Esta doctrina está sintetizada así en el Catecismo Menor: La providencia de Dios es su obra más santa, sabia y poderosa, por la cual preserva y gobierna a todas sus criaturas y las acciones de las mismas.   Adviértase en primer lugar que en esta definición se dice que Dios preserva a todas sus criaturas. ¿Qué significa esto? Significa que según la Biblia nada en el universo seguiría existiendo ni por una fracción de segundo sin Dios. 

En segundo lugar, el Catecismo Menor dice que la obra de la providencia de Dios gobierna todas las criaturas y sus actividades. La acción de Dios en el universo que ha hecho no se limita a impedir que sea destruido. También actúa en él de  forma positiva, haciendo que todo suceda según su plan eterno.

Hablamos de esto cuando tratamos de los decretos de Dios. Todo lo que sucede en el universo entero entra, dijimos, en el propósito de Dios; nada de lo que sucede sorprende a Dios. Ahora, sin embargo, hablamos de la forma en que Dios realiza su propósito, de la forma en que lleva a cabo su plan. Una forma de realizar su propósito se halla en la obra de su providencia.

Cuando Dios realiza su propósito por medio de la providencia, ¿es Dios quien actúa o son las fuerzas y las personas que E1 creó?
Algunos han dicho que son sólo las fuerzas y las personas que El creó. Quienes dicen esto son los deístas, de quienes ya hemos hablado. Sostienen que la actividad de Dios en el universo se limitó a la obra inicial de la creación, y que una vez creado, el universo funciona por sí mismo como una máquina, sin que Dios intervenga. Es evidente que esta teoría deísta es contraria a la Biblia.

Otros han dicho que sólo Dios actúa, y que las fuerzas y personas que Dios creó no actúan para nada. Todo lo que sucede, dicen, es obra inmediata de Dios. Dios, afirman, es la única causa y sólo en apariencia se puede decir que en el mundo una cosa causa otra.
Así pues, según esta teoría, cuando vemos que una bala perfora una vidriera y preguntamos qué lo causó y llegamos a la conclusión de que se debió a que alguien disparó un arma de fuego desde el otro lado de la calle, no tenemos razón en hablar  así. No tenemos razón en decir que la perforación se debió a que la bala atravesó la vidriera, y que lo que hizo que la bala perforara la vidriera fue el disparo de un arma de fuego, y que el disparo del arma de fuego la causó el apretar el gatillo, y que el apretar el gatillo lo causó la acción del hombre que sostenía el arma de fuego. De ninguna manera, dicen los que piensan en la forma que decimos; esta idea de causa en el curso del mundo es simple ilusión. Lo que llamamos causa no es más que la sucesión de hechos que observamos. La perforación de la vidriera vino después del disparo del arma, pero no podemos decir que esto la, causó : la bala salió del arma después de detonar la pólvora en el cartucho, pero no podemos decir que fuera por causa de ello. No, lo que solemos considerar como relación de causa y efecto entre distintas cosas en el curso del mundo, afirman, no es en realidad más que la acción de Dios que observamos. Dios, dicen, es la única causa.

¿Es correcta esta manera de pensar? ¿Dónde encontraremos respuesta para tal argumentación? Desde luego que no la encontraremos entre los científicos. No suelen poder ofrecernos ayuda a este respecto. Su función, nos dicen, es observar lo que sucede, no explicar cómo sucede. Se contentan   por lo menos muchos de ellos   con dejar en manos de filósofos y teólogos todo el problema de qué queremos decir cuando afirmamos que una cosa causa otra.

No voy a decir si esta discreción por parte de los científicos es o no adecuada. Es posible que no lo sea. Es posible que, al quedar al margen del problema de si las llamadas fuerzas naturales existen de verdad o bien son simples apariencias, los científicos hayan despojado a la ciencia de su verdadera dignidad y fundamento, y que a la larga la ciencia vaya a sufrir los efectos perniciosos de tal corrupción. Es posible, en otras palabras, que sea de importancia para la ciencia, al igual que para cualquier otra rama de las actividades humanas, estar basada en una filosofía sana. No cabe duda de que es mejor que los científicos se abstengan de toda opinión filosófica que no hagan lo que tan a menudo han hecho   a saber, querer endosarnos una filosofía completamente tosca como si eso fuera ciencia. Pero lo mejor que podrían hacer sería tener una filosofía. Es mejor no tener ninguna filosofía que seguir una mala, pero es todavía mejor tener una buena.

