En BOLETÍN SEMANAL
​El estímulo del Espíritu: El apóstol coloca a cada problema en medio del contexto de la totalidad del cuerpo de la verdad cristiana. Por eso descubrimos que al considerar los problemas del cristiano en la vida matrimonial, en la vida familiar y en la vida laboral, el apóstol comienza recordándonos que la vida cristiana es una 'vida en el Espíritu'.

«No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18)

Nada hay más asombroso acerca del apóstol Pablo que el carácter diverso de su ministerio. El apóstol fue al mismo tiempo evangelista y predicador, fundador de iglesias, teólogo y maestro, y simultáneamente un pastor de corazón tierno, lleno de comprensión para los demás. Las exposiciones de las grandes doctrinas de la fe cristiana que provienen de su pluma son incomparables; pero igualmente asombroso es el modo en el que demuestra esas doctrinas poniendo en práctica sus implicaciones. Al apóstol le preocupaba tanto la aplicación como la exposición de las doctrinas, que tal como lo subraya constantemente, el cristianismo es una vida para ser vivida y no una mera filosofía o un punto de vista.

Como resultado, el apóstol nunca considera de forma inmediata o directa ningún problema práctico de la vida cristiana. Siempre lo hace desde un punto de vista doctrinal. Coloca a cada problema en medio del contexto de la totalidad del cuerpo de la verdad cristiana. Por eso descubrimos que al considerar los problemas del cristiano en la vida matrimonial, en la vida familiar y en la vida laboral, el apóstol comienza recordándonos que la vida cristiana es una ‘vida en el Espíritu’.

El apóstol usa palabras inequívocas para expresarlo: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Por supuesto, de inmediato podemos descartar cualquier interpretación según la cual estaría tratando el tema de la ebriedad o de la bebida en exceso. Cualquiera que use este versículo meramente como un texto para un sermón sobre la abstinencia, demuestra una ignorancia total con respecto al versículo. El objetivo del apóstol no se limita a denunciar ebriedad o prohibir la embriaguez. Son temas ciertamente incluidos en el texto; sin embargo, ese no es su acento principal, ese no es el mensaje principal del versículo. Y si nos limitáramos a él, correríamos grave peligro de convertirnos en legalistas. Pero sobre todas las cosas, nos privaríamos de la gloria de esta exhortación particular.

El apóstol comienza a darnos aquí una visión aun más positiva de la vida cristiana de la que ha estado presentando hasta el momento. Hasta aquí su principal preocupación ha sido señalar la diferencia entre la antigua y la nueva vida de un modo negativo. Pero ahora su actitud es mucho más positiva puesto que presenta el cuadro de la nueva vida en el Espíritu en términos más positivos. Pero, ¿por qué hace la transición en lo que a primera vista parece ser una forma extraña y realmente sorprendente? Casi nos resulta chocante encontrar en medio de lo que ha estado diciendo, y de todo aquello que aún va a decir, las siguientes palabras: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. ¿Por qué no procedió a presentar esta enseñanza positiva de la vida de uno que está lleno del Espíritu, en forma directa? ¿Por qué introduce aquí este elemento de ebriedad y de exceso en la bebida?

A mí me parece que hay dos respuestas principales a la pregunta. La primera es que nada caracterizaba más a la antigua vida que esta gente había estado viviendo, y que sus contemporáneos aún vivían, que la ebriedad y la intemperancia. Esto era lo que caracterizaba el mundo antiguo en el momento en que nuestro Señor vino a él. De ello existen muchas descripciones clásicas. Por ejemplo, encontrarán una en la segunda parte del primer capítulo de la epístola a los romanos y también en el capítulo cuatro de esta misma epístola. La vida cotidiana era una vida de ebriedad y vicio y, por cierto, de todas aquellas cosas que generalmente acompañan el exceso de bebida. Ese había sido el estilo de vida de estos efesios. Pero ahora estas personas habían cambiado. Han sido convertidas en personas nuevas, ahora son cristianos, viven en el ‘Espíritu’; y una vez más el apóstol subraya el hecho de que la nueva vida es totalmente distinta. No obstante, ello es insuficiente; el apóstol está impaciente por demostrar que esta nueva vida no solamente es diferente, sino, por cierto, totalmente opuesta a la antigua vida.


Simultáneamente el apóstol piensa en un segundo objetivo: demostrar que en algunos aspectos existe una similitud entre ambos estados y ambos estilos de vida. A ello se debe el curioso hecho de que el apóstol Pablo haya querido usar este lenguaje particular y esta ilustración. No me cabe la menor duda de que en ese momento el apóstol recordaba lo que le habían contado en cuanto a la reacción de los ciudadanos de Jerusalén en el día de Pentecostés cuando vieron que a los seguidores del Señor Jesucristo les había acontecido algo extraño. El relato se encuentra en Hechos 2:12-16. Los apóstoles ‘hablaban en lenguas’. Se nos dice que la gente de diferentes países los oía «hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: están llenos de mosto. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”.

Aquí había personas que repentinamente fueron llenas del Espíritu Santo; pero otras personas pensaban que estaban ebrias, ebrias con vino. De modo que obviamente hay cierta similitud entre ambas condiciones.


Por eso entiendo que el apóstol lo pone de esta manera con el propósito de destacar ambos elementos, el de contraste y el de similitud. Aquí existen diferencias esenciales entre los dos estilos de vida; pero también hay ciertos aspectos en que son similares. Y realmente no podemos formarnos un concepto correcto de la vida cristiana si no recordamos ambos elementos, el de similitud tanto como el de contraste. De esta manera el apóstol, al expresarlo de esta forma, nos ofrece un cuadro estremecedor y maravilloso de la vida cristiana en toda su plenitud, destacando especialmente algunas de sus facetas más esenciales.

Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones

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