Aunque en ambos versículos aparece la palabra “padres”, en el original son dos palabras distintas. La del versículo 20 podemos traducirla como “progenitores”, e incluye tanto al padre como a la madre.
Es por eso que en el texto de Ef. 6 Pablo se vale del quinto mandamiento del Decálogo para recordar a los hijos que debían honrar padre y madre. De manera que ambos padres tienen una responsabilidad en la educación de sus hijos, y ambos poseen la misma autoridad sobre ellos...
Sin embargo, el término que Pablo usa en el vers. 21 es la palabra griega páteres que parece señalar de manera especial a los hombres, a los padres. Ellos son los que tienen la responsabilidad principal de guiar a la familia, incluyendo a sus esposas en el papel de madres.
Por supuesto, nosotros sabemos que las madres juegan un papel vital en la educación de los hijos. Generalmente ellas pasan más tiempo con ellos y ejercen una influencia determinante en sus vidas. Pero el hombre es responsable ante Dios de proveer a su esposa y a sus hijos la guía, el sostén y la protección que necesitan en un clima de amor y servicio.
Ser cabeza de la familia no es contemplado en la Biblia como una ventaja, sino como una gran responsabilidad. Nosotros tenemos un trabajo que debemos hacer de manera intencional, procurando el bien espiritual y físico de nuestra esposa y nuestros hijos.
Dios nos ha llamado a hacer un trabajo, un trabajo que está muy por encima de nuestras capacidades naturales y que solo puede ser hecho en dependencia de Él. Él nos contrató, Él nos da los recursos que necesitamos cada momento para poder ser los padres que Él quiere que seamos, y Él nos pedirá cuentas algún día por esa mayordomía que nos fue confiada.
Lamentablemente, la influencia del mundo ha tenido un impacto profundo en la iglesia de Cristo en este asunto. En muchos hogares cristianos es la mujer y no el hombre la que va delante en la vida espiritual de la familia y la crianza de los hijos.
Leí recientemente que un autor cristiano fue a proponerle a una casa publicadora un libro sobre la paternidad. El publicador le respondió que los libros dirigidos a los padres no venden. “Nuestros estudios nos han mostrado que el 80% de los libros sobre crianza son comprados por las madres. Ellas los leen y se los pasan a sus maridos, (que) apenas los leen. Es difícil mercadear la paternidad a una audiencia femenina”.
Y el impacto que ese matriarcado está teniendo en las iglesias y en la sociedad es sencillamente devastador, sobre todo para el desarrollo de un verdadero liderazgo. La masculinidad es algo que se produce mayormente en un ambiente en el que las mujeres se comportan como mujeres y los hombres se comportan como hombres (no como machos, sino como hombres).
De manera que tanto el padre como la madre tienen la responsabilidad de criar a los hijos en el temor de Dios, pero el padre es el principal responsable de ese deber.
Ahora bien, antes de seguir adelante no debemos asumir que todo el mundo tiene una idea clara de cuál es esa tarea que Dios nos ha puesto por delante en lo tocante a la crianza de los hijos. Así que permítanme detenerme un momento para definir el significado de la palabra “paternidad”.
La responsabilidad que Dios ha puesto sobre nuestros hombros no es sencillamente la de proveer a nuestros hijos la crianza y la educación que necesitan en el proceso de desarrollo para pasar de ser niños a adultos.
Nuestra responsabilidad es traspasarles una cosmovisión, una forma de ver la vida a la luz de lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra, de tal manera que ellos puedan vivir para Cristo aquí y ahora, y disfrutar de Él por toda la eternidad (comp. Deut. 6:1-9).
Noten que en ese pasaje no se está hablando simplemente del traspaso de una instrucción, sino del impacto de una relación. “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón… Sus palabras estarán sobre tu corazón… y las repetirás a tus hijos”.
La implicación es clara: el aspecto más importante de tu paternidad es tu propia relación con Dios. Aquellos padres que temen a Dios y se deleitan en Él serán, en la generalidad de los casos, los instrumentos usados por Dios para producir hijos que temen a Dios y se deleitan en Él.
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo.