​Frecuentemente nos desanimamos por los retrasos de la providencia y comenzamos a dudar de la fidelidad de Dios. Pero sus pensamientos no son los nuestros. (Isa.55:8) “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza.” (2 Ped.3:9) El Señor no calcula sus tiempos de obrar conforme a nuestra aritmética. Dios determina el tiempo, y aunque su respuesta pudiera ser retrasada mucho más de lo que pensábamos, no será ni un momento más tarde de su designio.

¿Cómo puede el creyente recibir ayuda para esperar en Dios, mientras que la providencia retrasa la respuesta a sus oraciones?

 Hay dos maneras para considerar tales retrasos. Desde un punto de vista, los tiempos y las sazones están en la mano del Señor nuestro Dios. (Hech.1:7) Pero desde nuestro propio punto de vista, esperamos una respuesta a nuestras oraciones más pronto. Nada puede ser más cierto ni exacto que el tiempo que Dios ha escogido para contestar una oración. Si comparamos Exodo 12:41 con Hechos 7:17, veremos la razón por la cual la liberación del Israel de la esclavitud egipcia no pudo ser retrasada ni un día más. Fue porque el tiempo de la promesa había llegado.

Frecuentemente nos desanimamos por los retrasos de la providencia y comenzamos a dudar de la fidelidad de Dios. Pero sus pensamientos no son los nuestros. (Isa.55:8) “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza.” (2 Ped.3:9) El Señor no calcula sus tiempos de obrar conforme a nuestra aritmética. Dios determina el tiempo, y aunque su respuesta pudiera ser retrasada mucho más de lo que pensábamos, no será ni un momento más tarde de su designio. Durante estos retrasos, el pueblo de Dios puede desanimarse mucho. Por medio de Isaías Dios había prometido que tendría misericordia de su pueblo en cautividad, pero ellos esperaron año tras año y no sucedió nada. “Pero Sión dijo: me dejó Jehová, el Señor se olvidó de mí.” (Isa.49:14) A David le sucedió lo mismo. Dios le había hecho tales promesas que fueron llamadas “las misericordias firmes a David”, y no obstante David pensaba que Dios ya se había olvidado de él. En el Salmo 13 dijo: “¿Hasta cuando, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?” (Vers.1) Hay tres razones principales por las cuales llegamos a desanimarnos de esta manera:

 a. Nos rendimos ante la incredulidad.
No dependemos con plena confianza y seguridad de la incuestionable palabra de un Dios inmutable y fiel. Esta razón de desánimo es señalada en el Salmo 27:13, “Hubiera yo desmayado si no creyese.” En otras palabras , un corazón desanimado es una evidencia de incredulidad.

 b. Miramos las cosas tal y como aparecen a nuestros sentidos.
Fue dicho de Abraham que creyó “contra esperanza”, es a saber, contra cualquier probabilidad natural “creyó en esperanza… dando gloria a Dios.” (Rom.4:18 y 20) Nuestros espíritus se mantienen animados cuando no miramos las cosas que vemos con nuestros ojos naturales y cuando medimos todas las cosas por otra regla; a saber, por el poder y la fidelidad de Dios. (2 Cor.4:16 y 18)

 c. Satanás usa esas ocasiones para sugerir pensamientos duros contra Dios.
Cuando nuestros espíritus están decaídos, estamos más propensos para escuchar a Satanás. Él siempre trata de debilitar nuestras manos e impedirnos que esperemos en Dios.

En vista de lo que hemos estado diciendo, es necesario que seamos vigilantes y que dejemos todo en las manos de Dios esperando pacientemente por su salvación. Para ayudarnos a hacer esto, propongo los siguientes pensamientos:

