En MISIONES
​Iglesia Biblica de la Trinidad
Calle 2da # 829, Sto Dgo, R. D.
Tel. 809 245 6097


Pastores e Iglesias del Señor Jesucristo

Amados hermanos en Cristo.

Para mostrar la compasión de nuestro buen Dios y Salvador Jesucristo habilitamos la tercera planta de nuestro edificio  y abrimos nuestros brazos para recibir y atender a diez pacientes ingresados del hospital Darío Contrario con politraumatismos y amputaciones de piernas causado por los derrumbes del terremoto de Puerto Príncipe.

Les presento una breve historia de algunos de ellos para que por favor oren delante del Trono de la Gracia con conocimiento,  tanto por su recuperación física como emocional.

Fabiola Pierre.
Es una joven abogada de 22 años de edad, casada y madre de una niña que sobrevivió milagrosamente al terremoto.
En el momento del seísmo se encontraba visitando  a una amiga en la sexta planta de un edificio que se derrumbó. De los 200 habitantes del edificio solo tres personas fueron sacadas con vida de los escombros.  
Varios días después pudo ser trasladada a Santo Domingo con la cadera y el fémur roto.

 Pesadas gotas de lágrimas salen de sus mejillas  cuando narra su experiencia.  En la actualidad se siente sin fuerzas y deprimida. Lucha con los recuerdos de aquel edificio que saltaba bajo sus pies.  Aun  ve el techo de cemento caer sobre ella y sobre la familia que visitaba. Recuerda los gritos de espanto de aquellos cuyos huesos iban siendo triturados por los pedazos de cemento armado que se rompían por el impacto del movimiento telúrico.

Mirielle Pierre.
Es una joven de 26 años de edad, nos dice que cuando empezó el terremoto se encontraba en su casa, en la segunda planta del exclusivo sector de  Petión Ville. Aquel edificio se derrumbó y su cuerpo quedó atrapado entre los pedazos de cemento del techo y del piso, sufrió traumas severos en la cabeza, la caja torácica y su mano derecha fue destrozada. Los médicos hacen grandes esfuerzos por salvarle la mano y evitar la amputación.

Nos narra que siempre están presentes en su mente el estruendo del terremoto y los gritos de quienes estaban cerca de ella. Por las noches despierta sobrecogida de terror en medio de las pesadillas que la asaltan. Ella es cristiana. Cuando regrese a Puerto Príncipe piensa poner un negocio y hacer un curso de belleza.  Varios familiares murieron.

Natacha Germain
Tiene 24 años, es madre soltera de dos niños. En el momento del seísmo se derrumbó su casa y una pared la  atrapó contra el suelo rompiéndole el fémur y  la cadera, además sufrió severos traumas en la cara y el cráneo, esta aferrada al Señor a quien ama su alma.

Vive con temor y miedo porque piensa que la tierra va a temblar de nuevo. Varios familiares murieron o fueron lesionados.
Sueña con volver a P. P. para rehacer su vida y criar a sus hijos.

Solanie Castin.
Tiene 25 años, se encontraba dentro de su casa cuando el techo  y las paredes empezaron a despedazarse y todo se le vino  encima. De las 7 personas que estaban en la casa solo ella y dos más quedaron vivos.  Su cuerpo recibió graves heridas y golpes diversos.  Ella es huérfana de padre y madre, vivía con una prima y su familia, quienes murieron en el terremoto. No sabe a donde ir cuando el Señor la  levante de la cama. Se quedó sin casa y sin familia. Ve su futuro sombrío e incierto, dice que no quisiera volver a Puerto Príncipe.  

Suzette Fanfan.
Tiene 33 años, trabajaba como profesora en un orfanato. Cuando llego el terremoto se encontraba trabajando y todo el edificio se le vino encima. Varios niños murieron.
Su cadera se partió en cuatro pedazos, su antebrazo se rompió en dos, estará inmóvil durante varios meses. Se siente muy deprimida y mientras duerme le asaltan las pesadilla del terremoto.  

Madline Etienne
Es una joven de 21 años de edad que caminaba por la calle.  Cuando vino el terremoto  derribo una verja que le cayó encima aplastándola junto al feto de 6 meses que llevaba dentro.  Se rompió la cadera y el feto murió. Estuvo varios días desangrándose en la calle cuando un buen samaritano la recogió y la trajo a Sto Domingo. Perdió varios familiares. Se mantiene muy deprimida y con su auto estima muy baja.

Dieula Mendez
Tiene 40 años, es madre de 7 niños, cuando ocurrió el terremoto trabajaba como vendedora en la calle.  Al  desatarse el seísmo una pared le cayó encima y su pierna izquierda fue destrozada.  Varios días después fue recogida en la calle y  trasladada al hospital Dario Contrera donde tuvieron que amputarle la pierna para salvarle la vida.

Del hospital trajo una bacteria a nuestro hospedaje que por poco le quita la vida. Permaneció 6 días interna en una clínica donde le curaron  de  la bacteria. Ella es cristiana.  Su  casa se derrumbó y gracias a Dios ninguno de sus hijos fue gravemente afectado.

Louis Delva.
Es un joven de 16 años, este se encontraba en la escuela cuando vino el terremoto. De las 10 personas que había en el aula solo tres fueron sacadas con vida. Decenas de estudiantes murieron aplastados por los escombros. Su fémur se rompió en dos y su pelvis también.
Su madre que le cuida y él están muy traumatizados y padecen de insomnio.

Oren para que la gracia de Dios se manifieste en las vidas de estas personas de tal manera que sus vidas pueden ser restauradas. Que el Señor nos de sabiduría para ministrarles de tal manera que podamos sacarles los traumas emocionales que padecen.

Oren también para que Dios le de sabiduría a los médicos y enfermeras  que les están asistiendo para lograr cuanto antes su total recuperación.

Oren para que el Señor les restaure los bienes materiales que perdieron.

 Como ya ustedes han visto, lo perdieron todo. Para que sus cuerpos puedan volver a ser productivos pasaran muchos meses de tratamiento médico  y terapias físicas.

La mano generosa del pueblo de Dios se ha extendido para ayudarnos a servirles a ellos en todo lo que les falta.   

Recuerden que en Puerto Príncipe hay dos millones de seres humanos que perdieron sus casas y lo perdieron todo. Para estas personas no será fácil volver a casa y no encontrar nada. Oren para que el Señor les ayude en medio de su desolación a llenarse de Dios y de su esperanza bienaventurada.

Atte.

Francisco Guzmán  

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