Sea como fuere, sean cuales fueren los efectos en el campo de lo que en sentido estricto se llama ciencia, es evidente que sostener que Dios es la única causa y que nada en el universo se puede decir que sea la causa de otra cosa es completamente nocivo para la vida moral dcl hombre y para la idea que se forma de Dios.

Este punto de vista implica lógicamente la negación completa de la responsabilidad humana. Si el disparar esa arma no es la causa de que la bala perfore la vidriera, entonces no se puede decir que el hombre que la disparó sea responsable del daño que la bala haya causado ni de la muerte que pueda haber producido.

Esta teoría también implica una negación total de la santidad de Dios. Si sólo Dios actúa y las fuerzas naturales que al parecer operan en el mundo no encubren más que la actuación de Dios sin que ellas mismas intervengan, entonces lo que llamamos universo no es más que una fase de la vida de Dios, y la distinción entre Dios y el mundo desaparece. Sin embargo, esta distinción entre Dios y el mundo es básica para una idea adecuada y elevada de Dios. Conlleva lo que la Biblia llama la santidad de Dios. Destruirla resulta en verdad desastroso.

La Biblia no justifica en modo alguno semejante teoría, sino que enseña con suma claridad que hay fuerzas que actúan realmente en el mundo. Los teólogos hablan de esas fuerzas que actúan en el mundo como de «causas secundarias.» Dios es la Causa Primera, y las fuerzas de la naturaleza y las acciones libres de los seres personales que Dios ha creado son causas secundarias; es sumamente importante, si queremos ser fieles a la Biblia, que no se niegue la existencia de las causas secundarias.

Así pues, cuando uno se pregunta si cuando algo sucede en el curso de la naturaleza es una fuerza natural o es Dios lo que lo causa, la verdadera respuesta es, «ambos.» Eso que sucede lo causan una fuerza que actúa en el mundo y Dios.
Con todo, es muy importante advertir que esas dos causas no actúan en el mismo plano. No son coordinadas, sino que una está subordinada a la otra. En todo lo que sucede en el mundo natural Dios realiza lo que quiere que se lleve a cabo. Ni las fuerzas de la naturaleza ni las acciones libres de sus criaturas lo limitan en modo alguno. Aunque actúan, lo hacen sólo en la forma que Dios ha determinado. La forma correcta de expresar, por tanto. la relación entre las causas secundarias y Dios, la gran Causa Primera, es decir que Dios utiliza causas segundas para llevar a cabo lo que en su propósito eterno ha determinado. Las causas secundarias no son fuerzas independientes cuya cooperación necesite, sino que son medios que El emplea según su voluntad.

Esto quiere decir el Catecismo Menor cuando afirma que «la providencia de Dios es su obra más santa, sabia y poderosa, que preserva y gobierna a todas sus criaturas y las acciones de las mismas.»
Debe insistirse en la palabra «todas.» No hay acción ninguna de lo creado que caiga fuera del ámbito de la providencia de Dios. Por medio de ellas hace Dios que suceda todo lo que ha determinado en su plan eterno.

¡Qué penetrante es el gobierno de Dios! Incluye, en primer lugar, los fenómenos ordinarios de la naturaleza   lluvia, nieve, granizo, sol, la germinación de las semillas, la maduración del grano. Con qué belleza inigualable se proclama este aspecto del cuidado que Dios tiene de sus criaturas en el salmo ciento cuatro:

Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos;  van entre los montes;
Dan de beber a todas las bestias del campo; Mitigan su sed los asnos monteses.
A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas.
E1 riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra.
El hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra,
Y el vino que alegra el corazón de hombre, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que
sustenta la vida del hombre.
Se llenan de savia los árboles de Jehová, los cedros del Líbano que él plantó.
Allí anidan las aves; en las hayas hace su casa la cigüeña.
Los montes altos para las cabras monteses; las peñas, madrigueras para los conejos.
Hizo la tuna para los tiempos; el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas, y es la noche; en ella corretean todas las bestias de la selva.
Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su comida.
Sale el sol, se recogen, y se echan en sus cuevas.
Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde.
¡Cuán innumerables son tus obras, OH Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios.
He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes.
Allí andan las naves; allí está leviatán que hiciste para que jugase en él.
Todos ellos esperan en tí, para que les des su comida a su tiempo.
Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien.
Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.
Salmo 104

¿Hemos superado ya este maravilloso pasaje; hemos superado la convicción de que Dios alimenta a los leones que rugen en busca de la presa por la noche, de que les da refugio a los pájaros del cielo, de que todas sus criaturas, pequeñas y grandes, esperan que les suministre alimento cuando lo necesitan? ¿Hemos dejado ya atrás las palabras del Señor Jesús cuando dijo que Dios vistió de tal modo a los lirios del campo que ni Salomón en el apogeo de la gloria llegó a vestir como ellos? ¿Hemos dejado ya atrás la convicción de Jesús de que ni un gorrión cae sin la intervención de Dios, y de que Dios los alimenta día tras día?

¿Acaso el estudio científico de la agricultura, de la botánica o la zoología ha superado eras explicaciones? ¿Acaso con nuestros abundantes conocimientos hemos dejado atrás ese sencillo convencimiento de Jesús y del salmista de que toda criatura recibe el alimento de Dios?

Bien, amigos míos, si es así, si todo esto ha pasado de verdad de moda, entonces hemos perdido mucho más que lo que hemos ganado. Hemos ganado conocimientos en cierta dirección, peso hemos perdido un conocimiento que es mucho más importante que todo lo que hemos venido a conocer.

No le reprochemos a la ciencia esta pérdida. Nada hay en la ciencia moderna que contradiga la enseñanza de la Biblia respecto al cuidado que Dios time de sus criaturas; al contrario, contiene muchas cosas que la confirman maravillosamente, sólo con que tengamos ojos para quererlas ver. Algo que no es precisamente verdadera ciencia ha perturbado y oscurecido la visión del hombre.

¿Cuándo recuperaremos la sencillez y profundidad perdidas? Sólo cuando Dios con su gracia sobrenatural elimine la ceguera del pecado a fin de que los hombres puedan volver a ver. Cuando ese día glorioso llegue, los hombres volverán a contemplar las maravillas del mundo con la sencillez profunda del salmista, y descubrirán en todos los procesos de la naturaleza no el frío funcionamiento de una fuerza mecánica sino la mano misteriosa a infinitamente discernidora del Dios vivo.

Se limita entonces la acción de la providencia de Dios a ese empleo de las fuerzas impersonales de la naturaleza? ¿Hay acaso una zona de resistencia a su voluntad en media de este su mundo   una zona de resistencia en la forma de las acciones libres de seres personales? ¿Acaso éstas acciones están fuera de su gobierno? ¿Acaso ha abdicado Dios su poder en cuanto a ellas?
Vimos al tratar de los decretos de Dios que algunos han respondido afirmativamente a estos interrogantes. Pero vimos también que la Biblia dice que no. La Biblia enseña claramente que Dios realiza su voluntad con la misma certeza por medio de las acciones libres de seres personales incluyendo al hombre que lo hace por medio del curso de los cuerpos celestiales o del madurar silencioso de la mies.

No necesito volver a repetir la prueba que di de ello. Se encuentra revelado en la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis. Dios, según la Biblia, es el dueño del corazón del hombre del mismo modo que lo es de las fuerzas impersonales de la naturaleza, y las acciones del hombre nacen en su corazón.
Incluso las acciones malas de los hombres sirven los propósitos de Dios y estas acciones malas las permite por la acción de su providencia.

