La pregunta sobre cuándo empieza la vida tiene un vínculo estrecho con el secreto mismo de ésta… Conceptos como ser humano, ser viviente y persona ha sido el tema de mucho debate y análisis. Platón buscó desesperadamente una descripción que le permitiera diferenciar al ser humano de todas las demás especies de animales. Finalmente, escogió la siguiente definición provisional: “Bípedo sin plumas”, la cual sólo funcionó hasta que uno de sus estudiantes dibujó un pollo desplumado en la pared de la academia con una nota que decía: “El hombre según Platón”.
Cuando acudimos a la Biblia, descubrimos que ésta no ofrece ninguna declaración explícita sobre si la vida empieza en cierto punto o si existe o no vida humana antes de nacer. Sin embargo, las Escrituras dan por sentado que existe una continuidad en la vida desde el tiempo antes de nacer hasta el tiempo después de nacer. Utiliza el mismo lenguaje y los mismos pronombres personales de forma indiscriminada para referirse a ambas etapas. Además, la involucración de Dios en la vida de una persona se extiende hasta la concepción (y hasta antes de la concepción). Este pasaje respalda mi argumento:
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal. 139:13-16).
El salmista le atribuye honra a Dios por haberlo formado en el vientre. También utiliza el término “mi” para referirse a sí mismo antes de nacer. La palabra hebrea que se traduce como “embrión” es significativa y ésta es la única vez que se usa en la Biblia.
Otro pasaje que se aplica al tema de la involucración de Dios en la vida dentro del vientre materno se encuentra en Isaías:
“Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria. Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba; y me dijo: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré. Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios. Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza)” (Is. 49:1-5).
Este pasaje demuestra, no sólo que el niño que no había nacido se consideraba como un ser distinto a la madre y que se trataba como quien tiene una identidad personal única, sino que también muestra que su formación en el vientre es considerada como la actividad de Dios.
Un pasaje similar se refiere al profeta Jeremías: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:4-5).
Se le dice a Jeremías que Dios lo conocía antes de su nacimiento. Dios tenía un conocimiento personal de Jeremías antes de que hubiera nacido. Esto indica que Dios trató a Jeremías de forma personal y como un ser personal antes de su nacimiento. También es significativo que Dios “apartó” o santificó a Jeremías antes de su nacimiento. Es evidente que Dios extiende el principio de la inviolabilidad de la vida a los que aún están en el vientre. Aun aquellos que no están convencidos de que la vida comienza antes de nacer admiten que existe una continuidad entre el niño que se concibe y el niño que nace.
Un pasado personal antes de nacer
Cada niño tiene un pasado antes de nacer. El problema es el siguiente: ¿Es un pasado personal o impersonal? ¿Empezó a ser persona sólo después de su nacimiento? Queda claro que las Escrituras consideran que los niños empiezan a ser personas antes de nacer. Como declara David: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5). El profesor John Frame, en su libro Medical Ethics (Ética médica), hace la siguiente observación sobre el Salmo 51, versículo 5: “La continuidad de la persona se extiende hasta el momento de la concepción. El Salmo 51:5 traza esta continuidad hasta el momento de la concepción y lo hace de forma clara y contundente. En este pasaje, David está meditando sobre el pecado en su corazón que recientemente se había manifestado por medio del adulterio y el homicidio. Reconoce que el pecado en su corazón no es un fenómeno reciente, sino que se puede trazar hasta el momento de su concepción en el vientre de su madre… La continuidad personal que existía entre la vida de David como un feto y su vida de adulto se puede trazar al momento de su concepción y se extiende aun a esta relación ética con Dios”
En el Salmo 51, David narra su historial personal y moral desde el momento de su concepción. Un ser impersonal, una “masa amorfa de protoplasma”, no puede ser un agente moral. Si es posible trazar el historial moral de David hasta su concepción, entonces su historial personal también se puede trazar hasta ese mismo momento. No es solamente la sustancia biológica de David lo que se extiende hasta su concepción, sino también su ser moral.
El Nuevo Testamento nos proporciona un pasaje fascinante que tiene que ver con la pregunta sobre la vida antes del nacimiento:
“[María] entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabeth. Y aconteció que cuando oyó Elisabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabeth fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lc. 1:40-44).
Este pasaje describe el encuentro entre María, la madre de Jesucristo, y su prima Elisabeth, quien estaba encinta de Juan el Bautista. Cuando se encontraron, Juan, que todavía estaba en el vientre de su madre, saltó de gozo. Este comportamiento era consecuente con el rol profético para el cual Juan había sido designado; Dios lo había nombrado para anunciar al Mesías. En esta ocasión, Juan cumplió con su deber profético cuando todavía no habían nacido ni él ni Jesús. Estos versículos muestran que antes de haber nacido, Juan mostró cognición y emoción. Saltó porque se encontraba en un estado de gozo. Ese gozo fue causado porque reconoció la presencia del Mesías.
Puede ser que algunos descarten la pertinencia de este pasaje porque (1) el escritor escribe de forma poética o como hipérbole; (2) el pasaje no habla sobre la vida desde la concepción y tan solo se refiere a la vida antes de nacer; (3) la ocasión representa un milagro especial y no es prueba de que todos los niños puedan tener tal habilidad prenatal.
Como respuesta a la primera objeción, es erróneo desechar el pasaje porque sea poético o hiperbólico. La estructura literaria de esta porción del evangelio de Lucas corresponde a la narrativa histórica, no a la poesía, en esto no hay ambigüedad. Además, la hipérbole es una afirmación exagerada sobre la realidad. Si este acontecimiento se ha descrito con hipérbole, esto simplemente significa que Juan no saltó tanto ni reconoció tanto como implica el texto. La segunda objeción, que el pasaje no habla sobre la concepción como el principio de la vida, es correcta. Sin embargo, el pasaje sí indica claramente que Juan poseía capacidades humanas de cognición y sentimiento (señales de la personalidad) antes de nacer. La tercera objeción, que este suceso representa un milagro especial, tiene más peso. Al menos que afirmemos que un feto normal tiene la habilidad de reconocer la presencia de otro feto que se encuentra en el vientre de otra mujer, debemos admitir que este acontecimiento tiene algo de extraordinario o milagroso. Es posible que Dios permitiera que milagrosamente Juan, en el vientre, tuviera poderes extraordinarios de cognición que no suele tener un niño común antes de nacer.
No obstante, si decimos que fue un milagro, aún nos queda una pregunta difícil por responder: ¿Fue el milagro una obra por la cual se amplificaron los poderes normales más allá de los límites ordinarios o fue la acción de crear estos poderes? Antes de nacer, ¿tenía Juan el Bautista las habilidades naturales de cognición y sentimiento, habilidades que fueron milagrosamente amplificadas, o fueron sus poderes de cognición y sentimiento creados por Dios en ese momento? No hay forma de dar una respuesta absoluta a esta pregunta. Sin embargo, no debemos desechar el pasaje de Lucas sin antes hacer dos observaciones. Hay muchos otros milagros bíblicos en los que vemos cómo Dios amplifica unos poderes y habilidades que ya existen.
Por ejemplo, en 2 Reyes 6:15-17, vemos que Dios abrió los ojos del siervo del profeta Eliseo para que pudiera ver las huestes angélicas. Dios no tuvo que obrar primeramente un milagro para que el siervo pudiera ver. Más bien, se extendieron los límites de su habilidad natural. De la misma forma, para que Juan pudiera reconocer a Jesucristo cuando cada uno todavía estaba en el vientre de su madre, no era imprescindible que Dios creara las habilidades de cognición y emoción. La segunda observación es que, sin importar cómo valoremos este acontecimiento, una cosa sí es cierta: Antes de nacer, Juan el Bautista manifestó cognición y gozo… La Biblia indica claramente que antes de nacer los niños se consideran como seres humanos vivientes. El peso de la evidencia bíblica indica que la vida empieza en la concepción.
El desarrollo de un ser humano
El desarrollo de un ser humano es un proceso que empieza en la concepción y que continúa hasta la muerte. Nadie afirmaría que el desarrollo del ser humano comienza en su nacimiento. En el momento de concepción, se combinan cuarenta y seis genes, veintitrés de la madre y veintitrés del padre, de modo que un individuo único comienza el proceso del desarrollo humano personal. Después de dos semanas, se puede distinguir el latido del corazón. El corazón hace circular la sangre dentro del embrión y ésta no es la misma sangre de la madre, sino aquella que el bebé produce antes de nacer. Cuando han pasado alrededor de seis semanas, el embrión todavía mide menos de una pulgada (2.5 centímetros), pero su desarrollo es evidente. Se han formado dedos en las manos. Después de cuarenta y tres días, se pueden detectar las ondas cerebrales del niño que aún está en el vientre. Tras seis semanas y media, el embrión se mueve; sin embargo, su diminuto tamaño y el grosor de la pared abdominal de la madre no permiten que ella sienta este “despertar” o movimiento, hasta varias semanas después. Al final de nueve semanas, el feto ha desarrollado sus propias huellas digitales. Para este momento, si es un varón, los órganos [reproductivos] del niño ya se pueden distinguir de modo que el sexo del niño se puede identificar. Los riñones también se han formado y funcionan. Al final de la décima semana, funciona la vesícula. Hacia el final de la duodécima semana, todos los órganos del cuerpo funcionan y el bebé puede llorar. Todo esto se lleva a cabo en los tres primeros meses del embarazo.
