Proclamación 1
Dios creó a la raza humana a su propia imagen. La mayoría de las personas saben intuitivamente que los seres humanos ocupan un nivel diferente al de los animales. Hasta la teoría de la evolución no puede borrar por completo el sentido que la mayoría de las personas tienen sobre la inviolabilidad de la vida humana. Los animales son hermosos y valiosos, pero no tendríamos problemas de conciencia al matar un oso pardo con tal de salvar un niño. Sabemos que el ser humano es único.
La Biblia explica este sentido de la inviolabilidad de la vida humana cuando declara en Génesis 1:27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Los hombres y las mujeres, sin importar su edad, tienen un valor singular que está muy por encima del de los pájaros y las bestias (Mt. 10:31) porque son la creación más especial de Dios sobre la tierra. Debemos apreciar y proteger a los seres humanos, no sólo por su utilidad, sino porque representan la gloria de Dios de forma única.
Proclamación 2
Dios, como Rey soberano, regula la vida y la muerte, la capacidad y la discapacidad. También percibimos que no es justo “jugar a ser Dios” con la vida de otras personas. Comprendemos que no tenemos el derecho de tratar a las personas como si nos pertenecieran y como si tuviéramos el derecho de eliminarlas a nuestro antojo. La Biblia nos explica esta realidad cuando afirma que Dios es el Rey que posee y gobierna toda su creación (Sal. 95: 3-5). Sólo Él tiene el derecho soberano de hacer lo que le plazca con su pueblo (Dn. 4:35).
Cuando Dios creó el mundo, no existía ni el dolor ni la muerte; todo era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). La muerte entró al mundo cuando Adán desobedeció la ley de Dios (Gn. 2:17; Ro. 5:12). Sin embargo, Dios retuvo su soberanía sobre la vida humana y la muerte: “Jehová mata, y él da vida” (1 S. 2:6). Él gobierna la capacidad y la discapacidad humanas. “Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?” (Éx. 4:11). De manera que la Biblia nos enseña a recibir a cada vida humana de la mano de Dios, aunque sea un niño que nazca con una discapacidad o en una familia que se encuentre en una situación difícil. Dios tiene una forma extraordinaria de volver el mal para bien (Gn. 50:20). Debemos de inclinarnos ante su autoridad como Rey del universo y no tratar de jugar a ser Dios con la vida de otras personas.
El aborto invade el territorio divino porque significa que el hombre toma en sus propias manos lo que solamente le pertenece al Señor. Insulta su soberanía y, neciamente, toma para sí una autoridad de tomar decisiones para las que ni siquiera posee la sabiduría necesaria. Considera el siguiente caso histórico: El padre tiene sífilis, la madre tuberculosis. Ya tienen cuatro hijos: El primero es ciego, el segundo ha muerto, el tercero es sordo y mudo y el cuarto tiene tuberculosis. La madre está embarazada con su quinto hijo. ¿Le harías abortar? Si lo haces, ¡entonces has matado a Ludwig van Beethoven (1770-1827), el famoso compositor y pianista alemán! Los resultados de jugar a ser Dios con la vida humana son trágicos.
Proclamación 3
Dios prohíbe el asesinato de un ser humano inocente. Aun después de la Caída, cuando el corazón del hombre había sido completamente corrompido por el pecado (Gn. 6:5), Dios nos dijo que en el hombre quedaron remanentes de Su imagen (Stg. 3:9) y, por lo tanto, debemos tratar la vida humana con gran respeto. Dios dice en Génesis 9, versículo 6: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. El sexto mandamiento dice: “No matarás” (Éx. 20:13), lo cual, tomado en su contexto significa que no debemos poner fin a la vida de un ser humano inocente. El matar a una persona inocente es lo mismo que atacar a Dios porque ésta es portadora de su santa imagen.
Proclamación 4
Dios revela que antes de nacer, el niño es un ser humano. Dios forma personalmente a cada niño en el vientre. Job dijo: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4). David se regocijó: “Tú me hiciste en el vientre de mi madre Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien” (Sal. 139:13-14). Lo que Dios crea en el vientre es un “yo”, una persona que tiene alma.
