Plata desechada (Jeremías 6 :30). Nada halló sino hojas (Marcos 11:1). No amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad (1 Juan 3 :18). Tienes nombre de que vives, y estás muerto (Apocalipsis 3:1).
Concluiré este tema haciendo algunas aplicaciones directas para provecho de todas las almas que lean este estudio. Tensaré el arco a la ventura, y confiaré en Dios para que sea Él quien dirija la flecha a muchos corazones y a muchas conciencias.
Mis primeras palabras de aplicación las formularé en forma de pregunta: ¿Es vuestra profesión de fe real o irreal? No te pregunto sobre qué opinas de los otros; quizá abunden los hipócritas en torno a ti, y tú puedas señalar a muchos con una profesión irreal. Pero no es ésta mi pregunta. Tú puedes estar en lo cierto con respecto a los otros. Lo que yo deseo saber se refiere a ti: ¿es tu cristianismo real y verdadero? ¿O se trata de una profesión religiosa, nominal y superficial?
Si en verdad amas la vida, no persistas en dejar sin contestar esta pregunta. Tarde o temprano llegará la hora cuando todo se sabrá. El Día del Juicio revelará la profesión religiosa de todo hombre. La parábola de las bodas tendrá un cumplimiento aterrador. En todos los aspectos, es mil veces mejor que descubras ahora tu condición espiritual y te arrepientas, y no llegar a saberla en la eternidad, cuando ya será demasiado tarde para el arrepentimiento. Si de verdad posees sentido y juicio, considera lo que te digo. Medita mis palabras y examina la condición de tu alma. Descubre hoy el carácter real de tu religión. Con la Biblia en tus manos y sinceridad en tu corazón, podrás descubrir tu estado.
En segundo lugar, mis palabras de aplicación serán en forma de aviso. Me dirijo a aquellos cuyas conciencias les revelan que la fe que profesan no es real, y les pido que consideren la gravedad de su estado, y su terrible culpabilidad delante de Dios.
Un cristianismo irreal constituye una ofensa contra el Dios delante del cual un día tendremos que comparecer. Las Escrituras continuamente hablan de Él como un Dios de Verdad. La verdad es uno de sus atributos peculiares. ¿Cómo puedes pues dudar de que Él no aborrezca todo aquello que no es genuino y verdadero? Mejor será comparecer ante Dios como pagano en el Día del Juicio, que con una profesión nominal de la religión cristiana. ¡Cuidado, pues, si es ésta tu profesión!
Toda profesión de fe irreal, tarde o temprano saldrá a la luz: se gastará, se romperá; dejará al descubierto al que la profesaba. En el tiempo de la aflicción, y en el lecho de muerte, cuando más se necesita el consuelo, la fe que es falsa no podrá traer el consuelo deseado. Si deseas que de verdad tu profesión de fe redunde en provecho de tu alma, asegúrate de que es verdadera.
En tercer lugar, mis palabras de aplicación te las dirigiré en forma de consejo. Me dirijo ahora a todos aquellos que han sido compungidos en sus conciencias por el tema que hemos desarrollado. Les aconsejo que ya de una vez dejen de jugar y tomar a la ligera las cosas que atañen a la fe; les amonesto para que con todo su corazón y con verdadera sinceridad se entreguen y sigan al Señor Jesús. Acudid a Él sin tardanza, y pedidle que sea vuestro Salvador, vuestro Médico, vuestro Sacerdote y vuestro Amigo. Que el pensamiento de vuestra indignidad no os aparte de Cristo, y la memoria de vuestros pecados no sea motivo para que no os acerquéis a Él. No olvidéis, no, nunca, que Cristo puede lavaros de toda iniquidad si le entregáis vuestra alma. Pero hay algo que Cristo exige de todos aquellos que vienen a Él: honestidad y verdad.
Que sean pues la realidad y la honestidad las grandes características de vuestro acercamiento a Cristo, pues constituyen la raíz de toda esperanza. Vuestro arrepentimiento puede ser débil, pero real; vuestra fe puede ser vacilante, pero real; vuestros deseos de santidad pueden estar ensombrecidos por diversas enfermedades espirituales, pero aun así pueden ser reales. No os conforméis con sólo un manto de religión. Sed lo que profesáis ser. Aunque a veces os equivoquéis, que vuestra profesión de fe sea real. Aunque a veces tropecéis, que en todo momento vuestra religión sea verdadera. Poned siempre delante de vuestros ojos este principio, y así podréis peregrinar felizmente de la gracia a la gloria.
Mis últimas palabras de aplicación serán de aliento. Me dirijo a todos aquellos que valerosamente han tomado sobre sí la cruz y siguen con sinceridad a Cristo. Os exhorto a perseverar y a no fluctuar a causa de las dificultades y la oposición. Quizá encontréis muy pocos a vuestro lado y muchos en vuestra contra. Quizá a veces oigáis cosas sobre vosotros que no son ciertas. Quizá la gente os reproche y diga que os extralimitáis y lleváis demasiado lejos las convicciones. No hagáis caso. No deis oído a sus comentarios, y continuad adelante.
Todo lo que atañe al alma debería ser la ocupación más importante del hombre, y en esta tarea tendría que hacer todo lo que está a su alcance, y hacerlo honestamente y con todo su corazón. De todas las ocupaciones, la que no podemos pasar por encima y desarrollarla de una manera descuidada es aquella gran labor de ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12). Recuerda esto, creyente en el Señor.
Si hay algo de lo cual el creyente nunca debe avergonzarse, es de su servicio para el Señor Jesucristo. Debe avergonzarse del pecado, de todo lo mundano, de los antojos y tonterías, de la pérdida de tiempo, del amor a los placeres, de un temperamento incontrolable, del orgullo, de hacer del dinero o del vestir un ídolo, etc. etc., pero de servir a Cristo nunca debería avergonzarse. Tampoco puede avergonzarse a causa de sus desvelos por el bien de su alma, y por hacer de la salvación de su alma el fin principal de su existencia cotidiana. Recuerda, pues, creyente, la lectura de la Biblia y la oración privada. Guarda el Día del Señor. Recuerda el culto de adoración a Dios. Y en todas estas cosas no te avergüences de ser un creyente completo, real y verdadero.
Los años de nuestra vida pasan con extraordinaria rapidez. Quizá sea éste el último de tu vida, y el tiempo señalado para que vayas al encuentro de tu Dios. Si deseas estar listo y preparado, asegúrate de que tu profesión de fe es real y verdadera. Se acerca el día cuando nada, excepto una profesión de fe real, podrá resistir el fuego de la prueba. El arrepentimiento real hacia Dios; una fe real en Cristo Jesús; una santidad real de corazón y de vida -esto, y sólo esto- podrá resistir la prueba del fuego en aquel día. Son realmente solemnes las palabras del Señor Jesús: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad» (Mat. 7:22,23).
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Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle