En BOLETÍN SEMANAL
¡Qué enfermedad es el ego! Afecta a toda la estructura del ser humano, cada una de sus partes, sus pensamientos, su parte emocional, afectiva, sus acciones, su parte volitiva, todo ello está implicado. Esta persona es egoísta, egocéntrica, obstinada, y acaba siendo un dictador sobre los demás, pero a la vez resulta que es hipersensible.

El ego es la raíz de todos nuestros problemas. El diablo lo supo desde el comienzo mismo cuando tentó por primera vez al hombre: ¿Dios os ha dicho que no debéis comer de este árbol? Lógicamente Dios lo ha dicho sabiendo que al hacerlo seríais como dioses. Eso es una ofensa; eso os mantiene reprimidos. No os sometáis a esto». ¡La afirmación del ego! ¡Cuántos estragos han sido obrados en el mundo por causa de la afirmación del ego! Ha sido la causa de las dos guerras mundiales que hemos tenido en el Siglo XX. Es algo que puede tener carácter nacional o individual. ‘Mi país, tenga o no razón’, y, en consecuencia, ¡guerras y conflictos! Pero lo mismo ocurre al nivel de las relaciones individuales; todos los problemas nacen de este horrible ego, siempre ansioso de salirse con la suya.

Otra forma más de expresarlo es decir que el cristiano nunca debe ser obstinado. Un cristiano tiene y debe tener opinión; pero nunca debe ser obstinado. ¡Qué diferencia hay entre un hombre que tiene opiniones, buenas opiniones, opiniones fuertes, y un hombre que es obstinado, pretencioso y orgulloso de sus opiniones! Nunca debemos ser obstinados porque, nuevamente, esa sería otra manifestación del ego. La persona obstinada está mucho más preocupada por el hecho de creer que por el contenido de lo que cree; siempre se está considerando a sí misma; pone sus creencias a la vista exhibiéndolas. Pero, por supuesto, la forma de hacerlo siempre engaña al hombre. El obstinado se muestra orgulloso de sus conocimientos. Eso se debe a que realmente no entiende el tema acerca del cual sabe un poco. Si entendiera, se mantendría humilde. Pero, en realidad, no le interesa la verdad; lo que le interesa es su propia relación hacia ella, su conocimiento de ella. Las personas obstinadas siempre causan conflictos.

Esto, a su vez, conduce a otro problema. Esa clase de persona siempre tiende a asumir una actitud dominante—otra manifestación del ego—y (para utilizar la expresión del apóstol Pedro) se quiere ‘enseñorear’ sobre otros. Pedro escribe en 1Pedro 5:1: «Ruego a los ancianos que están entre vosotros». Se está dirigiendo a los ancianos porque la obstinación es una tentación particular que asalta al hombre que llega a ser anciano. El anciano es una persona con habilidad, que posee elementos de liderazgo, motivo por el cual ha llegado a esta posición; y por el hecho de ser anciano está particularmente expuesto a este peligro. «Ruego a los ancianos que están entre vosotros… Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey». Deben conducirse de forma que no estén ejerciendo ‘dominio’ sobre la iglesia; los ancianos deben ser ejemplos a la grey. Esto es siempre la tentación, el peligro que confrontan estas personas; y cuanto más claras sean las ideas de una persona, tanto más expuesta está a esa tentación particular. Pero no deben caer en ella, dice el apóstol; vosotros debéis ‘someteros unos a otros’.

Este tema puede ser ilustrado casi sin fin. Quizás podamos resumir lo que hemos estado diciendo de esta manera: el cristiano nunca debe ser egoísta. He estado explicando las manifestaciones del ego; el centrarse en sí mismo siempre conduce al egoísmo. Entonces, para seguir desarrollando aun más este tema, diremos que este hombre del mundo con el cual el apóstol contrasta al cristiano es esencialmente egoísta y egocéntrico, es descuidado y desconsiderado con respecto a otros. Está tan preocupado de sí mismo que nunca tiene un minuto para otras personas. Anhela tener algo, pero nunca se le ocurre pensar que alguien más también puede desearlo. Ahora bien, él no se da cuenta de ello; por lo tanto, por el hecho de estar tan concentrado en sí mismo y descuidado, le hace particularmente descuidado y desconsiderado con respecto a la posición, necesidades, deseos y bienestar de otros. Es probable aun que irá al extremo de querer despreciar a otros y de tratarlos con un aire de menosprecio. De esto hay una acertada ilustración en la primera epístola de Pablo a los corintios. El verdadero problema allí era el mal que he descrito; por eso también el apóstol tuvo que escribir el capítulo 12 sobre la iglesia como cuerpo de Cristo. Aquellos que eran ‘las partes más decorosas’ despreciaban a aquellos que eran ‘las partes menos decorosas’ y estos últimos tenían celos de aquellos debido a su ostentación, a su importancia y al honor que se les rendía. De modo que allí había una carencia fundamental de la comprensión de este principio.

Una última forma en que podemos expresar esta consideración negativa es decir que la persona egocéntrica, egoísta e individualista, descuidada y vanidosa, casi siempre es una persona que se resiente ante las críticas y que es intolerante con otros puntos de vista. Si yo estoy muy orgulloso de mi propia opinión, me siento profundamente insultado si alguien se atreve a cuestionarla u oponerse a ella. No importa que se oponga a la verdad, me importa el hecho de que se oponga a mí. Sólo importa lo que yo creo. De manera que esta persona se resiente de las críticas y es impaciente con otros puntos de vista. No desea oírlos y, en realidad, se opone a ellos. Es una persona hipersensible. ¡Qué cosa más extraordinaria es este ‘ego’! ¡Qué enfermedad vil es la vanidad del ego! Nótese la multitud de sus síntomas. Afecta a toda la disposición de un hombre, cada una de sus partes, sus pensamientos, su parte emocional, afectiva, sus acciones, su parte volitiva, todo ello está implicado. Mira el cuadro que presenta esta persona: egoísta, egocéntrica, obstinada, y al final acaba siendo un dictador sobre los demás, pero resulta que a la vez es hipersensible. Y luego, ¿qué ocurre? Como siguiente paso siempre amenaza con renunciar. Siente que siempre le están poniendo en duda, que no se ha ganado la confianza, no hacen lo que él dice, o no aprecian lo que él piensa. El deduce que esto es injusto y, por eso, renuncia. El apóstol está escribiendo sobre la vida de la iglesia y dice: vosotros no debéis ser así, vais a causar estragos en la iglesia si os comportáis de esa manera, y si continuamente renunciáis a vuestro deber. Esa es entonces la forma negativa de interpretar estas palabras: ‘Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’.


Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones

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