“Y calzados vuestros pies con el apresto del evangelio de la paz” (Ef. 6:15).
Este versículo presenta la tercera pieza de armadura que protege al cristiano: el calzado espiritual, a la medida de su pie, diseñado para usarse mientras luche contra el pecado y Satanás. “Y calzados vuestros pies con el apresto del evangelio de la paz”. Estudiaremos ahora tres términos distintos, sacados de la Escritura, en cuanto a este calzado: primero, lo que significa aquí “el evangelio”; segundo, lo que quiere decir “la paz”; y tercero, lo que significa la palabra “pies”, así como la virtud que se da a entender con “el apresto del evangelio de la paz”.
I. QUÉ SIGNIFICA AQUÍ “EL EVANGELIO”
“El evangelio”, según el término original, significa buenas noticias o mensaje gozoso. Normalmente, en la Biblia este término se reserva para la doctrina de Cristo y para su salvación. El ángel les dijo a los pastores: “No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo” (Lc. 2:10), y luego añadió: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (v. 11). Entonces, “el evangelio”, en el Nuevo Testamento, suele llevar la connotación de gozo y buenas noticias, y aquí emplearemos este mismo significado.
La mejor noticia del mundo
La revelación de Cristo y la gracia de Dios en él es, sin comparación, la mejor noticia para el pecador. Es un mensaje único; ningún otro puede tomar precedencia ni borrarlo alguna mala noticia posterior. La misericordia divina va delante de su bendición a los pecadores: “Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; haga resplandecer su rostro sobre nosotros” (Sal. 67:1).
1.- Dios perdona y luego da
Hasta que Dios no perdona por gracia nuestros pecados a causa de Cristo, no puede mirar a los pecadores con benevolencia. Todos nuestros beneficios no son más que bendición en potencia, hasta que la gracia evangélica de la misericordia perdonadora los selle con la salvación y los actualice. Dios no mostrará su buena voluntad hasta que Cristo haga la paz por nosotros: “Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lc. 2:14). ¿Qué clase de gozo sería, aun para el pecador heredero de un reino, si no pudiera reclamar el mismo del gozo y el favor del corazón de Dios?
2.- No puede haber malas noticias después de que se ha abrazado la buena noticia de Cristo
La misericordia divina en Cristo cambia la misma naturaleza del mal para el creyente. Toda plaga y juicio que pueda llegar al que se ha bautizado en el río de la gracia evangélica, recibe un nuevo nombre. Llega con un encargo nuevo de la soberanía divina y tiene otro sabor para el creyente, como el agua filtrada a través de minerales tiene un sabor y virtud medicinal que antes no tenía: “No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad (Is. 33:24). El Profeta no dijo que no enfermarían, sino que estarían tan llenos del gozo de la misericordia perdonadora de Dios, que no se quejarían por la enfermedad. La aflicción es un velo demasiado fino para ocultar el gozo de la buena noticia de Jesucristo.
El mensaje del evangelio trae tal gozo, que Dios abrió una grieta para dejar que algún rayo brillara aun sobre Adán. Este fue el mensaje que Dios utilizó para consolar a su pueblo cuando las cosas iban mal y sus vidas estaban en un punto bajo: “Por tanto, el Señor mismo os dará la señal: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”
(Is. 7:14). “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad […]. Y éste será nuestra paz” (Mi. 5:2,5).
Este es el precioso secreto que Dios susurra, por el Espíritu, solo al oído de aquellos a quienes abraza con un amor especial:
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó (Lc. 10:21).
“Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Cor. 2:12). Por otra parte, que se le oculte el evangelio a un alma es señal trágica pero cierta de estar marcada para el Infierno: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto” (2 Cor. 4:3).
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Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall