No podemos menos que quedar impresionados, aun hoy en día, por la inmensa energía y talento que los académicos alemanes volcaron en su búsqueda del Jesús "original", pero los resultados fueron exigüos y las conclusiones a las que llegaron, equivocadas.

​El origen de los estudios del Nuevo Testamento según los principios del criticismo se suele adjudicar a Ferdinand Christian Baur (1792-1860), quien probó organizar el material históricamente. Baur mencionó el supuesto conflicto entre la teología de Pedro y la de Pablo como evidencia de una tesis y antítesis doctrinal dentro de la iglesia primitiva. Desde el punto de vista de Baur, esto condujo a la síntesis del catolicismo primitivo. Hoy la tesis general de Baur es rechazada. Sin embargo, logró sacudir las concepciones tradicionales con respecto a la autoría y la composición de los libros del Nuevo Testamento y llamó la atención del mundo académico hacia el redescubrimiento del Cristo histórico como el problema clave del Nuevo Testamento.

La llamada búsqueda del Jesús histórico se remonta a 1768 cuando muere Hermann Samuel Reimarus, el historiador con quien Albert Schweitzer comienza su estudio de la investigación en el Siglo XIX. Reimarus no era un experto en el Nuevo Testamento, pero a su muerte dejó un manuscrito que iba a tener mucha repercusión. Argumentaba que los historiadores debían distinguir entre los «propósitos» de Jesús y los «propósitos» de sus discípulos; es decir, entre el Jesús de la historia y el Cristo de la predicación cristiana primitiva. Puesto a elegir entre lo que consideraba dos propósitos mutuamente excluyentes, Reimarus optó por el primero, postulando la existencia de un Jesús no sobrenatural. De acuerdo con él, Jesús predicó la venida del Reino de Dios, pero murió abandonado por Dios y desilusionado. El cristianismo era visto como el producto de los discípulos que robaron el cuerpo, proclamaron una resurrección corporal y consiguieron seguidores.

Reimarus fue un extremista y su obra muy polémica. Pero su concepción sobre el origen del cristianismo marcó las pautas para un siglo de investigaciones sobre el Jesús histórico. Al rechazar el elemento sobrenatural de los evangelios y buscar los medios para elaborarse un Jesús a su imagen, los idealistas encontraron en Jesús al hombre ideal; los racionalistas lo vieron como un gran maestro de moral; los socialistas lo consideraron como un amigo de los pobres y un revolucionario. Las más populares «vidas de Jesús», ambas por David Friedrich Strauss, rechazaban la mayor parte del material de los evangelios por considerarlos mitología; y Bruno Bauer acabó su búsqueda negando que haya existido alguna vez un Jesús histórico. Bauer explicaba todas las historias sobre Jesús como el producto de la imaginación de la comunidad cristiana primitiva.

No podemos menos que quedar impresionados aun hoy en día por la inmensa energía y talento que los académicos alemanes volcaron en su búsqueda del Jesús «original», pero los resultados fueron exigüos y las conclusiones a las que llegaron, equivocadas, como lo probó Schweitzer en su estudio. Los académicos habían intentado modernizar a Jesús, pero el Jesús que produjeron no era ni el Jesús histórico ni el Cristo de la Escritura.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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