En un aspecto, toda la obra de la iglesia fue «misión» y no hubo una clara distinción entre la Reforma y la tarea misionera de la iglesia en el sentido estricto de la palabra, y a causa de esto tendríamos una equivocada perspectiva cuando tratamos de aplicar nuestro moderno concepto de las misiones al pensamiento mundial de los reformadores. Por supuesto, Calvino tuvo conciencia de las actividades misioneras de las órdenes monásticas de la Iglesia Católica Romana; pero en un vehemente y no por completo razonable ataque sobre sus métodos de proselitismo Calvino comparó su obra con el trabajo de los fariseos, quienes recorrían la tierra y el mar para hacer prosélitos, a quienes más tarde convertían en demonios (Mateo 23:15). Tal vez la estimación de Calvino sobre la obra misionera de las órdenes monásticas le hizo más adverso a cualquier aspecto relativo a nuestro moderno concepto de las misiones organizadas institucionalmente.
La cuestión no es, sin embargo, si el moderno concepto de las misiones era familiar a Calvino, sino simplemente si él vio las necesidades del mundo no cristiano y la obligación de la iglesia de salir fuera, al mundo, a predicar el mensaje de Cristo. Con respecto al primer punto, no tenemos que olvidar que, a causa de varios factores, el mundo pagano, al igual que el mundo del Islam, quedaba fuera del horizonte de Calvino. Su conocimiento del mundo no cristiano estaba en gran parte confinado a lo que había aprendido de los autores clásicos, mientras que el hecho de que las potencias colonizadoras de su época fueran Católico-Romanas había puesto una fuerte barrera entre el mundo en que el Reformador se movió y aquella otra parte del mundo a la que en una edad posterior se le daría el nombre de «campo misionero». En sus trabajos se muestra que Calvino consideró la conversión de las naciones y la expansión del Reino de Dios sobre todo el mundo. …
Pero ¿cuál es la tarea de la iglesia a este respecto? En primer lugar, tenemos que destacar que Calvino estuvo profundamente convencido de la guía de Dios en esta materia; no de la obra de los hombres, sino que es la obra de Dios la que ocupa el puesto central; no es tampoco nuestra obra, sino el amor electivo de Dios, el que llama a las almas a la salvación; la actividad humana es sólo posible por la gracia de Dios; es Dios quien abre la puerta, quien muestra el camino y quien llama a sus siervos a la gran tarea. En su Comentario a II Corintios 2:12, Calvino escribe que los siervos del Señor hacen progresos cuando les es dada la oportunidad, pero que la puerta está cerrada donde no hay esperanza de frutos que se hagan visibles. Esta idea de abrir la puerta es-tuvo totalmente integrada en el conjunto de su pensamiento; estamos totalmente a merced de la misericordia de Dios; pero al mismo tiempo las circunstancias de ese período corroboraron su punto de vista: fue realmente sentido como un hecho providencial el que la puerta del mundo pagano fuese abierta por la mano de Dios. Esto no significa que, de acuerdo con Calvino, la iglesia tuviese que esperar en completa pasividad. Citando a San Agustín, Calvino escribe en sus Instituciones (III, xxiii, 14) que tenemos que esforzarnos por nosotros mismos para hacer de cada uno a quien encontramos un compañero en la paz de Dios; y en sus Comentarios sobre Isaías 12:5 hace una llamada a una activa participación en la promulgación de la paz de Dios entre las naciones. ….
Calvino no fue un líder misionero de primera línea (en interés activo para la propagación del Evangelio sobre todo el mundo se muestra inferior a Bucero), pero, por otra parte, no podemos sino admitir que hay algunos elementos en su teología que apuntan hacia un real interés en la causa de las misiones. Calvino reconoce el carácter universal de la llamada del Evangelio y dirige sus ojos hacia el establecimiento de una iglesia universal, reuniendo a todas las naciones y estableciendo el reino de Dios sobre todo el amplio mundo, y sabe que la iglesia tiene que jugar una parte activa en la gran tarea de hacer de este mundo un escenario de la gloria de Dios. Hay varias razones para el hecho de que no fuese más adelante en su reconocimiento de la tarea misionera de la iglesia. Los factores teológicos pueden haber jugado una menor parte. Su resistencia contra la idea Católica Romana de la sucesión apostólica puede haberle conducido a una subestimación de ciertos aspectos de la función apostólica de la iglesia, y no es enteramente imposible que el carácter antropocéntrico de la tarea misionera llevada a cabo especialmente por los jesuitas pudiera haberle conducido a una actitud de reserva interior con respecto a la actividad misionera organizada.
