En BOLETÍN SEMANAL

Sal 127:3  He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.

Introducción

Nuestro texto presenta a los hijos como una bendición y en él vemos dos cosas:

1) El autor del cual proceden los hijos: El Señor.

2) En qué recibimos esta bendición:                  

a) En calidad de “herencia” y

b) como “su recompensa”.

La palabra herencia es, a menudo, un hebraísmo que significa “la porción del hombre”, sea buena o mala. Es usada en un sentido malo en Job 20:29: “Ésta es la porción que Dios prepara al hombre impío, y la heredad que Dios le señala por su palabra”. En un sentido bueno tenemos a Isaías 54:17:Ésta es la herencia de los siervos de Jehová”. Recompensa se usa en el sentido de un regalo que se recibe por una promesa o en relación con la obediencia porque una promesa incluye implícitamente un contrato: Si nosotros hacemos esto y aquello, Dios hará esto y aquello por nosotros.

Doctrina: Es una bendición que recibimos de Dios —y así debemos considerarlo— el que tengamos hijos nacidos de nuestras entrañas. No es sólo un regalo sin más, aunque así lo considera el impío, sino que es una bendición, una de las misericordias temporales del Pacto: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos” (Sal. 128:1). Una de las bendiciones es el versículo 3: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa”. Ésta es parte de nuestra porción y herencia. Los santos así lo reconocieron: “¿Quiénes son éstos? Y él respondió: Son los niños que Dios ha dado a tu siervo” (Gn. 33:5). Jacob habla como un padre, como un padre piadoso. Eran dádivas recibidas por la gracia de Dios. Como padre, reconocía que eran regalos de Dios, lo cual implica que eran de pura gracia.

1.- Mucha de la providencia de Dios se manifiesta en y acerca de los hijos.

a.- En dar la capacidad de concebir.

No es una misericordia extendida a todos. Sara la obtuvo por la fe: “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (Heb. 11:11). Aunque tener hijos es algo que sigue el curso de la naturaleza, Dios tiene un importante papel en ello. A muchos matrimonios piadosos les ha sido negado el beneficio de los hijos y necesitan otras promesas para compensar esa carencia: “Porque así dijo Jehová: A los eunucos que guarden mis días de reposo, y escojan lo que yo quiero, y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá” (Is. 56:4-5).

b.- En dar forma al hijo en el vientre.

No lo dan los padres, sino Dios. Los padres no pueden decir si será varón o hembra, hermoso o deforme. No conocen el número de venas y arterias, huesos y músculos. “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal. 139:1316).

c.- En dar fuerza para dar a luz.

Hay una promesa para los que le temen: “Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1 Tim. 2:15). Debe ser entendido, como todas promesas lo son, con la excepción de su voluntad. Pero esto es lo que deducimos: Es una bendición que cae bajo el cuidado de su Providencia y, que por ser promesa, se cumplirá hasta cuando Dios lo quiera. Raquel murió en este trance, no toda mujer piadosa tiene este destino. También lo tuvo la esposa de Finees (1 S. 4:20). Dios puede haber ejercido esta prerrogativa contra ti, haciendo o permitiendo que pierdas la vida. Si el parto no fuera tan común, sería considerado milagroso. Los sufrimientos y los dolores de la tribulación son un monumento al desagrado de Dios: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gn. 3:16). Para preservar una vasija débil que corre gran peligro, los dolores de las mujeres son peores que los de las hembras de otras especies. Y para el hijo, su sentencia de muerte es detenida mientras está naciendo.

d.- Las circunstancias del nacimiento. En todo nacimiento hay circunstancias nuevas que iluminan nuestros pensamientos necios para que pensemos en las obras de Dios, quien da variedad a sus obras, no sea que nos empalaguemos porque todo es siempre lo mismo.

2.- Los hijos son una gran bendición en sí mismos y cuántos más son, mayor es la bendición.

Por lo tanto, deben ser reconocidos y enaltecidos como bendiciones. Por cierto, Dios nos muestra un favor más especial en nuestras relaciones que en nuestras posesiones: “La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente” (Pr. 19:14). Lo mismo se aplica a los hijos. Por ellos, el progenitor se perpetúa y se multiplica; son parte de él mismo y vive en ellos cuando él ha partido. Es una sombra de la eternidad; por lo tanto, las pertenencias externas de la vida no son tan valiosas como lo son los hijos. Además, estos llevan impresa en ellos la imagen de Dios. Cuando nosotros hayamos partido, por ellos, el mundo seguirá reabasteciéndose, la Iglesia seguirá multiplicándose, los seres humanos seguirán existiendo con el fin de conocer, amar y servir a Dios.Leemos que [la Sabiduría dice]: “Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres” (Pr. 8:31). En la parte habitable de la tierra hay grandes ballenas, pero los hombres eran la delicia de Cristo. Especialmente, para los comprometidos con Dios —padres y madres de familia en un pacto con Dios— los hijos son una bendición más grande. David era uno de ellos. Leemos: “Tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí” (Ez. 16:20). Estos son, en el mejor sentido, una herencia del Señor. Fue dicho: “Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Gn. 6:12). [Sem] engendró hijos e hijas para Dios: “También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Heber, y hermano mayor de Jafet” (Gn. 10:21).