David también confesó: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5). Desde su concepción en el vientre, David estaba “en pecado”. Los objetos y los animales no pueden ser pecadores; no tienen responsabilidad moral. Sólo las personas pueden ser pecadoras. De forma que la triste realidad de que nos encontramos en una condición de pecado desde nuestra concepción, también es prueba de que en la concepción se forma un ser humano. El aborto es un ataque sobre un ser humano con la intención de matarlo. Es un homicidio premeditado.
Proclamación 5
Dios declara su juicio sobre los asesinos de los niños en el vientre materno. El Señor tiene una compasión especial para con los débiles cuando son oprimidos por aquellos que son más poderosos que ellos, ya sea el extranjero, la viuda o el huérfano. Amenaza a los opresores con su furor (Éx. 22:21-27). Nadie es más vulnerable que el niño en el vientre. Por esta razón, Dios incluyó esta ley en su legislación para Israel:
“Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida” (Éx. 21:22-23).
Las palabras “y ésta abortare” significan literalmente “si su descendencia sale de ella”. La ley contempla un caso en el que una mujer embarazada sufre un daño por accidente por una pelea entre dos hombres, con el resultado de que ésta sufre un aborto espontáneo. Si Dios decretó que se castigará un aborto provocado accidentalmente, ¿cuánto más castigará un aborto intencional? Dios aborrece todos los crímenes en contra de la mujer, pero la violencia en contra de la mujer embarazada provoca a Dios de forma especial para castigar a la nación que es culpable de tal crimen (Am. 1:13).
Esto no justifica los actos de venganza personal y de violencia en contra de los que facilitan el aborto, pero sí es una advertencia para nuestra nación de que, si no protegemos a los inocentes, entonces Dios nos tratará con severidad. El senador Jesse Helms escribió: “El nivel más alto de la cultura moral es aquel en el que las personas que constituyen una nación reconocen y protegen la inviolabilidad de la vida humana inocente… Las grandes naciones desaparecen cuando cesan de vivir según los grandes principios que les brindaron la visión y la fortaleza para superar la tiranía y la degradación humana… No hay nación que pueda permanecer libre y ejercer liderazgo moral después de haber adoptado la doctrina de la muerte”.
Proclamación 6
Dios llama a los pecadores al arrepentimiento para el perdón de pecados. Cuando proclamamos la Palabra de Dios en contra del aborto, somos muy conscientes de que todos hemos pecado de muchas formas (Rom. 3:23). Hablamos como pecadores que han encontrado misericordia en Dios, que invitan a otros pecadores para que encuentren la misma misericordia en Él. Para este propósito, Dios mandó a Cristo para morir por pecadores y a resucitar de entre los muertos: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch. 5:31).
En Jesucristo, existe la promesa de perdón para todos los que acuden a Él; pero esa promesa viene acompañada del mandato al arrepentimiento (Lc. 24:47). El arrepentimiento es el don de Dios para la salvación de un pecador por el cual el pecador, con un sentido de la maldad de su pecado y de la bondad de la misericordia de Dios en Cristo, se vuelve del pecado a Dios con dolor y odio por su pecado, con la intención plena de obedecer a Dios, por medio de su ayuda misericordiosa.
Quizás has sido cómplice en un aborto: Puedes ser un padre que promovió la muerte de su hijo, una madre que se rindió ante las herramientas de la muerte, un médico o una enfermera que ha realizado la operación, un defensor del aborto que se expresa fuertemente a su favor por medio de la política o, sencillamente, un ciudadano silente que ha permitido que millones de niños mueran sin protesta. Si este es el caso, entonces eres culpable del derramamiento de sangre en contra de la imagen de Dios.
Pero el Señor Jesucristo te [llama]: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is. 1:18). Él te extiende su mano, que fue traspasada por clavos, y te llama a “venir” a Él, su promesa es: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:1, 7).
Tomado de Is Abortion Really So Bad? (¿Es realmente tan malo el aborto?), disponible en Chapel Library.
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Joel R. Beeke: Pastor de Heritage Netherlands Reformed Congregation (Congregación Reformada Heritage Netherlands) en Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos; teólogo, autor y presidente del Puritan Reformed Theological Seminary (Seminario Teológico Puritano Reformado), donde es profesor de teología sistemática y homilética.