Basta con que repasen, amigos míos, la historia de los tiempos bíblicos. Nación tras nación van apareciendo en el escenario de la historia  Egipto, Siria, Babilonia, Persia, Roma. Fueron naciones perversas   crueles, violentas y orgullosas. Pero ¿cómo las presenta la Biblia? ¿Cómo presenta la Biblia incluso las matanzas violentas que realizaron en medio del pueblo de Dios? ¿Como derrotas del propósito eterno de Dios, como contravenciones de su gobierno del mundo? No, amigos míos, la Biblia presenta a estas naciones malas como instrumentos inconscientes de la mano todopoderosa de Dios.

Vean también las acciones malas no de las naciones sino de hombres en concreto. ¿Se llevaron a cabo fuera de la providencia de Dios; violaron el gobierno del mundo por parte de Dios? La Biblia non dice que no. «Vosotros pensasteis mal contra mí,» dijo José a aun perversos hermanos, «mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.»  Incluso el crimen supremo de todos los tiempos, la crucifixión de Jesús nuestro Señor, no se llevó a cabo a espaldas de la providencia de Dios. «Porque verdaderamente,» dice el libro de Hechos, «se unieron en esta ciudad contra lo Santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y lo consejo habían antes determinado que sucediera.»

No, amigos míos, en esto no hay excepciones. Todo lo que se lleva a cabo en el curso todo del mundo   por medio de las fuerzas de la naturaleza o de las acciones libres de hombres buenos y malos   todo time a Dios como a Causa Primera.
Pero aunque Dios hace que sucedan todas éstas cosas, lo hace de formas muy diferentes. No hace que se realicen las acciones libres de los seres personales de la misma manera en que hace que la mies madure. Las acciones de los seres personales hace que sucedan en una forma que resguarde del todo su libertad y responsabilidad.

¿Hay que considerar que esto es imposible? Convencemos a nuestros semejantes los hombres, y con todo siguen siendo libres cuando hacen lo que les hemos dicho. ¿Acaso Dios no será capaz de conseguir con certeza absoluta lo que nosotros conseguimos a medias con un poder tan limitado como el nuestro? ¿Acaso Dios que creo el alma del hombre no sabe cómo persuadirla de acuerdo con la naturaleza de la misma de modo que quede a salvo su libertad?

Acaso no será capaz incluso de servirse de las acciones malas de los hombres para sus propios propósitos santos? La Biblia nos dice con absoluta claridad que sí se sirve de este modo de las acciones malas. Ni siquiera éstas quedan al margen de la dirección suya como Causa Primera. Pero la Biblia nos dice con la misma claridad que Dios no es el autor del pecado sino que el pecado es siempre odioso a sus ojos. Por qué permitió que el pecado entrara en el mundo es el misterio de los misterios, pero se nos dice con claridad meridiana que así fue y que lo hizo por un fin elevado y santo.

Así pues toda la naturaleza, incluyendo la del hombre, es un instrumento maravilloso de muchas cuerdas, afinadas para que respondan a la voluntad de Dios y en las que El toca con mano de virtuoso. Pero todas estas metáforas no dicen mucho; llega un momento en que resultan inexpresivas. La relación de Dios con el curso de la naturaleza es inmensamente más íntima que la del músico con el instrumento con el que toca. El músico es externo al instrumento del mismo modo que el ingeniero está al exterior de la máquina que controla y dirige. Pero Dios penetra el curso de la naturaleza. No hay recovecos en ella que estén al margen de Dios; El lo llena todo. Infinitamente separados, y con todo entrañablemente  cerca,   este es el gran misterio de la inmanencia y trascendencia de Dios.

¿Es esto todo? ¿Acaso Dios, ahora que el curso de la naturaleza ya ha sido fijado, actúa sólo en él y por medio de él? ¿O actúa y ha actuado Dios en una forma que excede a la naturaleza?;.Son sus obras de providencia sus únicas obras ahora, o actúa   o ha actuado siempre  en una forma creadora en medio del curso del mundo al igual que lo hizo cuando dio la existencia al mundo sacándolo de la nada con su primera palabra creadora?

De este problema   el problema de lo sobrenatural   trataremos en el siguiente artículo.

Extracto del libro: «el hombre» de J. Gresham Machen

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