En ARTÍCULOS

Puedes estar seguro de que Dios se halla más dispuesto a darte la paz, que tú a recibirla. Pero no pongas nunca tu confianza en el arrepentimiento ni en la reforma personal; esto sería un trapicheo pecaminoso delante de Dios. Él no espera a un mercachifle que venga a tratar con Él, sino a un humilde adorador que suplique su amor y su gracia.

Pero es un error igual de flagrante presumir acerca de la misericordia absoluta de Dios. Esto sería tomar la espada por el filo en lugar de por el mango. Los que lo hacen, encontrarán muerte y condenación en la misma misericordia que les hubiera salvado de haberla aceptado en la forma que Dios la dio: por medio de Cristo. “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga paz conmigo paz; sí, haga paz conmigo” (Is. 27:5). ¿Dónde encuentras la fuerza salvadora de Dios sino en Cristo? El Padre ha puesto su fuerza sobre Uno que es poderoso y que “puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios” (Heb. 7:25). No dejes que te engañe el razonamiento natural; no son el poder y la misericordia absolutos de Dios los que te ayudarán, sino su fuerza y misericordia pactadas en Cristo. Aférrate a Cristo, y estarás asido al brazo de Dios.

La bondad esencial del Padre es un sólido argumento para depender de la promesa de Cristo para el perdón, cuando consideramos que la misma naturaleza de Dios es perdonadora y misericordiosa. Pero si no existiera la promesa de aplicar esta misericordia a los pecadores por medio de Cristo, el hecho de la bondad divina sería un frío consuelo. A fin de cuentas, podría haber condenado a toda la simiente de Adán sin desmerecer para nada su bondad.

No es mancha alguna para la omnipotencia divina el no hacer todo lo posible dentro de su capacidad divina. Podría hacer más mundos, si lo deseara; pero no es menos poderoso si no los hace. Podría haber salvado a los ángeles caídos junto con los hijos de hombre perdidos, si le pareciera oportuno. Pero sin haber sacado a la luz promesa alguna referente al tema, la bondad de Dios da poca esperanza a los demonios de que hará tal cosa.

La bondad divina continúa. Los que por simple ignorancia del evangelio o por mentalidad soberbia que los aleja de él, rechazan la paz ofrecida por Dios en la expiación de Cristo, para luego confiar en la bondad y misericordia absolutas de Dios en el último día, parece que sacarán tan poco beneficio de esta misericordia sin Cristo como los mismos demonios han encontrado. Su destino final solo confirmará la inutilidad de rechazar una salvación tan grande por la sangre del Hijo de Dios.

Supongamos que un príncipe libremente hace una ley que gobierne al pueblo, y luego jura solemnemente mantenerla y apoyarla. ¿Podría un criminal condenado a muerte por esa ley esperar liberalidad alguna apelando según la ley a la bondad y misericordia de su príncipe? Si algunos a lo largo de la historia han salvado la vida de esta forma, es porque su gobernante o fue imprudente al hacer la ley, o infiel a su juramento. Ninguna de estas faltas se puede imputar a nuestro Dios infinitamente sabio y santo.

El Señor ha decretado una ley —la ley de la fe— para salvar a los pecadores por medio de Cristo; está bajo juramento de cumplirla en la salvación de todos aquellos que creen en Jesús, tanto como en la condenación de todos los que no lo hacen. Para asegurar el perfecto funcionamiento de su plan, Dios ha dado juramento de fidelidad a su Hijo, confiando en Él como sacerdote para procurar la redención, y como juez para dictar sentencia en el gran día de la victoria o la condenación.

No permitas que nada te aleje de poner tu completa confianza en Cristo, Hijo del Altísimo, Dios y hombre en una Persona, que puso su vida para expiar el pecado del mundo entero. Ahora él ofrece su sangre como precio para que la lleves por fe al Padre en busca de perdón y paz.

Aun si vinieran falsos maestros para llevarte de un Cristo a otro, del Cristo fuera de ti a un Cristo interior, puedes saber que esta enseñanza no es de Dios. La boca de esos cristianos reputados puede citar la Escritura, pero su propósito es tan peligroso como astuto. Cuando alguien te llame para alejarte del Cristo fuera de ti e ir a un Cristo interior, despoja a esa doctrina de su bonito disfraz. Dicho llanamente, el maestro falso te llama para que dejes de confiar en la justicia de Cristo (su obra objetiva hecha a favor tuyo y dada a ti por la fe para tu justificación) y confíes en una supuesta obra del Espíritu en ti. No eres nueva criatura en Cristo, ni salvo, si sueltas al Cristo viviente para depender de algo dentro de ti, de alguna criatura, aunque sea “nueva”. A no ser que tu conciencia ya se haya entregado a una mentira, puedes saber que esta “nueva criatura” es solo una veta de oro envuelta en mucho barro e imperfección; y esas impurezas externas nunca se purgarán del todo hasta entrar en el crisol refinador de la tumba.

Cuídate, cristiano; es cosa de vida o muerte. Por supuesto que hay que valorar la gracia de Cristo que hay en ti. Pero también es verdad que no tienes esa gracia si no la valoras por encima del oro que el mundo amontona. Ni siquiera confíes en esa gracia de Cristo para salvación; si lo haces, atesoras algo creado por Dios por encima de Dios mismo. Digámoslo de esta forma: Una esposa hace bien en guardar el retrato de su esposo que este le ha confiado, especialmente si es muy parecido a él, y aún más si él mismo lo ha pintado. Pero qué ridículo sería si llegara a despreciar a su esposo por el retrato. Si ella necesitara comida, ropa o dinero, sería tan necia como poco honorable si acudiera al retrato y no al hombre.

La virtud del cristiano se llama “el Cristo interior” porque es su retrato, y hace al cristiano semejante a Cristo. Merece ser atesorada por su gran parecido con la santidad de Cristo, que la dibujó en tu corazón por el dedo de su mismo Espíritu. ¡Pero qué tragedia si le das la espalda al Señor Jesucristo mismo, tu Esposo por la fe, esperando consuelo, felicidad y el Cielo, no de Él, sino de la virtud que te ha dado!

  • – – – –

Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar