En ARTÍCULOS

En las Escrituras encontramos algunas analogías para ayudamos a entender cómo es nuestra unión con Cristo.  

La unión entre las piedras de un edificio

Las piedras se relacionan con la piedra angular. 1 Pedro 2:4-7 y Efesios 2:19-22 hablan de esto. Pedro dice que ambos, Cristo y el creyente, son «piedras vivas» (versículos 4, 5). Cristo vive, y las piedras (los creyentes) reciben vida de Él. Él es el cimiento o la piedra angular (versículos 6, 7). Juntas, las piedras forman «una casa espiritual» (versículo 5).  

Los versículos en Efesios 2 también hablan de Cristo como la piedra principal, la piedra angular de un templo santo. Pablo añade la idea que el templo crece (versículo 21). También enseña que los creyentes son añadidos en la construcción de este templo. En tres ocasiones Pablo enseña que este crecimiento es “en el Señor” o “en Él” (versículos 20, 22).   

La analogía de las piedras enfatiza dos aspectos de la unión del creyente con Cristo. Primero, que una piedra nunca llega a ser otra piedra, sino que permanece como es pero en relación con las demás, así ocurre con el creyente en Cristo, la piedra angular. El creyente nunca llega a ser Cristo y Cristo nunca llega a ser el creyente. Cristo es siempre el objeto de nuestra fe. Tenemos comunión con Él por supuesto, pero no lo buscamos dentro de nuestra propia personalidad o dentro de nuestro propio ser. La Biblia nos manda a poner nuestra mira en las cosas de arriba en donde Cristo está sentado a la mano derecha del Padre. 

La unión entre Adán y sus descendientes

Esta unión se enseña en Romanos 5:12-21 y varios pasajes en 1 Corintios 15, en general el versículo 22. «Todos pecaron», dice Pablo en Romanos 5:12. «Como en Adán… así también en Cristo» (1 Corintios 15:22). Este cuadro enfatiza nuestra posición legal ante los ojos de Dios. En el bautismo y en la transfiguración de Cristo, Dios el Padre dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». Efesios 1:6 habla de la gracia de Dios «con la cual nos hizo aceptos en el amado». Porque los creyentes están «en Cristo», Dios dice en cuanto a ellos también que «se complace» con ellos. ¡Qué cosa tan maravillosa!

La unión entre la vid y las ramas.

Esta unión se enseña en Juan 15:1-8. Una rama cortada de la vid, muere. Jesús entonces dice a los creyentes: «Separados de mí, nada podéis hacer.» (versículo 5). Este cuadro enfatiza que el creyente ha recibido vida de Cristo y debe ser alimentada por medio de la fe para que esta vida permanezca.

Cristo mandó a los creyentes que «comieran la carne del hijo del hombre y bebieran su sangre» (Juan 6:53). En la medida en la que el creyente tenga unión con Cristo, su vida será mantenida.

La unión entre la cabeza, y los miembros del cuerpo.

Esta unión se enseña en 1 Corintios 12 y Efesios 1:22,23 y Efesios 4:15,16. Los creyentes han sido bautizados en un solo cuerpo (1 Corintios 12:13) y Pablo compara los diferentes miembros del cuerpo físico con los miembros del cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia (1 Corintios 12:12 al 27). Pablo dice que la cabeza de la iglesia es Cristo (Efesios 1:22 y 4:15) y enseña de qué manera cada miembro del cuerpo está íntimamente ligado a los demás (4:16). En Colosenses 2:19, Pablo muestra cómo todas las partes del cuerpo están relacionadas con la cabeza. Este cuadro enfatiza que la cabeza y el cuerpo son un solo organismo. No pueden separarse. Esto es un gran misterio, pero a la luz de Efesios 1:22 y 23, tenemos que decir que Cristo no está completo sin su cuerpo, la iglesia.

La unión entre un esposo y su esposa

Efesios 5:22,23 es el pasaje primordial en el que se muestra esta clase de unión. Los esposos son dos personas distintas, pero, sin embargo, con frecuencia el uno sabe lo que el otro está pensando. Al compartir el amor, sus espíritus se comunican. Esto también es gran misterio, pero es un cuadro de Cristo y la comunión que Él tiene con su pueblo y la de su pueblo con Él.

La unión entre las personas de la Trinidad.

Si no fuera porque las Escrituras enseñan tan claramente esta comparación, seria casi una blasfemia decirla. Jesús enseñó que el Padre y el Hijo moran en el creyente (Juan 14:23). Y Cristo oraba por su pueblo, «para que todos sean uno, como tú, Oh Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros… yo en ellos y tú en mí.» (Juan 17:21-23). Repito que esto no es panteísmo. No es asunto de que el creyente sea absorbido por Dios, ni tampoco que Dios sea absorbido en el hombre, pero de alguna manera la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo se parece a la unión entre el creyente y su Señor.

Por consiguiente, no debe sorprendemos la oración de Pablo a Dios para que les fortaleciera «con poder en el hombre interior por su Espíritu» para poder entender estas verdades.

Cuando se ponen todos estos cuadros juntos, se puede ver que la unión con Cristo es real, viva, e íntima. Es una unión que afecta nuestra relación legal con Dios. Es una unión que nos da vida espiritual, la cual nos da el poder que necesitamos. Qué confianza nos da nuestra unión con Cristo, tanto para nuestra vida ahora, como para el día del juicio cuando tendremos que presentarnos ante Dios.

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 Extracto tomado del libro: Unión con Cristo, de Albert N. Martin

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