Su doctrina de la predestinación pudo no haber jugado ninguna parte a este propósito. En sus Instituciones declara enfáticamente, con una cita de San Agustín, que a causa de que el número de los elegidos es desconocido, nuestra actitud tiene que estar condicionada por el deseo de que todos puedan ser salvos (III, xxiii, 14). Tampoco hay que reprocharle el aspecto escatológico. Por el contrario, ello resulta de la naturaleza de su expectación escatológica que, como el profesor T. F. Torrance advierte en su Iglesia y Reino (Edimburgo y Londres, 1956, p. 161), según Calvino, el reino de Cristo es esencialmente militante, agresivo y anhelante de conquistarlo todo. De su Regnum Christi se desprende que mediante la presión de la iglesia todo el género humano tiene que venir bajo el dominio del Evangelio. La principal causa del poco interés de Calvino en la positiva realización de la tarea misionera hay que encontrarla en circunstancias externas: ya que entonces prácticamente todas las puertas del mundo pagano estaban cerradas; y todo el interés de Calvino estaba centrado en la necesidad de la obra de la Reforma, que él no consideró sólo como una querella eclesiástica, sino como un serio intento de hacer volver al mundo bajo una obediencia total al mandato de Cristo. Su indomable energía estuvo absorbida por esta gigantesca lucha. Su tiempo y sus posibilidades físicas fueron totalmente sacrificadas a la causa de la Reforma. Su amplio designio encontró su horizonte en la batalla que en muchos países fue librada por una valiente minoría, no sólo para reformar su iglesia, sino también la faz de su país. …
Con bastante frecuencia se ha referido la historia de un abortivo intento de establecer una colonia reformada en la costa brasileña. No es necesario repetir aquí con detalle la tragedia de los calvinistas ginebrinos que en 1556 salieron de Ginebra para ir al Nuevo Mundo. Lo hicieron, no solamente para establecer una plaza fuerte calvinista en América, sino también, tal vez, en primer lugar, para llevar el Evangelio a aquellos que vivían al margen de la luz de la revelación de Dios en Cristo. Esto es especialmente destacado por De Léry, uno de los miembros de la expedición, quien escribió después un libro muy valioso con las aventuras del pequeño grupo de calvinistas expedicionarios. Refiere con emotiva sobriedad que salió para la gloria de Dios, para ver nuevos países, y por todas partes, en su trabajo, encontramos su sincera intención de llevar el Evangelio a las poblaciones nativas. Las mismas cosas leemos en una carta escrita por uno de los ministros, Fierre Richier, a Calvino. Por desgracia, las cartas de Calvino a los emigrantes se han extraviado. Es interesante leer cómo De Léry intentó explicar el contenido de la Biblia a los indios. Cuando leemos cómo hablaba acerca de Dios, de la Creación, del pecado y la redención, nos parece hallar un eco del catecismo de Calvino. Pero las esperanzas que alimentaron (parece que, al menos, De Léry había vivido en la espera de que habría sido testigo de la conversión de algunos indios; Richier, que era considerablemente mayor en edad, fue menos optimista) fueron destruidas por la traición del líder francés de la expedición. De Villegagnon, quien al principio había dado la impresión de ser un sincero cristiano evangélico eligiendo el protestantismo y su fe, más tarde se mostró un católico romano vehemente que no tuvo escrúpulos en someter a tres de los calvinistas a la pena de muerte bajo el pretexto de que habían tramado una insurrección. El relato termina en la oscuridad; pero demuestra, de todos modos, que Calvino y sus seguidores revelan un corazón ardiente para la tarea misionera tan pronto como se les abrían puertas al mundo pagano. Quizá las cartas de Calvino a los emigrantes nos hubieran revelado un aspecto de su carácter que ahora permanece en la oscuridad; pero tenemos por cierto que tomó un activo interés por aquel intento y que se sintió profundamente impresionado por sus resultados negativos. Por supuesto, esto no hace de él una gran figura en la galería de los líderes misioneros protestantes, pero al menos sabemos que estuvo preparado para proceder de acuerdo con las consecuencias de su idea de abrir la puerta del mundo pagano, como dijimos anteriormente. Ni su actitud teórica ni práctica hacia las misiones fue realmente negativa; por el contrario, bajo una aparente falta de interés en la causa de las misiones, hallamos escondido un poderoso fermento misionero.
Extracto del artículo: CALVINO Y LAS MISIONES por J. VANDEN BERG, tomado del libro: Calvino, profeta contemporáneo
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