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Para comprender mejor la naturaleza del enemigo, observemos el término que utiliza Pablo: asechanzas, o métodos. La palabra griega denota “aquel arte y orden observado al esgrimir un argumento”. Implica una extraordinaria habilidad y astucia para componer esta clase de discurso, de forma que se habla de asechanzas o artimañas para expresar la sutileza de Satanás al planear sus estrategias contra el creyente. El soldado experto es muy consciente de ese orden, como lo es el erudito. Comprende que hay un método para formar un ejército, al igual que un argumento.

Ya que el diablo es un enemigo muy sutil, el cristiano debe estar siempre en guardia. A Satanás se le llama “la serpiente antigua”. La serpiente es más sutil que otras criaturas; y más antigua que las demás. Si Satanás fue demasiado listo para el hombre en su estado perfecto, cuánto más peligroso será para nosotros en nuestro estado caído; ya que nunca nos hemos repuesto de la primera grieta abierta en nuestro entendimiento por la caída de Adán. Y a medida que hemos perdido sabiduría, Satanás ha ganado experiencia. Es verdad que perdió su sabiduría celestial en cuanto se hizo demonio, pero desde entonces ha aumentado en astucia. Y aunque no tiene bastante sabiduría para hacerse bien a sí mismo, le sobra para dañar a los demás. Dios nos demostró la fuente de la fuerza de Satanás cuando prometió pisar la cabeza de la serpiente; porque con la cabeza aplastada, pronto morirá.

Ahora consideremos el asunto de la sutileza de Satanás examinando sus dos estrategias principales: la tentación y la acusación.

Satanás como tentador

Consideremos primero al diablo como tentador. Ninguno es más astuto que este maestro manipulador, que utiliza todo para alcanzar a su víctima.

  1. Satanás decide cuándo tentar

“Todo tiene su tiempo” (Ecl. 3:1), dijo Salomón. El mismo sabio nos dice por qué el hombre yerra con tanta frecuencia y se ve frustrado en sus empresas: porque tampoco conoce su tiempo (9:12). Distraídos por los cuidados o placeres de esta vida, son demasiados los que se incorporan a filas cuando ya han partido las tropas. Satanás vigila y sabe que un soldado desocupado puede buscar otro entretenimiento. De la misma manera que Cristo dirige al justo a escoger el momento apropiado para hablar palabras de consuelo y consejo, Satanás demuestra su astucia al escoger el momento apropiado para hablar palabras de seducción y tentación. Una palabra a tiempo de Satanás es una tentación a punto de caer.

Al adversario le gusta especialmente tentar al cristiano recién convertido. En cuanto nazca el hijo de la gracia, el dragón feroz le lanzará tentaciones candentes. El primer llanto de la nueva criatura en Cristo sobresalta a todas las legiones infernales. Les molesta tanto como a Herodes y a Jerusalén cuando el Consejo se reunió para quitarle la vida al Rey recién nacido. Satanás no vaciló en tentar a los apóstoles mientras eran niños en Cristo. Sabía que su gracia interior era débil y el alimento prometido del Espíritu no había llegado aún. ¿Cuándo es más propicio para el enemigo hacerse con una ciudad, que cuando solo hay niños en casa? Las desventajas son tantas que perderíamos la esperanza en cuanto a todo niño cristiano si no supiéramos que está envuelto en la gracia del pacto y bien sujeto en los fuertes brazos de la promesa divina.

Otro momento propicio para los ataques de Satanás es cuando el cristiano pasa por alguna gran aflicción. Satanás obtuvo primero permiso de Dios para debilitar a Job en lo temporal, para luego tentarlo con la impaciencia. Dejó que Cristo ayunara cuarenta días antes de presentarse, y luego echó mano de las insinuaciones; igual que un ejército que bloquea la ciudad y espera negociar hasta que falte la provisión y probablemente esté dispuesta a asentir a todo. Si quieres estar firme en medio del sufrimiento, ten presente este hecho: la tentación nunca es tan fuerte como cuando el alivio parece vestirse del mismo pecado sugerido por Satanás. Por ejemplo, supongamos que tu familia está pasando apuros y no ves salida a la situación. En ese momento Satanás te dirá al oído: “¿Qué vas a hacer? ¡Dios no querrá que tus hijos se mueran de hambre! La huerta de tu vecino está al otro lado de la valla. Él tiene de sobra. Es una noche muy oscura. ¿Quién te verá si pasas y tomas solo lo necesario?”.

Satanás también vendrá cuando estés trabajando en algo notable para la gloria de Dios. Se levantará como serpiente en el camino, susurrando mentiras venenosas. La serpiente antigua nunca fue amiga de la obra del Reino. Qué buena excusa les dio a los judíos: “¡No es el momento!”. Sí que era el momento de Dios, pero no el del diablo; por tanto, este pervirtió el sentir de la Providencia, como si no fuera el momento del Mesías.

Hay dos etapas destacadas en la vida de Cristo: el comienzo de su ministerio público en su bautismo, y la culminación en la Pasión. En ambos momentos tuvo un choque encarnizado con el diablo. Esto debe hacerte ver cómo trabaja el viejo tentador. Mientras más publico sea el puesto y más eminente sea tu servicio a Dios, tanto mayor es la probabilidad de que Satanás esté meditando en este mismo instante alguna treta mortal en tu contra. Si hasta los cadetes deben armarse contra las balas de la tentación satánica, ¡cuánto más los comandantes y oficiales, que están al frente de la batalla!

Sin embargo, Satanás no siempre esperará a que estés en una misión importante para tentarte; se aferra a toda oportunidad que se presente para emplear sus mañas tentadoras. Se le hace un poco más fácil si puede encontrar algún objeto que refuerce la tentación. Así engañó a Eva mientras miraba el árbol. Ya que la habían engañado primero sus propios ojos, fue fácil que Satanás tomara el objeto de su afecto, le diera más brillo, y lo utilizara para avivar el deseo que dormía en su corazón. Si nos asomamos a la ventana para escuchar la serenata de la tentación, Satanás puede estar seguro de que al poco tiempo saldrá victorioso. Si no queremos ceder al pecado, hay que cuidar de no pasar por delante ni sentarnos a la puerta de la ocasión. No mires la tentación con un ojo vago, si no quieres verte envuelto en ella; ni dejes que tu mente se detenga en aquello que no quieres que entre en tu corazón.

En otra ocasión llega el tentador justo después de una gran manifestación del amor de Dios. Tal es la débil constitución de nuestro carácter que no aguanta ni muchas sonrisas ni el ceño fruncido de Dios. Si Dios sonríe y se revela a nosotros un poco, tendemos a exaltarnos y volvernos orgullosos. Si frunce el ceño, la fe decae. Lo uno, como el tiempo soleado, hace brotar los hierbajos de la corrupción; lo otro, como la helada, quema y hasta mata las flores de la gracia. Hay un peligro latente en los dos climas; por tanto, Satanás se aprovecha para tentar al cristiano a un pecado u otro, sabiendo que marchitará la flor de su gozo celestial.

Finalmente, en la hora de la muerte, cuando la fuerza física del cristiano está postrada, se le echa encima el matón. Es su última oportunidad para una escaramuza, de forma que hace un último gran esfuerzo. En el momento en que el cristiano está entrando en la eternidad, el tentador le pisa los talones. Si no puede hacerlo tropezar para evitar que llegue al Cielo, por lo menos se asegura de que se despida con dolor.

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

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