​El factor humano no significa que la Biblia está sujeta a error, como casi todos los libros humanos lo están. Significa, más bien, que todos los principios fundados de interpretación deben ser usados para estudiar la Biblia, de la misma manera que se usarían para estudiar cualquier otro documento antiguo.

Una segunda verdad sobre la Biblia es que nos ha sido legada mediante canales humanos, si bien Dios es la fuente original de las Escrituras. Este factor humano no significa que la Biblia entonces está sujeta a error, como casi todos los libros humanos lo están. Significa, más bien, que todos los principios de interpretación deben ser usados para estudiar la Biblia, de la misma manera que se usarían para estudiar cualquier otro documento antiguo. El camino a la mente de Dios es a través de la mente del autor humano, a quien Él utilizó como canal. En consecuencia, la única manera apropiada para interpretar la Biblia es descubrir lo que los portavoces humanos de Dios querían expresar.

Es necesario que cualquier interpretación considere cada afirmación bíblica en su contexto; o sea, dentro del contexto del capítulo, del libro y, por último, de toda la Palabra de Dios. Entender el contexto es una necesidad obvia para la interpretación de cualquier documento. Una afirmación expresada fuera de su contexto suele estar equivocada. Pero en especial, debemos estar en guardia de no caer en este error al interpretar la Biblia; ya que las personas que creen en la Biblia tienen las palabras de las Escrituras en tan alta estima que algunas veces las elevan en detrimento del contexto. Frank E. Gaebelein, el autor de un valioso libro de interpretación bíblica, dice:

Al reconocer que la Biblia es la Palabra inspirada por Dios, el lector devoto le asigna una importancia peculiar a cada una de sus afirmaciones. Esta reverencia es digna de encomio, pero cuando se reduce a la práctica de tomar versículos aislados como prueba de cualquier cosa, se convierte entonces en algo muy peligroso. Si este fuera un método serio de interpretación, sería posible encontrar apoyo bíblico para casi todos los crímenes habidos y por haber, para las borracheras y los asesinatos, para la mentira y el engaño.

La Biblia misma nos habla de la necesidad de una interpretación adecuada. «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15). En este versículo la palabra traducida «que usa bien» significa literalmente «que corta con precisión» o «que usa correctamente».

También tenemos necesidad de considerar el estilo literario y luego interpretarlo dentro de ese marco. Las consideraciones de estilo son de particular importancia al estudiar la literatura poética, como el libro de los Salmos, el de Proverbios, Job y aun partes del material profético. Los libros poéticos suelen emplear con frecuencia símbolos o imágenes; estas metáforas pueden malinterpretarse si son tomadas literalmente. El Apocalipsis no debe ser tomado literalmente en todas sus partes como, por ejemplo, la visión de Jesús en los versículos iniciales. El resultado de una interpretación literal es una monstruosidad; tendríamos una figura que es completamente blanca, que tiene cabello como la lana, los ojos como fuego, los pies como bronce caliente y refulgente, una espada que sale de su boca, con siete estrellas en su mano derecha. Por otro lado, cuando descubrimos que cada uno de estos elementos tiene una imagen asociada con Dios en el Antiguo Testamento, entonces la visión nos brinda un retrato de Jesús como siendo uno con Dios el Padre en todos sus atributos: Santo, Eterno, Omnisciente, Omnipresente, Revelador y Soberano.

El estilo también es significativo en las parábolas del Nuevo Testamento. El uso de las parábolas era una método especial de enseñanza y así es como debe ser reconocido. Una parábola suele servir para ilustrar uno, o como mucho, unos pocos puntos principales. En consecuencia, es un error encontrar una aplicación para cada detalle de la historia. Por ejemplo, resulta ridículo intentar asignarle un significado a las algarrobas, los cerdos y otros detalles de la historia del hijo pródigo.