En los adultos, comúnmente se habla del pulso cardiaco y de las ondas cerebrales como signos “vitales”. Cuando, tanto las ondas cerebrales como los latidos del corazón cesan por cierto periodo de tiempo, se puede decir que un paciente está legalmente muerto. Los signos vitales son una evidencia de vida. Cuando tales signos están claramente presentes en un embrión en desarrollo, ¿por qué algunos son tan reacios al tema de la vida prenatal? El embrión o el feto aún no es un ser humano viviente que se puede valer por sí mismo, pero esto no significa que él o ella no sea un ser humano viviente. Si la independencia es el criterio primordial para distinguir entre las personas vivientes y las personas no vivientes, entonces debemos admitir (como algunos hacen sin problemas) que ni aun el nacimiento produce una persona viviente. Al nacer, el bebé se desconecta físicamente de la madre y, en ese sentido, es independiente, pero el recién nacido todavía depende de la ayuda de los demás para su supervivencia. En la mayoría de los casos puede respirar por sí mismo, pero no tiene la capacidad de alimentarse.
Conocimiento sobre la muerte
Tener algún conocimiento sobre la muerte será útil a medida que tratamos de entender lo que significa estar vivo. Ya que la muerte es el fin de la vida, nos proporciona pistas sobre los elementos que son esenciales para la vida misma. Podemos ver uno de los problemas de nuestras definiciones de la vida y de la muerte en el caso de los bebés que nacen muertos. ¿Son los niños mortinatos “bebés muertos” o “bebés que nunca han estado vivos”? Es común que los doctores se refieran a estos niños como bebés que han fallecido…
El feto parece un ser humano viviente. Se comporta como un ser humano. El embrión tiene la estructura genética de un ser humano. Tiene los signos vitales de un ser humano que está vivo. También tiene sexualidad y movimiento. A menudo se chupa el pulgar, reacciona en respuesta a la música y mueve las piernas. A la luz de esta evidencia acumulativa, parece que necesitaríamos otra evidencia poderosa que indique lo contrario para llegar a la conclusión de que un bebé no es un ser humano viviente.
¿Por qué hay personas que rechazan esta conclusión? La respuesta es el prejuicio. De hecho, el prejuicio es una fuerza poderosa en el debate sobre el aborto. Si consideramos que el embrión o el feto es un ser humano que está vivo, ¡entonces las implicaciones morales que conlleva la destrucción de una persona antes de nacer son enormes! Siempre que podamos convencernos a nosotros mismos de que el feto no es un ser humano antes de nacer, quedamos libres con respecto a esas dificultades. Sin embargo, aunque lleguemos a la conclusión de que un embrión es un ser humano viviente antes de nacer, todavía no hemos establecido si la vida comienza con la concepción. Todo lo que hemos determinado es que la vida empieza antes del nacimiento. Las líneas más claras de demarcación en la continuidad entre la concepción y el nacimiento consisten en la concepción y el nacimiento en sí mismos. Si decimos que el feto es un ser humano viviente por tan solo cinco minutos antes de nacer —¡aunque sea por solo cinco segundos!—, entonces el nacimiento no puede ser el punto en el que empieza la vida. A mi parecer, la evidencia que la ciencia nos proporciona de que un feto es un ser humano viviente es tan clara como aquella que inferimos de la Biblia. Si esto es así, entonces debemos localizar el comienzo de aquella vida en el momento mismo de la concepción o en algún momento entre la concepción y el nacimiento.
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Tomado de Abortion: A Rational Look at an Emotional Issue (El aborto: Una consideración racional de un tema conmovedor).
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R. C. Sproul (1939-2017): Teólogo presbiteriano y ministro, presidente de Ligonier Academy of Biblical and Theological Studies (Academia Ligonier de estudios bíblicos y teológicos); fundador y director de Ligonier Ministries; Sanford, Florida, Estados Unidos.