 1. No tienes ninguna razón justificable para tener pensamientos duros contra Dios, porque es posible que Él no haya prometido las cosas que esperas de El.  Pudieras haberte prometido a tí mismo ciertas cosas, por ejemplo: la prosperidad, la continuación de las bendiciones que actualmente disfrutas…. ¿Pero dónde prometió Dios eso? La promesa que Dios no quitará el bien; es limitada a aquellos que “andan en integridad”. (Sal. 84:11) Escudriña tu propio corazón para ver si no te has apartado de Dios en tu vida de manera que El estaría en lo justo al quitarte todas aquellas cosas que disfrutas. En cualquier caso, todas las promesas de Dios son limitadas por la sabiduría y la voluntad divinas. ¿Quién te dijo que esperaras descanso, felicidad y deleite en este mundo? Dios nos ha dicho frecuentemente que deberíamos encontrar aflicción en este mundo (Jn.16:33), y que “es menester que por muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hech.14:22) Todo lo que Dios ha prometido es que Él estará con nosotros en las tribulaciones, que suplirá nuestras necesidades reales, y que hará que todas las cosas nos ayuden a bien (Sal. 91:15; Isa. 41:17; Rom.8:28).

2. Si después de haber orado a Dios por obtener bendiciones espirituales, has esperado mucho tiempo y no has recibido nada, te preguntaría ¿Qué tipo de bendiciones deseas? Las bendiciones espirituales son de dos clases: aquellas que son necesarias para que la vida espiritual continúe y aquellas que incrementan nuestro gozo y consuelo. Las bendiciones del primer tipo son absolutamente necesarias y por lo tanto son seguras e infalibles promesas. “Haré con ellos pacto eterno, y no me volveré de hacerles bien, pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” (Jer. 32:40) Las bendiciones del segundo tipo son concedidas cuando Dios considera que serán para nuestro bien, y muchos de su pueblo han vivido por largo tiempo sin ellas.

3. Deberías preguntarte a tí mismo ¿Cuál es mi propósito en desear estas bendiciones? Pudiera ser que no recibes lo que pides, porque no lo pides con una motivación correcta. (Stg.4:3) A veces pedimos ser librados de problemas simplemente porque disminuyen nuestro placer en el mundo. De hecho, los problemas nos son enviados a fin de que vivamos una vida de mayor obediencia.

4. ¿Estás realmente dispuesto a que la voluntad de Dios sea hecha? Lo que te agrada es el disfrutar de tus deseos, pero Dios se agrada cuando solo deseas hacer su voluntad. Las bendiciones no te pueden ser concedidas, sino hasta que deseas hacer la voluntad de Dios con todo tu corazón. David tuvo que esperar un largo periodo de tiempo para recibir lo que le fue prometido, y mientras tanto su alma fue hecha como la de un “niño destetado”. (Sal.131:2) Si David y muchos otros han tenido que esperar mucho tiempo para obtener las bendiciones de Dios, ¿Porqué no habrías de esperar tu? 

5. ¿Perderás cosa alguna por esperar pacientemente en Dios? Ciertamente que no. Es mucho mejor experimentar la gracia de Dios obrando en tu vida que disfrutar las comodidades. El Señor te está dando una lección en la fe y la paciencia y logrando que estés más interesado en su voluntad. Así, cuando las bendiciones deseadas nos llegan, serán de mucho más gozo por causa del ejercicio de la fe y de la oración.

6. Si las bendiciones que esperas de Dios no son dignas de esperar por ellas, resulta una necedad estar preocupado por no recibirlas. Todo lo que Dios espera de ti es que esperes sus misericordias como un favor inmerecido. Piensa en las muchas promesas hechas a aquellos que esperan en el Señor. “Bienaventurados todos los que le esperan.” (Isa.30:18); y “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas.” (Isa.40:31) 7. Recuerde cuán largo tiempo Dios esperó antes que te volvieras a Él y obedecieras su Palabra. ¿No es justo que Dios te haga esperar por sus bendiciones? Nuestra incredulidad ha hecho que Él clame: “¿Hasta cuándo no me han de creer?” (Num. 14:11) y “¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” (Jer.4:14) 8. El hecho de que te hayas cansado de esperar es en sí un mal muy grande. Probablemente habrías recibido sus misericordias más pronto, si tu espíritu hubiese estado más quieto y dispuesto a someterse a su voluntad. 

​Extracto del libro: el misterio de la Providencia, de John Flavel 

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