En tercer lugar, tenemos necesidad de considerar el propósito para el cual un pasaje en particular fue escrito. En otras palabras, debemos considerar su alcance. Gaebelein escribe: La Biblia tiene un único gran propósito. Nos fue entregada para revelar el amor de Dios manifestado en la provisión divina de la salvación mediante nuestro Señor Jesucristo. Este es su objetivo, y una interpretación seria nunca debe perder de vista este objetivo. En consecuencia, es un error serio y equívoco considerar la Biblia como una fuente de estudio para la ciencia, la filosofía, o cualquier otro tema que no sea el tema central de la Deidad en relación con la humanidad. Después de todo, la Escritura tiene su propio alcance, un alcance que está determinado no por los escritores individuales, aunque fueron inspirados, sino por el Autor divino de todo el libro. No se puede pretender que la Biblia se expida en todos los campos del conocimiento fuera del alcance delineado por el propósito divino del libro.

Esto se puede aplicar obviamente a las referencias que parecen haber molestado tanto a Rudolfo Bultmann, donde se supone que el cielo está «allá arriba» y el infierno «debajo» de nuestros pies. Nuevamente aquí debemos considerar el propósito y el alcance de la Biblia en aquellos pasajes sobre los huesos que gimen, las entrañas que añoran, los riñones que instruyen y los oídos que juzgan. Se suele decir que estas referencias revelan una noción equivocada del universo y de la fisiología humana, pero esto es absurdo. Lo único que muestran es que los escritores bíblicos escribieron en el lenguaje de su época, para poder ser entendidos. Su uso de tales expresiones no es menos científico que expresiones tales como «flotar en el aire», «tengo un nudo en mi garganta», «en lo profundo de mi corazón» y otras.

No siempre es fácil determinar cuándo un pasaje está usando un lenguaje literal y cuando está utilizando un lenguaje figurativo, por supuesto; entonces, debemos ser muy cuidadosos. Lo primordial es ser conscientes del problema y buscar conscientemente el verdadero alcance del pasaje. Al seguir este propósito podemos hacernos preguntas tales como las siguientes: ¿para quién fue escrito? ¿Quién lo escribió? ¿Cuándo fue escrito? ¿Qué es lo que dice?

Una cuarta necesidad la constituye el prestar toda la atención posible al significado de las palabras individuales. Es posible que Dios pueda pensar sin palabras u otros símbolos, pero es bien cierto que no es así en nuestro caso. Como consecuencia, el significado de las palabras y el uso individual de ellas es de suma importancia. Cuando no las tomamos en consideración, inevitablemente malinterpretamos.

Es obvio que los estudiantes de la Biblia no deben dejar de prestar atención al significado preciso de las palabras bíblicas. Los estudios de las palabras mismas pueden ser muy gratificadores; palabras como «fe», «salvación», «justicia», «amor», «espíritu», «gloria», «iglesia», y muchas otras son fascinantes. Estos puntos pueden ser resumidos en lo que se ha venido a llamar el método histórico-literal de interpretación bíblica. Este método significa simplemente, en las palabras de Packer, que «el sentido natural y propio de cada pasaje (es decir, el sentido intencionado del escritor) debe ser considerado fundamental». El punto de partida es el significado intencionado de las palabras en su propio contexto y en el habla del autor u orador original.

En otras palabras, las afirmaciones de las Escrituras deben ser interpretadas a la luz de las reglas de la gramática y el discurso, por un lado; y de su propio lugar en la historia, por el otro. Esto es lo que sería de esperar según la naturaleza del caso, sabiendo que los libros bíblicos se originaron como documentos ocasionales, dirigidos a un público contemporáneo; y está ejemplificado en la exposición que el Nuevo Testamento hace del Antiguo Testamento, donde brilla por su ausencia la alegorización antojadiza practicada por los filisteos y los rabinos.

El principio se basa en el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios en lenguaje humano. Significa que las Escrituras deben interpretarse en un sentido natural, y que no debe permitirse que las preferencias teológicas y culturales oculten el significado fundamental.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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