En BOLETÍN SEMANAL
La imposibilidad del bien: ​Hay una permanente idea de que el ser humano es bueno y que alcanzará finalmente la abolición de los conflictos y las guerras. Pero... puedes observar cómo cada día hay conflictos personales, donde se manifiesta el egoísmo, el orgullo, la mentira, la prevaricación,... los que piensan que el ser humano es bueno y que alcanzaremos grandes logros sociales en el ámbito de la ética, es que desconocen por completo las Escrituras.

​La moderna enseñanza de aceptar la ética pero no la doctrina de la Escritura, es una negación completa de la doctrina bíblica del pecado y de la depravación del corazón humano en su estado natural. El verdadero problema de toda esta enseñanza tan popular en la actualidad es que no conoce y no reconoce la verdad acerca del hombre tal como es, tal como es en consecuencia de la caída, tal como es a causa del pecado. O, si yo pudiera ponerlo de otra manera todavía, diría que la tragedia mayor de esta vana manera de hablar es su optimismo fatal. Esto es lo que me impresiona y me alarma. Cómo una persona que alguna vez ha leído la Biblia puede tener el optimismo que tienen estos predicadores no bíblicos es algo que excede mi entendimiento. En la actualidad (1959), realmente creen que una afirmación hecha por Krushchev (presidente de la URSS) expone la maravillosa posibilidad de que por fin estamos, ahora en el siglo XX, a punto de abolir la guerra. Creen que todos los armamentos serán destruidos; realmente creen que esto va a ocurrir. ¡Qué optimismo extraordinario! Este es un optimismo extraño aun para personas que han leído algo acerca del curso de la historia humana; pero que una persona que alguna vez haya leído la Biblia pueda creer en este tipo de cosas, es algo que trasciende total¬mente mi entendimiento.

Por eso, si aceptas la enseñanza bíblica referida al ‘hombre en su pecado’, verás que el hombre es una criatura controlada principalmente por pasiones y deseos. «Ah, pero», dirá alguien, «ése es un punto de vista pesimista». Pero éste es un tema que no se puede resolver mediante simples epítetos; se trata de encarar los hechos y de ser realistas. De acuerdo a la Biblia, el hom¬bre es una criatura llena de pasiones y deseos; el hombre no es gobernado por su mente o por su razón; desde que el hombre cayó por primera vez en el pecado, nunca ha sido este el caso. En el segundo capítulo de la epístola a los Efésios, el apóstol lo establece con toda claridad: Dice el apóstol, ‘Estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, si¬guiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef. 2:1-3). Desde el comienzo hasta el fin, ésta es la enseñanza de la Biblia. Según esta enseñanza el hombre es egoísta, es una criatura centrada en sí misma. Lo que a mí me resulta tan difícil comprender es cómo alguien que tenga los ojos abiertos crea posible discutir esta proposición. ¿Por qué hay tantos problemas en el mundo? ¿Por qué resulta difícil convivir los unos con los otros? «Y, bueno», dice alguno, «es porque aquella otra persona es tan difícil». Es cierto, pero aquella otra persona está diciendo exactamente lo mismo acerca de ti, y la realidad del asunto es que los dos tienen razón. Todos nosotros somos personas difíciles; y todos nosotros somos difíciles porque todos nosotros somos egoístas, porque todos nosotros prestamos atención a algo elemental dentro de nosotros que desea las cosas para nosotros mismos. Todos nosotros somos injustos, todos somos perversos, todos somos capaces de terribles deshonestidades, maldades y mentiras, cada uno de nosotros.

Así es el hombre por naturaleza, así es el hombre como resultado de lo que se relata en el tercer capítulo de Génesis. En el mismo instante en que el hombre prestó atención al enemigo, el enemigo de Dios, en ese instante se rindió ante su poder; y desde entonces la vida ha sido una vida de enemistad y lucha. Ya se ve en los hijos de Adán y Eva, Caín y Abel. Allí lo tiene. Y Caín todavía vive, esa naturaleza suya todavía vive en cada uno de nosotros, por herencia. Sus manifestaciones son diversas, pero allí está en cada uno de nosotros. «¿De dónde vienen las guerras?», pregunta la epístola de Santiago; y él mismo responde a su pregunta diciendo, «de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros» (Stg. 4:1). ¿Por qué ha de sorprenderse la gente de que una nación mire con deseos de conquista hacia otra nación? ¿Por qué ha de sorprenderse la gente ante lo que China le está haciendo actualmente a India (1959)? ¿Por qué han de sorprenderse ante lo que las naciones agresivas hacen a las naciones más débiles? Desde el comienzo de la historia de la humanidad ha sido lo mismo. ¿Por qué hemos de sorprendernos ante esto, cuando sabemos muy bien lo que ocurre a nivel personal? ¿Por qué hemos de pensar que un cuerpo de personas sea diferente a los individuos que lo componen? Actúan de la misma manera porque no están compuestos sino por individuos. Un Estado no es sino un gran número de personas individuales, y mientras haya avaricia en las personas, también habrá avaricia en el Estado. No hay nada extraño en esto; en realidad es algo que deberíamos esperar.

Sin embargo, es lamentable y trágicamente claro que esta realidad se olvida totalmente en la actualidad. La idea que prevalece en nuestros días es que el hombre es fundamentalmente bueno, tanto en su naturaleza como en su concepto acerca de sí mismo, y que sus problemas se deben al hecho de ser una víctima de las circunstancias. Se dice, «Claro, somos herederos de estas antiguas tradiciones. Si solamente escapáramos y nos libráramos de todas ellas, todo estaría en orden». Ellos creen que el hombre desea hacerlo y que el hombre es capaz de hacerlo.

No me corresponde a mí entrar en el reino de la política, ya he estado lamentando el hecho de que la iglesia lo hace en demasía, pero permítanme expresarlo de la siguiente manera: de acuerdo a mi punto de vista, la esencia de la enseñanza bíblica es que uno realmente no puede confiar en nadie que no sea cristiano. ¿Te suena esto extraño? Esto es una típica enseñanza bíblica. De lo contrario, ¿por qué cierras tu puerta con llave de noche? ¿Por qué tenemos un cuerpo de policía? Es porque sabes perfectamente bien que en la naturaleza humana está ese elemento depredador, egoísta, injusto y perverso y que por lo tanto debemos protegernos a nosotros mismos. La sabiduría del mundo mismo te enseña que esta suposición es justificada para enfrentar toda la vida con sus problemas. El mundo nos enseña que todo hombre es mentiroso y que cada hombre busca lo suyo. ¿Acaso es esto un punto de vista pesimista? Es un punto de vista realista.

No solamente se comprueba esto por la sociedad tal como existe en nuestros días, sino que toda la historia lo enseña. ¿Acaso la segunda guerra mundial no se debió en gran manera a que la gente no comprendió verdades como ésta? La gente creyó a un hombre obviamente mentiroso como Hitler, cuando decía que quería la paz y que daría prueba de ello. A él se le creyó. Esto es prácticamente increíble. Pero mi tesis es que la gente comete errores tan colosales por el hecho de no comprender el evangelio. El evangelio nos enseña que el hombre en pecado es un ser sumamente malo, y que nada le detendrá si conviene a sus propósitos. Aparecerá como ‘ángel de luz’ y dirá, ‘elimínense todos los armamentos’, etc…, etc… Yo solamente afirmo que a menos que lo hayan examinado, no solamente lo que es y lo que dice de palabras, sino todo lo que es y todo lo que es capaz de hacer en lo profundo de su ser, si haciendo todo esto, todavía le crees, entonces eres un necio.

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Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones

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