. Dile todas tus faltas, hasta donde puedas recordarlas. No trates de ocultar nada a Dios; no puedes hacerlo, porque Él todo lo sabe. Por lo tanto, no vaciles en decírselo todo, el más oscuro de tus secretos, el pecado que no quisieras susurrar al vendaval vespertino. Dile todo, todo. La confesión a Dios es buena para el alma. «El que confiesa sus pecados y se aparta alcanzará misericordia.»

Insto a quienquiera de vosotros que ahora se encuentre en la cueva tenebrosa, que busque un lugar secreto y tranquilo, y a solas con Dios, derrame su corazón delante de Él. David dice: «Delante de él manifestaré mi angustia.» No pienses que el uso de palabras piadosas va a servir de algo. No son puras palabras las que tienes que emitir, tienes que plantear toda tu angustia delante de Dios. Como un niño le cuenta a su madre sus penas, dile al Señor todas tus angustias, tus quejas, tus miserias, tus temores. Confiésale todo, y tu espíritu recibirá un gran alivio. Así que en primer lugar recurre a Dios. En segundo lugar, haz una confesión a Dios. En tercer lugar, reconoce delante de Dios que no hay esperanza para ti sino solamente en Su misericordia. Dilo como David lo pone: «Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer.» Hay solamente una esperanza para ti, reconócelo. Quizá hayas estado tratando de ser salvo por tus buenas obras. Aun cuando las amontones, carecen por completo de valor. Posiblemente esperes ser salvado por tu religiosidad. La mitad de ello es hipocresía, y ¿cómo podría un hombre esperar salvación por su hipocresía? ¿Esperas ser salvo por tus sentimientos? Son cambiantes como el tiempo: una ráfaga de viento cambiará todos tus finos sentimientos en murmuraciones y en rebelión contra Dios ¡Oh, amigo! ¡No puedes cambiar la ley de Dios! La observancia perfecta de los mandamientos de Dios te salvaría si nunca hubieras cometido un pecado, pero habiendo pecado, eso no te salvará ahora, porque la obediencia futura no borrará tu desobediente pasado. Aquí, en Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto en propiciación por los pecados, está la única esperanza para ti. Aférrate a Él. En la cueva de tus dudas y temores, con la pegajosa humedad de tu desesperación a tu alrededor, helado y entumecido por el temor de la ira venidera, aventúrate, sin embargo, a hacer de Dios en Cristo su única confianza, y recibirás la perfecta paz.

Además, si entonces aún te encuentras en la cueva de la duda y el pecado, atrévete a suplicar a Dios que te ponga en libertad. No puedes ofrecer una oración, mejor que la de David en la cueva: «Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu nombre.» Esta noche te encuentras en una prisión y no puedes salir de ella por tus propios recursos. Puedes tomar los barrotes y tratar de sacudirlos hacia adentro y hacia afuera, pero estarán firmes en sus bases, y no se romperán en tus manos. Puedes meditar, pensar, inventar y reflexionar, pero no puedes abrir esa puerta de acero. Pero hay una mano que puede romper la puerta de bronce, un poder que corta las barras de hierro. ¡Oh hombre que te encuentras en jaula de acero, hay una mano que puede hacer polvo tu jaula, y darte la libertad! No tienes por qué ser un prisionero; no tienes por qué permanecer encerrado. Puedes caminar libremente en Jesucristo el Salvador. Solamente confía en Él y con fe repite esa oración esta noche: «Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu nombre!» y Él te librará. ¡Los pecadores alaban el nombre de Dios cuando salen de la cárcel! Recuerdo que, cuando fui puesto en libertad, sentía ganas de cantar todo el tiempo, y podría bien haber usado el lenguaje de Carlos Wesley:

¡Oh, que tuviera lenguas mil, y al Redentor cantar!

Mi viejo amigo, el Dr. Alejandro Fletcher, parece levantarse delante de mí ahora, porque recuerdo haberle oído decir a los niños que, cuando los hombres salen de la cárcel alaban a la persona que los liberó. Un día caminaba por el tribunal de lo criminal y vio a un muchacho que se paraba de cabeza, hacía volteretas, bailaba al estilo de los marineros y saltaba de mil maneras. Le preguntó: «¿Qué te pasa? Se ve que estás tremendamente feliz.» El muchacho respondió: «¡Ah, venerable caballero, si usted hubiera estado encerrado durante seis meses, y acabara de salir, también estaría feliz!» No me cabe duda que eso es muy cierto. Cuando un alma sale de una prisión muchísimo peor de lo que jamás haya sido Newgate, entonces debe alabar «la gracia soberana y el amor que dio a su vida,» y «haría sonar las campanas maravillosas» repetidas veces, y toda su vida la haría música con las alabanzas al Cristo libertador.

Ahora, éste es mi consejo para vosotros los que estéis en la cueva con el alma angustiada. ¡Qué Dios te bendiga! No necesitas prestar atención a nada más de lo que voy a decir esta noche. Si estás bajo convicción de pecado, presta atención a lo que he estado diciendo, y que los demás atiendan al resto del sermón que les llegará de forma muy especial.

C.H. Spurgeon

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