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“¿Qué puedo hacer para resistir a Satanás cuando viene criticando la obra de Cristo en mi?”.

  1. Que sus acusaciones te hagan más diligente

Este es el propósito de Dios al dejar que Satanás te aceche. Un niño es más prudente cuando el maestro ha llamado a sus padres a consulta. Igualmente, si sabes que Satanás te vigila y seguramente piensa llevar sus chismes ante Dios, debes tener más cuidado para mantener la cuenta al día. Esto debe desafiarte para estudiar bien tu corazón y leer la Palabra con fidelidad. Entonces, cuando Satanás te ataque, tendrás una respuesta para cada acusación.

  • 2. Que sus acusaciones te hagan más humilde

Para ser honrados, hay que admitir que muchas de estas acusaciones son verdad. Si Satanás, tan ciego como es, puede acusarnos de mucho, ¡qué revelaría la luz de Dios! ¡Qué buena oportunidad para reconocer de nuevo tu propio pecado, y la misericordia sobreabundante de Dios! Con esta actitud, recogemos los mismos ladrillos que nos lanza Satanás y los utilizamos para edificar un monumento a la gloria de nuestro Señor de la gracia.

  • 3. Que sus acusaciones te demuestren la falsedad de su lógica

Entonces podrás responder sabiamente a sus acusaciones. La falsedad es doble: primero, te señalará que no eres perfecto, pero que se espera que lo seas; luego te dirá que, ya que no eres perfecto, Dios no quiere saber nada de tus inútiles esfuerzos. El persuadirte de que tu servicio y tú mismo sois hipócritas, soberbios, egoístas, etc., no suele ser tan difícil, ya que algo de estos pecados se encuentra en todo el mundo, ¡incluyendo a los creyentes! Tienes que aprender a distinguir entre el orgullo por una obra y una obra orgullosa; entre la hipocresía en una persona y un hipócrita. El mejor cristiano lleva dentro la semilla de tales corrupciones. Consuélate con esto: Si hay una voz en tu corazón que clama a Dios y protesta contra el mal, tú y tus esfuerzos son aceptos delante de Él.

Dios ve tus fracasos como síntomas de tu estado terrenal enfermo y tiene compasión como la tendría por un niño tullido. ¡Cómo despreciamos a aquel que se burla de otro por ser tartamudo o cojo! Tales son los defectos en tu nueva naturaleza. Observa las palabras de la oración de Cristo contra Satanás: “Jehová te reprenda […]. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” (Zac. 3:2). Es como si dijera: “Señor, ¿vas a permitir que este espíritu envidioso culpe a tu pobre hijo Josué por estas debilidades de su antigua naturaleza que se aferran aún a su estado perfecto? Está recién sacado del fuego; no es sorprendente que quede alguna chispa sin apagar, alguna corrupción sin mortificar, algún desorden sin reformar”. Y lo que Cristo hizo por Josué lo hace incesantemente por todos los cristianos, intercediendo ante el Padre por sus debilidades y pidiendo misericordia para ellos.

La segunda distorsión del argumento de Satanás es razonar que, dado que los residuos de la antigua naturaleza se pegan aún a nuestros esfuerzos presentes, Dios no acepta estos últimos. La pregunta que hace es: “¿Aceptará el Señor de tu mano una moneda deteriorada? ¿Acaso no es un Dios santo?”. Aquí hemos de ejercer discernimiento. Hay dos tipos de aceptación que debemos examinar: la aceptación de algo en pago de una deuda, y la aceptación de lo ofrecido como muestra de amor y agradecimiento. El que no acepta una moneda estropeada, ni tampoco la mitad de lo debido como pago de una deuda, sí que aceptará con gozo, de mano de su amigo, una moneda doblada como prenda de amor. Es verdad que la deuda que tienes con Dios ha de pagarse con moneda legal. Pero para tu consuelo, Cristo es tu administrador. Envía a Satanás a verle; que lleve los cargos a Cristo, el cual está preparado, a la diestra de Dios, para abrir los libros y mostrarle que la columna de los débitos está borrada con su propia sangre, y sellada la deuda con un “Pagado”.

Desde el día de tu salvación, tu progreso y obediencia se apuntan en un libro aparte como muestras de tu amor y gratitud a Dios. Y tal es la disposición de tu Padre celestial, que acepta hasta tus céntimos. El amor no rechaza lo enviado por el amor. No es el peso ni el valor del regalo lo que cuenta, sino que “el deseo de los justos es solamente el bien” (Pr. 11:23).

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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