Dios ha implantado en los padres amor por sus hijos: Él mismo tiene un Hijo, sabe cuánto lo ama y lo ama por su santidad. “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (He. 1:9). Muchas veces es condescendiente con los padres buenos. Les brinda [el privilegio de tener] hijos piadosos. Para el pastor, aquellos que por él se convierten a Dios son su gloria, su gozo y su corona para regocijarse en el día del Señor (cf. 1 Ts. 2:19-20). Los que han venido al mundo por nuestro medio; si están en el pacto de gracia, son para nosotros una bendición más grande que verlos llegar a ser reyes del mundo…

Aplicaciones

a.- Es reprobable la actitud de aquellos que no están agradecidos por los hijos y los consideran una carga cuando Dios los bendice dándoles muchos. Se quejan de lo que en sí es un favor. Cuando [no] los tenemos, los valoramos; cuando tenemos muchos hijos desconfiamos de ellos y nos quejamos. En Israel, ser padre era considerado un honor. ¡Por cierto que aquellos que temen a Dios no debieran contar tal felicidad como una carga! “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová” (Sal. 128:3-4).

b.- Son dignos de reproche los que no reconocen y enaltecen este favor. No cabe duda de que los padres debieran reconocer a Dios en cada hijo que les da. Gran parte de su Providencia se manifiesta en dar y no dar hijos. Encontramos con mucha frecuencia en las Escrituras, cantos de agradecimiento en estas ocasiones. Es una de las cosas en las que Dios quiere que su bondad sea reconocida con alabanzas solemnes. Por cada hijo ¡Dios debería recibir una nueva honra de los padres!… ¡Es una gran felicidad ser padres de los que serán herederos de la gloria! Así como los hijos deben ser considerados como una gran bendición, también deben serlo como una gran responsabilidad que, según se maneje, puede producir mucho gozo o mucho dolor. Si los padres los consienten demasiado, los convierten en ídolos, no en siervos del Señor, si descuidan su educación o si los contaminan con su ejemplo, resultarán ser cruces y maldiciones.

c.- Es importante exhortar a los padres a que eduquen a sus hijos para Dios. Porque si son una herencia del Señor, tienen que ser una herencia para el Señor. Entrégaselos a Él, pues de Él los has recibido, porque todo lo que viene de Él tiene que ser mejorado para Él. Dedícalos a Dios, edúcalos para Dios y Él tomará posesión de ellos a su debido tiempo. Ahora bien, si tu dedicación es correcta, se verá involucrado en una educación seria. Dios trata con nosotros como lo hizo la hija de faraón con la madre de Moisés, a la cual dijo: “Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió” (Éx. 2:9).

Los motivos

1.- El encargo expreso de Dios a los padres es: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). “Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:7)… Debemos tomar conciencia de estos mandatos ahora porque hemos de rendir cuentas a Dios [en el Día del Juicio].

2.- El ejemplo de los santos, que han sido cuidadosos en cumplir con esta responsabilidad. Dios lo espera de Abraham: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Gn. 18:19)… No hay duda de que son indignos de tener hijos los que no se ocupan de que Cristo se interese por ellos.

3.- La importancia de esta responsabilidad. Aparte de la predicación de la Palabra, la educación de los hijos es una de los obligaciones más grandes en el mundo porque el servicio a Cristo, a la Iglesia y al Estado dependen de ello. La familia es el seminario de la Iglesia y de la nación. La fe cristiana surgió primero allí [en la familia] y es allí donde el diablo procura aplastarla…

4.- Para contraatacar a Satanás, que siempre ha envidiado la multiplicación de iglesias y el avance del reino de Cristo. [Él] por lo tanto, procura destruir el embrión, tratando de pervertir a las personas cuando aún son jóvenes, maleables como arcilla, cuando puede darles la forma e impresión que quiera. Así como Faraón quiso destruir a los israelitas matando a sus niños, Satanás, que detesta en gran manera al reino de Cristo, sabe que no hay una manera mejor de socavarla y vencerla que pervertir a los jóvenes y suplantar los deberes familiares. Sabe que esto es un golpe de raíz. Por lo tanto, ¡cuánta diligencia deben ejercer los padres de familia para inculcar en sus hijos los principios santos a fin de que puedan vencer al Maligno con la Palabra de Dios morando en ellos!

Tomado de “Sermon upon Psalm CXXVII.3” (Sermón sobre el Salmo 127:3) en The Works of Thomas Manton (Las obras de Thomas Manton), Tomo 18, Solid Ground Christian Books, usado con permiso, www.solid-ground-books.com.

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Thomas Manton (1620-1677): Predicador puritano no conformista, nacido en Lawrence-Lydiat, condado de Somerset, Inglaterra.

En nuestra época, el matrimonio ha sido despojado del prestigio y honor que merece y el verdadero conocimiento de la Palabra y ordenanza de Dios ha desaparecido. Entre los padres, este conocimiento era puro y correcto. Por esta razón, valoraban altamente el procrear hijos.

                                                                                         —Martín Lutero

Es inhumano e impío despreciar a los hijos. Los santos padres reconocían que una esposa que podía tener hijos era una bendición especial de Dios y, por el contrario, consideraban a la esterilidad como una maldición. Basaban este juicio en la Palabra de Dios, en Génesis 1:28 donde el Señor dijo: “Fructificad y multiplicaos”. De esto, consideraban a los hijos como un regalo de Dios.

                                                                                         —Martín Lutero

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