En ARTÍCULOS

Se ha señalado en varias ocasiones que Calvino no discute la doctrina de la elección, por la que es famoso, al principio de su Institución sino al final del libro tercero…. Calvino no comenzó con unos preconceptos rígidos sobre cómo Dios debe haber operado la salvación de la raza humana. Por el contrario, comenzó como un teólogo bíblico, enseñando lo que Dios efectivamente había hecho. Únicamente después de exponer esta secuencia volvió a considerar el asunto desde una perspectiva más amplia: que por un lado, la salvación comienza en la eternidad pasada con la determinación por parte de Dios de salvar un pueblo para sí mismo y que, por otro lado, continúa hacia la eternidad futura, con la perseverancia final de los santos…

En el libro de Jonás, al final de la gran oración de liberación que realiza el profeta, encontramos la afirmación: «La salvación es de Jehová» (2:9). Es una oración sencilla y profunda. Dios es el origen, el fin y, en realidad, la Única fuente de salvación. La salvación comienza con Dios precisando nuestra elección y no con nosotros eligiéndolo a Él, y continúa hasta un final de éxito, ya que Dios persevera en nosotros. El caso de Jonás es un ejemplo perfecto. Dios lo eligió para llevar a cabo una tarea que no deseaba hacer: la evangelización de Nínive. Dios perseveró con Jonás a pesar de los intentos del profeta rebelde por escaparse.

Aunque el llamamiento de Jonás fue para un ministerio en particular y no para la salvación, el principio es el mismo. Porque nada puede tener lugar espiritualmente en la vida de una persona hasta que Dios por su propia Voluntad llame a esa persona. No tendría ningún sentido que un predicador entrara en una funeraria para animar a los cadáveres a llevar una vida de rectitud. Los cadáveres están muertos. Si las palabras han de tener algún propósito, los cadáveres deben ser primeramente resucitados. Sólo entonces serán capaces de responder. De la misma manera, el llamamiento al discipulado debe comenzar con la acción de Dios resucitando a la persona que está espiritualmente muerta. La elección de hacer esto no descansa en la persona que está espiritualmente muerta sino que depende de Dios que es el Único capaz de dar vida.

Este es el significado del nuevo nacimiento. Antes de la conversión, Dios dice que estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Física e intelectualmente estamos vivos, pero espiritualmente estamos muertos. No podemos responder a los estímulos espirituales. La Palabra de Dios es un libro oculto; el evangelio no tiene ningún sentido. Pero entonces Dios nos toca. Hace que brote la vida de la muerte. Entonces es cuando creemos en Jesucristo y comenzamos a entender la Biblia. Este es el significado de haber sido llamados por Dios, y esto debe ocurrir antes de que pueda haber cualquier tipo de verdadero discipulado. Jesús dijo: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (Jn. 15:16).

Abraham fue llamado. Él no eligió a Dios. Parecía ser que estaba perfectamente satisfecho estando donde estaba, en un valle fluvial de Mesopotamia, en una cultura pagana. Pero Dios lo llamó y lo puso en camino hacia Palestina. Moisés fue llamado incluso antes de ser un bebé flotando en un canasto en el Nilo. Dios dijo: «Voy a liberar a mi pueblo de Egipto, y lo voy a hacer por medio de este bebé. Lo voy a proteger de Faraón. Le voy a dar la mejor educación y el mejor entrenamiento del mundo, y luego lo voy a enviar a Faraón para que le diga: ‘Deja ir a mi pueblo’.

Lo mismo sucedió con David. Dios puso su sello sobre el futuro rey mientras David estaba guardando a sus ovejas. Dios envió al profeta Samuel a la casa de David para ungir a uno de los hijos de la familia como el futuro rey, pero cuando Samuel llegó, David estaba ausente. El padre trajo a todos sus hijos con excepción de David. Estaban allí en orden. Samuel miró a los varones y pensó: qué buen rey podría ser el hijo mayor. Se llamaba Eliab. Pero antes de que Samuel pudiera ungirlo Dios le señaló que no era la persona indicada. Luego venía Abinadab, que tampoco era el elegido para ser el futuro rey. Luego estaba Sama, y así sucesivamente hasta que Isaí había hecho pasar a siete de sus hijos. Samuel dijo: «Jehová no ha elegido a éstos». Y, entonces, preguntó: «¿Son éstos todos tus hijos?» Isaí respondió: «Queda aún el menor, que apacienta las ovejas». Samuel dijo: «Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí». Cuando llegó David, Jehová dijo: «Levántate y úngelo, porque éste es».

La Biblia continúa con la narración diciendo: «Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David» (1 S. 16:10-13). Fue Dios quien llamó a David.

En el Nuevo Testamento, Dios eligió a Juan el Bautista —aun antes de haber nacido—. Jesús llamó a sus discípulos mientras todavía eran pescadores. Dios llamó a Pablo cuando estaba persiguiendo a los cristianos. En todos los casos, el llamado de Dios fue primario, y a su vez se basaba sobre la propia determinación de Dios para salvar y utilizar a esa persona.

Pero no sólo los ejemplos nos ayudan a entender esta doctrina. También tenemos la enseñanza específica de las Escrituras. Un pasaje clave, en realidad uno de los pasajes más importantes, es Romanos 8:28-30 donde la elección y el llamado de Dios se expresa cuidadosamente en una secuencia de actos. «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».

Estos versículos no contienen todos los pasos que sería posible enumerar en las acciones de Dios con el individuo. No se nos dice nada sobre la regeneración, la adopción o la santificación. Sin embargo, aunque se trata de una lista truncada, es una lista ordenada que presenta una secuencia de las acciones de Dios.


Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice

 

 

 

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