​ Puede ser que algunos se extrañen al escuchar esta pregunta. Estamos tan acostumbrados a cantar en nuestros cultos, que es posible que algunos nunca se hayan preguntado ¿por qué? ¿Cantamos por tradición, o por preferencia – porque nos gusta cantar – o lo hacemos por obediencia a la voluntad explícita de Dios revelada en Su Palabra?

Si hay algo obvio en las Escrituras es que Dios quiere que Su pueblo redimido le cante. En las Sagradas Escrituras el Espíritu Santo nos invita una y otra vez a que expresemos nuestras alabanzas a Dios, cantando (Sal. 9:11; 30:4; 32:11; 33:1-3; 35:27).
Y así pudiéramos continuar citando texto tras texto, no solo en el libro de los Salmos, sino también en el resto de las Escrituras, donde el pueblo de Dios es exhortado a expresar sus alabanzas a través del canto.

Dice en Is. 12:5-6: “Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
Y más adelante, en el cap. 42, vers. 10: “Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis al mar, y cuanto hay en él, las costas y los moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Cedar; canten los moradores de Sela, y desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria a Jehová, y anuncien sus loores en las costas”.
Y cuando llegamos al NT, vemos que Dios espera lo mismo de Su pueblo en el nuevo pacto. En 1Cor. 14:15, hablando de los dones espirituales, dice Pablo: “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento”.
Así como Pablo presupone que en el culto de adoración se ora, así también presupone que en el culto de adoración se canta.
Otro pasaje muy relevante del NT en cuanto al lugar que debe ocupar el canto en la vida del creyente, como individuo y como parte de un cuerpo, es Ef. 5:18-19. Pablo presenta el canto allí como una manifestación visible de la llenura del Espíritu Santo.
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.
Pablo hace un contraste aquí entre la embriaguez y la llenura del Espíritu. Un hombre embriagado es un hombre controlado por el alcohol. Por eso se comporta y actúa de cierto modo.
Pues en una manera similar, el hombre lleno del Espíritu es guiado y controlado por el Espíritu de Dios. Su mente, sus emociones, su voluntad evidencian un control cada vez mayor del Espíritu Santo.
Aunque debo aclarar que la similitud es limitada, porque un hombre embriagado no tiene control de sí mismo, mientras que una de las características del fruto del Espíritu es precisamente el dominio propio. Mientras más llenura, más control, no menos.
Ahora bien, ¿cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo? Una vez más, miremos la comparación del texto. “No os embriaguéis con vino… antes bien sed llenos del Espíritu”. Para embriagarse con vino hay que tomar mucho vino; puede que una o dos copas no sean suficientes para que un adulto se embriague, pero el que toma mucho vino, terminará embriagándose de vino.
Obviamente, también el contraste aquí tiene sus limitaciones, porque el Espíritu Santo es una Persona, no una sustancia. Pero si comparamos este texto con el pasaje paralelo en Col. 3:16, veremos que la llenura del Espíritu en cierto modo ocurre en una forma similar a la embriaguez.
Pablo dice en Col. 3:16, un texto paralelo al de Ef. 5: “La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Las mismas manifestaciones visibles que Pablo menciona en Ef. 5 asociadas con la llenura del Espíritu, son las que menciona en Col. 3:16 asociadas con la llenura de la Palabra.
En la misma medida en que leamos y meditemos en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu de Dios, en la misma medida en que esa Palabra inspirada permee nuestro proceso de pensamiento, en esa misma medida seremos controlados por el Espíritu, guiados por el Espíritu.
Y en la medida en que seamos controlados y guiados por el Espíritu, algunas cosas sucederán en nuestras vidas que evidenciarán ese control. “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.
“De la abundancia del corazón habla la boca”. ¿De qué hablará un hombre lleno de la Palabra de Dios? De la Palabra de Dios. Y no me refiero al hecho de que un hombre lleno del Espíritu será una especie de máquina repetidora de versículos bíblicos. No. El punto es que el lenguaje de este hombre, y las ideas que expresa, tendrán un aroma y un sabor distintivamente bíblico.
Así como el agua que pasa a través del polvo del café en la cafetera, huele a café y sabe a café, así también el hombre lleno de la Palabra de Cristo, en una forma muy natural manifestará ese grato olor de Cristo y Su Palabra por donde quiera que vaya.
Ahora, noten algo importante aquí. Pablo no se limita a decir que los hombres y mujeres que están llenos del Espíritu, se edifican unos a otros, sino también que lo hacen de una manera específica: “… hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.
Y lo mismo vemos en el texto de Col. 3:16: “La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.
Eso no quiere decir que los creyentes hablan cantando. En otros textos de las Escrituras se nos exhorta a edificarnos unos a otros, amonestarnos y alentarnos unos a otros en nuestras conversaciones ordinarias.
Pero tanto en Ef. 5:19 como en Col. 3:16, Pablo menciona el canto como una forma particular en que los creyentes llenos del Espíritu, alaban a Dios y se edifican unos a otros. Y nos preguntamos ¿por qué? ¿Por qué el Espíritu nos impulsa a cantar? ¿Qué características tiene el canto, la letra expresada musicalmente, como vehículo de expresión que lo distingue del hablar ordinario?
En el próximo artículo, si el Señor lo permite, pasaremos a responder esta pregunta.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.

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